Jake Gyllenhaal: “Aunque no lo parezcan, todas las películas son políticas”
El actor de “Animales nocturnos” se pone a las órdenes del taquillero cineasta estadounidense en “Ambulance. Plan de Huida”, un adrenalítico filme ubicado en las calles de Los Ángeles repleto de explosiones y violencia
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Desde que Kubrick hiciese disparar en el 56 a un asesino profesional como Nikki Arane (desquiciado Timothy Carey) contra un caballo para disipar la atención de los asistentes en un hipódromo y poder así desvalijar una suculenta caja fuerte con dos millones de dólares en su interior durante la genial y atípica «Atraco perfecto», pocos detonadores narrativos similares han conseguido hacer de las películas de robos contemporáneas algo más profundo y complejo que un mero intercambio desordenado de tiros y billetes. A excepción de la extraordinaria «Tarde de perros» o la escarbada y laberíntica «Antes que el diablo sepa que has muerto», ambas dirigidas por Sidney Lumet y cuyos vínculos fraternales entre los ejecutores del atraco que vertebran la segunda historia pueden recordar muy vagamente a los que relacionan a Jake Gyllenhaal y Yahya Abdul-Mateen en «Ambulance. Plan de huida», el nuevo trabajo de Michael Bay.
En esta ocasión se nota que el taquillero director no tiene intención alguna de enmendarle la plana al genio del thriller y ni tan siquiera de acercarse a una concepción más depurada del género. Donde se sigue encontrando cómodo realmente este realizador experto en manejar presupuestos mastodónticos es en su popular universo de explosiones ensordecedoras de coches e infraestructura urbana, planos concebidos desde perspectivas imposibles, adrenalíticas persecuciones monitorizadas, ingentes cantidades de tiros, escenarios plagados de ruido y una grandilocuencia técnica que termina convirtiendo la visualización de todo lo que hace en una experiencia casi más física que cinematográfica.
«Podríamos decir que esta película representa un tipo de thriller de acción travieso, ¿no?, realmente si elimináramos de la película las explosiones, las pistolas y las persecuciones al final lo que quedaría es: una ambulancia y unas cosas que suceden dentro. En el interior del vehículo sucede el drama, la intensidad. Es toda una experiencia y una oportunidad como actor poder vivir desde dentro toda esa expresividad, esa variedad y esos diferentes registros que conviven en el cine de Michael Bay cuando eliminas todo lo demás», indica en entrevista con LA RAZÓN el actor Yahya Abdul-Mateen sobre las dinámicas observadas como actor tras su experiencia con Bay. En la cinta, el intérprete de «Candyman» comparte pantalla y sangre con Jake Gyllenhaal, quien, enfundado en un favorecedor jersey negro, secunda la experiencia de trabajar con Michael Bay de su compañero de reparto: «No creo que haya algo inherentemente difícil a mi trabajo como actor, pero sí es verdad que, a la hora de comparar las películas de superhéroes por ejemplo con las películas de Michael Bay, creo que las segundas tienen un punto más nostálgico, son películas que se ruedan siguiendo un poco la línea de acción de la vieja escuela, los trucos son reales, se graban en el momento en el que suceden. Me parece particularmente interesante su manera de rodar», señala.
Sanidad americana deficiente
En «Ambulance. Plan de huida» todo sucede antes de que puedas asumir lo que has visto y las 24 horas que contiene el día en el que transcurre la acción parecen haberse transformado de repente en semanas. Por las calles de Los Ángeles transitan las vidas de un condecorado veterano de guerra como Will (Yahya), a quien se dibuja como alguien objetivamente bueno pero desesperado por conseguir dinero para pagar las facturas médicas de su mujer (una suerte de John Q actualizado con conducción más que deportiva) y su hermano adoptivo Danny (Gyllenhaal), un delincuente profesional que atesora una colección inabarcable de coches de lujo a quien Will recurre para pedir ayuda que posteriormente terminará traduciéndose en un atraco (teóricamente «el mayor de historia de Los Ángeles»), para conseguir un botín de 32 millones de dólares. La descomunal persecución que tiene lugar después de que el plan se vea salpicado por una serie de complicaciones, introduce la tercera vía argumental protagonizada por Eiza González (”Baby Driver”), encargada de dar vida a la técnica de emergencias que intenta salvarle la vida a uno de los policías heridos durante el robo en el interior de la ambulancia que los hermanos roban para escapar.
Llama la atención que pese a la espectacularidad desplegada en la práctica totalidad de la película en lo que a elementos de acción se refiere, Gyllenhaal resalta la existencia de un cariz más social y matizado en cuestiones que, bajo su punto de vista, resultan importantes: «Lo cierto es que con respecto al ámbito de la salud en Estados Unidos se han dado pasos importantes hacia delante. De todas formas, es verdad que la cinta saca a la luz asuntos de índole sistémico de la sociedad americana y es interesante reflexionar sobre el hecho de que se hacen películas que en principio versan sobre un individuo pero que indirectamente hablan de otros temas importantes. Es relevante que dentro de este universo “fantástico” de explosiones y persecuciones de Michael Bay también haya espacio para la reflexión sobre temas como las consecuencias que siempre tienen los actos. Aunque no lo parezca, está claro que todas las películas son políticas», destaca el actor.
Asimismo y evidenciando su gusto por este tipo de personajes, el intérprete de «Animales nocturnos» define los márgenes de su personaje como los de «alguien a quien podemos clasificar como villano pero sin llegar a serlo de verdad. Digamos el que tiene que «comerse el muerto», creerse realmente ese papel en beneficio de su propio hermano». Mientras que Yahya sitúa al suyo en un plano mucho más cercano al arquetipo de héroe americano, que es, al cabo, el de un hombre desesperado que actúa de manera desesperada: «Will es un ciudadano inserto en un sistema capitalista, un héroe de guerra. Es un hombre que siente que el sistema le debe más de lo que ha dado y de algún modo se ve obligado a hacer algo de lo que no está orgulloso», remata. Y alrededor de todo eso , los coches saltan por los aires, la violencia empantana una persecución hiperbólica y los buenos vuelven a perseguir a los malos. Aunque no se sepa muy bien quién ha ganado esta vez.