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Cézanne, el erotismo de una pera

El día que Vollard creó al genio

La Razón
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«La genialidad de Vollard residía en saber hallar el talento que estaba oculto. Que Cézanne, Gauguin, Van Gogh y otros grandes maestros de la pintura hoy formen parte de la historia se debe, en gran parte, a la promoción que él dio a su trabajo». Estas palabras las pronunció Philippe de Montebello, ex director del Metropolitan, con motivo de la primera muestra que el museo de Nueva York dedicó en 2006 a Ambroise Vollard, mecenas del Avant-Garde, marchante pionero, patrono y editor que tuvo una función clave en promocionar y dar forma las carreras de muchos artistas durante finales del siglo XIX y principios del XX.El señor Vollard se convirtió en una leyenda ya en su tiempo. Llegó a París en 1887 procedente de la isla de la Reunión, un departamento de ultramar de Francia. A los 29 años le dio su gran oprtunidad a Cézanne al montar su primera gran retrospectiva en 1895. Entonces, el trabajo de Cézanne no estaba bien visto por la crítica, que lo tachaba de tosco. Creyó en sí mismo y lo impulsó. Su galería de París se convirtió aquel día en un hervidero y colocó en el foco de atención en el artista: «Fue toda una revelación». Su trabajo a partir de ese momento se dio a conocer e influyó en generaciones posteriores», apunta la experta Rebecca Rabinow. Matisse, por ejemplo, consiguió comprar un cuadro de Cezanne reuniendo casi centavo a centavo. ¿Qué hubiera sucedido si Vollard no le hubiese dado el espaldarazo al pintor de «Los jugadores de cartas»? La historia de la pintura iría por otros derroteros.