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Crítica de “La isla de Bergman”: autoficción en clave ligera ★★★

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La Razón
  • Sergi Sánchez

    Sergi Sánchez

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Dirección y guion: Mia Hansen-Love. Intérpretes: Vicky Krieps, Tim Roth, Mia Wasikowska, Anders Danielsen-Lie. Francia, 2021. Duración: 112 minutos. Drama.
Ingmar Bergman está en todas partes, aunque a veces no se note. Por eso aún nos concierne. Es un Dios con patria: la isla de Farö. Una de las virtudes de la película de Mia Hansen-Love es trazar un mapa de ese paraíso, a la vez virgen y cinéfilo, para dejar impregnarse por el espíritu de Bergman, pero sin sacralizarlo. Al cineasta sueco siempre se le ha identificado con un cine denso, duro, que escarba en heridas -de la fe, del amor, del miedo a la muerte- que pocos han abierto como él. Pero lejos del cliché de parque temático, que Hansen-Love también retrata con cariño, había una ligereza en él, hasta un sentido del humor, que no ha sido suficientemente valorado. Es esa evanescente ligereza la que capta la autora de “El porvenir”, aprovechando la oportunidad para urdir una autoficción que aborda uno de los temas favoritos de Bergman, la crisis de pareja, para reflexionar sobre su propia vida en común con Olivier Assayas.
Así las cosas, la historia de dos cineastas (estupendos Tim Roth y Vicky Krieps) que se refugian en la isla de Farö para trabajar en la escritura de sus próximas películas utiliza sus desencuentros, sus roces, para espejarse en una ficción dentro de la ficción, otra historia que aspira a reinterpretar los vaivenes del amor de la trama principal. En teoría, esa puesta de abismo le sirve a Hansen-Love para reevaluar la importancia de la ambigüedad de los sentimientos hacia el otro como motor creativo, la fuerza de la duda amorosa y la química de los cuerpos para forjar un imaginario que nos acerque a su propio imaginario, pero también al de Bergman. En la práctica, a esa segunda película le cuesta dialogar con la primera, o lo hace en un plano en exceso intelectual, quedándose un tanto descolgada del juego de reflejos y refracciones que pretende plantear. Esa disociación acaba perjudicando al resultado final, aunque “La isla de Bergman” siga conservando una liviandad, una atmósfera luminosa, que no acostumbra a darse en las autoficciones.

Lo mejor

La inteligencia con que lidia con el legado de Bergman y su falta de narcisismo, extraño en una autoficción.

Lo peor

La “segunda” película no acaba de dialogar orgánicamente con la primera.

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