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Un seudónimo para Jaime Gil de Biedma

El poeta fue rechazado por el PCE debido a su homosexualidad tras una rocambolesca historia, como nos cuenta su sobrino
Jaime Gil de Biedma y AlbaLA RAZON
La Razón

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«En un viejo país ineficiente, /algo así como España entre dos guerras /civiles» («De vita Beata», J. G. de B.), conversaba una tarde de verano con mi tío Jaime Gil de Biedma, en el jardín de la casa de mis abuelos en Nava de la Asunción (Segovia). Fruto de aquella conversación fueron una nueva visión de Luis Cernuda, un mayor conocimiento de la personalidad de Jaime Salinas y la información sobre un hecho respecto del que se ha hablado muy poco, vinculado a otro sobre el que se ha escrito y hablado muchísimo y que se cuenta de manera incompleta al no incorporar una parte significativa de la historia. Me refiero al rechazo por parte del PCE al ingreso de Jaime Gil de Biedma en ese partido, basándose en su condición sexual.
El profesor Fabián Estapé lo explica todo en el documental que sobre mi tío realizó mi hermana Inés para TVE. Estapé, profesor y amigo de Jaime, explica cómo Manuel Sacristán (ex falangista, después militante e intelectual del PSUC y del PCE) decidió el rechazo. Y cómo el propio Sacristán le explicó a él en persona en qué se había basado para tomar esa decisión. Indicaba Sacristán que tuvo en cuenta una carta de Lenin en la que advierte de no admitir a un homosexual, porque en caso de detención, ya se sabía... Toda esa explicación es de sobra conocida y no voy a insistir en ese asunto.
La detención de Ferrater
También es conocida la inveterada costumbre de los comunistas de montar tramas y tretas para hacer culpables de sus propias decisiones a quienes no son más que meras víctimas de las determinaciones del partido, aunque estas sean equivocadas. Eso es lo que ocurrió, y eso es lo que provocó la detención del poeta Gabriel Ferrater y la llegada de la policía a la casa de mis abuelos en Barcelona, para interrogar a Jaime. ¿Por qué se detuvo a Gabriel Ferrater y por qué se presentó la policía para interrogar a Jaime? Jaime y Gabriel Ferrater habían pasado unos días en Nava de la Asunción hablando y trabajando en su poesía. Y lo siguieron haciendo durante muchos años. Tras esas jornadas de charlas, Jaime regresó a Barcelona, en tanto que Gabriel se demoró un par de días en Madrid antes de regresar.
Durante ese tiempo, Manuel Sacristán, responsable del rechazo al ingreso de Gil de Biedma en el PCE argumentando su homosexualidad, publicó un artículo de tono subversivo en un periódico del partido, firmado con un seudónimo. Podía haber elegido cualquier seudónimo; cualquiera. Pero de entre los miles de los posibles eligió firmarlo como «Ferrater». Ignoro las razones que motivaron dicha elección, pero adivino que serían difíciles de explicar. Tal vez, quisiera comprobar si Lenin, en su famosa carta, tenía razón. El resultado es que la Brigada Político Social detuvo a Gabriel Ferrater en el tren a la altura de Guadalajara cuando viajaba a Barcelona. Gabriel tenía distintas cualidades y dos de ellas eran la inteligencia y la brillantez. Rechazó la autoría del artículo y lo argumentó basándose en el estilo y en la redacción. Llevaba consigo sus escritos de literatura, filosofía y poesía, por lo que pudo hacer ver la diferencia de los textos. No solo el estilo, también los distintos criterios en la utilización de entrecomillados o cursivas en las citas. Para un poeta que escribía en catalán, y para una persona como él, el estilo en castellano era bastante personal. La policía asumió que ese artículo podía ser de cualquiera y que previsiblemente no era de él. Ya solo faltaba un trámite, que era verificar lo indicado por Ferrater sobre los motivos de su viaje. Al día siguiente, mientras Jaime se vestía para ir a su trabajo en la Compañía General de Tabacos de Filipinas, la policía se presentó en su casa preguntando por él. Pepito, el criado, fue a avisarle: «Señorito Jaime, la brigada social.¿ Les paso al living o al salón?». «Al living, Pepito». Pero los pasó al salón, no por decisión propia, según me explicó después con su gracejo andaluz: «Pero si iba yo tan nervioso que por el pasillo olvidé lo que me había dicho». Un rato en ese salón señorial y las explicaciones de Jaime hicieron evidente que no había ninguna conspiración comunista en marcha, ni ningún movimiento de intelectuales digno de ser paralizado.
Ninguna crítica
La versión de Ferrater quedó confirmada por Jaime y se le puso en libertad. En aquella conversación veraniega, no escuché de mi tío ninguna amarga crítica, ni furibundas diatribas contra Sacristán o el PCE. Tan solo una risa y un lacónico «sí» cuando dije yo: «Pues un poco cabroncete el Sacristán, ¿no?». A mi tío Jaime le escuché decir en varias ocasiones, con ironía y con una risotada una frase llena de humor: «No debo ser nada inteligente, no han tratado de captarme ni los comunistas ni los del Opus». Respecto a Ferrater, extraordinario poeta en catalán, se suicidó al cumplir los 50 años tal y como había comentado a sus amigos en algunas ocasiones. Como siguiendo una tradición, ya que su padre hizo lo mismo. Hoy en día es un poeta injustamente tratado y olvidado por todo lo que es la oficialidad catalana.