Obituario

La última instantánea coloreada de Ouka Leele

A punto de cumplir los 65 años, uno de los emblemas fotográficos de la Movida fallecía ayer en la ciudad que fue testigo de su eclosión como artista

Ouka Leele autoretrato
Ouka Leele autoretratoOuka LeeleLa Razón

Inventora de colores, poeta visual de efervescencias culturales, enemiga declarada de la autocomplacencia y habitante de mundos constelados, Ouka Leele solía afirmar que siempre estaba empezando, incluso aunque le quedara apenas un mes para cumplir los 65. “Siempre estoy manteniendo esa mirada pura de la infancia, cuando nada aún tenía nombre, y voy construyendo mi modesto lenguaje, que no es sino de admiración ante la Divina obra de arte de la que formamos parte”, declaró hace tiempo. Nada menos rociado de misticismo se puede esperar de una artista cuyo nombre artístico nació de un mapa de estrellas, concretamente del pintado por “El Hortelano”, su inseparable compañero de pasiones y talentos ochenteros. El universo recreado en su obra es uno de los más inagotablemente sensoriales y creativos de todos cuanto habitaron la Movida.

La inspiración de esta artista madrileña emparentada con la burguesía, con el gran poeta Gil de Biedma como sobrina, con la también fotógrafa Patricia Allende como hermana y hasta con Esperanza Aguirre como prima segunda -no todo podía ser igual de estimulante-, representante supersticiosa de la polimatía artística (era pintora, artista, poeta y fotógrafa) recayó de forma significativa en las vanguardias de su tiempo y en el interés por todo aquello que relacionamos ahora con lo surreal y lo naif en una época en la que el franquismo empezaba a salir de la escena sociocultural de nuestro país -que no política- y Ouka vendía fotos en la Cascorro Factory (un puesto de fanzines situado en el Rastro) con los que empujaban la puerta.

ouka leele
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Ese papel eminentemente polifacético que mantuvo intacto a lo largo de toda su trayectoria, en donde la poesía o la pintura se cuelan por las rendijas de la fotografía, encontró una de sus creaciones más representativas en las famosas imágenes en blanco y negro pintadas a mano con acuarelas que tanto bebían de las enseñanzas de Jorge Rueda. Durante sus inicios como artista, predomina en ella un carácter eminentemente autodidacta, que poco a poco va completando con la orientación cultural obtenida en su infancia a través de largos paseos por el Museo del Prado y sucesivas aproximaciones a escuelas y centros de pintura como Photocentro.

Su convergencia con las creaciones de Mariscal, Almodóvar, Ceesepe, El Hortelano o García-Alix, la incitan a desarrollar un lenguaje personal y onírico como artista en el predomina la poetización de lo cotidiano y la sublimación de lo doméstico: algo que plasma en las portadas de revistas como “Triunfo” o “Diorama” y también en series fotográficas divertidísimas como “Peluquería”, que lleva a cabo durante su estancia en Barcelona y en donde plantea un discurso visual plagado de aureolas de mitológicas y cabezas decoradas con limones o pulpos que adquirieron una importante fuerza expresiva basada en el imaginario Pop.

Huía de la fotografía estática para perderse en la búsqueda del lado inconsciente y evocador de la mirada al tiempo que se atrevió a emprender un viaje inagotable por los parámetros de la libertad creativa. En 1987, afloró un deseo en la artista de querer representar el mito de Atalanta e Hipómenes, -cuyo cuadro de Guido Reni está en El Prado- que tiene por objetivo redefinir y mostrar el verdadero significado de los leones que tiran de la diosa Cibeles en la monumental fuente de la capital. Tras el beneplácito del Ayuntamiento, creó su famosa obra “Rappelle-toi Bárbara”, en donde la inteligente elección de elementos dramáticos propios de la mitología y la modernidad visual del tratamiento de la imagen, la sitúan en el terreno integrador y conceptualmente rupturista de la conjugación pintura-escenografía teatral-fotografía.

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En este mismo año, tiene lugar un acontecimiento irrepetible en la carrera de la artista, que marca de forma paralela la iniciación de un nuevo concepto fotográfico y la consiguiente gestión administrativa de la cultura. El Museo de Arte Contemporáneo inaugura una exposición en la que se recogen once años de trabajo de la obra de Ouka Leele. La importancia de semejante acto no reside tanto en la afluencia de gente que acudió a la muestra, sino en el hecho mismo de que se trataba de la primera fotógrafa de la movida que mostraba su trabajo de juventud en la sede oficial del Arte Moderno. Reflejo trascendental de la proyección artística y universal de sus imágenes.

Premio Nacional de Fotografía 2005 y Medalla de Plata de la Comunidad de Madrid, entre otras muchas designaciones, Bárbara Allende Gil de Biedma, la artista vaporosa, la santa de ojos azules, la hippie, la impulsora de jardines metafísicos, superó un cáncer con 22 años, pero ayer no pudo repetir el esfuerzo. Tanto es así, que el pasado 15 de mayo no acudió a recoger la Medalla de Madrid que le había otorgado el Ayuntamiento. Ahora ya sabemos el por qué de la ausencia: tenía un pacto con las estrellas, con Ceesepe, con El Hortelano y con la belleza.