Literatura
Antonio Soler: «Cada ser aparentemente normal lleva encima una novela»
Asegura que su más reciente obra, ganadora del Premio de Narrativa Alcobendas Juan Goytisolo, es la más ambiciosa, en la que un coro de personajes, entre los que se cuenta el propio autor, pasan un día en una ciudad calurosa que suena a Málaga.
Asegura que su más reciente obra, ganadora del Premio de Narrativa Alcobendas Juan Goytisolo, es la más ambiciosa, en la que un coro de personajes, entre los que se cuenta el propio autor, pasan un día en una ciudad calurosa que suena a Málaga.
Este verano, cuando llegó Bloomsday –el 16 de junio transcurre «Ulises», de Joyce, y la fecha se celebra cada año en honor a Leopold Bloom, su protagonista–, Antonio Soler no pudo viajar a Dublín, como marca la tradición de la Orden del Finnegans, que fundó hace años pero que hoy, confiesa, «está un poco revuelta». Por entonces estaba dando los toques finales a «Sur» (Galaxia Gutenberg), su nueva novela que, como «Ulises», transcurre en un solo día y con la que ganó el Premio de Narrativa Alcobendas Juan Goytisolo. Soler afirma que una de las razones para presentarse a dicho certamen fue que «Goytisolo era un escritor importante para mí de joven. “Señas de identidad” es un libro clave».
–¿La ciudad contemporánea que retrata en «Sur» es el infierno o, más bien, un limbo en el que estamos condenados a la insignificancia?
–Diría que es un purgatorio en el que todo el mundo aspira a pasar por el embudo que conduce al paraíso. La novela trata de cómo esta gente que está en el purgatorio, unos más cerca del fuego que otros, tiene unos sueños que persiguen, un motor, cada uno del tipo de sea: económico, sexual o de autosatisfacción. Otros están vislumbrando que ha llegado la hora de bajarse del tren y quedarse en un andén esperando la nada, el vacío.
–Es lector de Joyce, ¿es su novela un homenaje al «Ulises»?
–No, lo que sí es cierto es que «Ulises» es una influencia poderosa en cuanto a novela de ciudad. Pero también podrían serlo «Berlín Alexanderplatz», que está entre las 5 o 6 que más me han gustado, y «Manhattan Transfer». Y, más atrás aún, está «El diablo cojuelo», que me fascinó desde el colegio cuando, sin haberla leído, escuché al profesor explicar que alguien levantaba los tejados de Madrid y podía verse cómo vivían los demás. Es lo que he intentado hacer: levantar los techos de una ciudad para que veamos con quiénes vivimos y quiénes son los otros.
–Además de la ciudad, la novela presenta una serie de personajes peculiares y un poco mediocres movidos por sus impulsos sexuales, ¿así somos la mayoría de los ciudadanos del siglo XXI?
–De lo que estoy convencido es de que cada ser aparentemente normal –y que cada uno entienda lo que pueda por eso– lleva encima una novela. El concepto de la novela como una peripecia de aventuras es algo del pasado, la contemporánea es la que trata del hombre aparentemente común. En «Sur», las voces narrativas son múltiples para dar una sensación de polifonía. Lo compararía con una gran orquesta; es lo que somos todos los que vivimos en una ciudad: una orquesta que a veces desafina, otras parece que chirría, pero nunca deja de tocar.
–Se introduce a sí mismo en el relato, ¿por qué?
–La novela tiene mucho de juego y eso se ve, por ejemplo, en el censo de personajes, en el que hay bastante ironía. En tanto autor me quise introducir en ese juego como un personaje terciario. Entre otras cosas, porque hay unos fragmentos, llamados «Los diarios del atleta», que forman parte de algo que escribí cuando era muy joven. Yo practiqué el atletismo de competición y me vi reflejado en este personaje. El atletismo –esa competición con uno mismo, con esa soledad en el esfuerzo– tiene mucho que ver con la escritura. El hecho de escribir una novela se puede comparar con la zancada a zancada que da un corredor: parece que una no lleva a nada, lo mismo que media página no lleva a nada, pero zancada a zancada, y media página a media página, se acaba el maratón.
–Inicialmente, había titulado la novela «Mediodía», que, como «Sur», hace referencia a la sensación de calor que es una constante en el libro...
–Una de las primeras imágenes que tuve antes de ponerme a escribir fue cuando me contaron la historia de un hombre que aparece cubierto de hormigas en un descampado un día de mucho calor (el comienzo del libro). Ese calor también sirve para someter a los personajes a una tensión añadida, pues puede llevarles a dar un paso más allá del habitual en su zona de confort. Recordemos a «El extranjero», de Camus: si ese día en la playa no hubiera hecho tanto calor el protagonista no habría disparado contra aquel árabe.
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