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Patrimonio Nacional

Cuando Isabel II se convirtió en la impulsora de la impresión en 3D en el siglo XIX

Fue una técnica que apenas duró una década, pero combinando fotografía y escultura alcanzó un detalle nunca antes visto

El rey consorte Francisco de Asís posando para una fotoescultura Cortesía de George Eastman House

La técnica es rara. Fue rara. Fotoescultura la llamaron. Aunque todo lo que este arte tenía de revolucionario, también lo tenía de costoso. Por ello, pese a simplificar el momento del posado hasta los diez segundos, poco más que un flashazo, el invento cayó en el olvido tan pronto como los ahorros lo permitieron. Las altas esferas pensaron entonces que lo de posar durante horas y días delante del artista de turno no era un esfuerzo tan grande. Sus reinos podían continuar sin ellos al frente tanto tiempo como durase la creación de la obra. Era parte de sus obligaciones. La otra opción fue entregarse a los sobrecostes de pasar a la posteridad convertidos en estatua o pintura en solo un pestañeo, aunque parece que esta vez no convenció al tesorero.

Sistema de trabajo de François WillèmeCortesía de George Eastman House

Conocida es la desidia final de Felipe III a posar para Velázquez. Lo que comenzó como un encuentro de veinteañeros vigorosos y con buena parte de la vida por delante terminó con el rey cansado de aquel óleo de 1653 que conserva el Museo del Prado. El pintor era el mejor en reflejar la realidad. No obstante, el problema aquí estaba en la propia realidad. «Por no verme envejecido», escribía el monarca en una carta a la condesa de Paredes de Nava; el Austria ya no se inclinaba a «pasar por la flema de Velázquez». En su rostro está el inevitable paso del tiempo y los disgustos acumulados en los nueve años que se cumplían desde que celebrase la victoria sobre los franceses en Lérida, inmortalizada en el «Retrato de Fraga» (1644). Un intervalo en el que vio marcharse a su esposa, Isabel de Borbón, y al príncipe Baltasar Carlos, su único hijo varón y heredero al trono. Ya le hubiera gustado al Rey Planeta que la fotoescultura se hubiera adelantado algo más de dos siglos: el resultado hubiera sido el mismo, incluso terriblemente más real para sus intereses, pero al menos no hubiera «perdido» el tiempo con poses.

Dos grandes (y efímeras) ventajas

Inmediatez y fidelidad son las dos grandes ventajas de una técnica que se llevó a cabo entre 1860 y 1868 y que ahora rescata la Galería de las Colecciones Reales con una pequeña sala dentro del recorrido borbónico. A pesar de su corto periodo de implantación, su impacto y sus resultados fueron tan significativos que esta innovación pionera, aunque desconocida para la inmensa mayoría, pasó a formar parte desde ese momento de la historia del arte y, cómo no, de los fondos de Patrimonio Nacional, donde presumen de tener «una de las colecciones más importantes del mundo».

Patrimonio Nacional inaugura una exposición que acoge la Galería de las Colecciones Reales 'Fotoescultura: el 3D del siglo XIX'Marta FernándezEuropa Press

La concepción de la fotoescultura era la de lograr una recreación tridimensional del susodicho o susodicha con absoluto realismo en diferentes formatos y materiales («biscuit», terracota, escayola y bronce) y, sobre todo, de manera muy rápida. Juan Laurent, fotógrafo de Isabel II, fue el encargado de traer a Madrid a François Willème, el «padre» de la criatura. Su objetivo era realizar una serie de perfiles de diversos miembros de la familia real. Para ello se construyó en palacio un estudio fotográfico circular donde se desarrollar la magia: 24 cámaras captaban un gesto y a través de «la linterna mágica», aquellos negativos, al tiempo que se repasaban los contornos, se transformaban en esas esculturas en 3D mediante el corte de los materiales «en bruto». Dos docenas de secciones al detalle que daban fe de los maniquíes y, por supuesto, de los joyones que portaban, que no podían faltar.

Por cierto, la reina quedó bastante más agradecida que Felipe III en el final de sus días. Ella, satisfecha, condecoró al bueno de Willème con la Orden de Carlos III.