Rafael Canogar: "Siempre he pintado por una necesidad de comunicarme con los demás"
El pintor, de 89 años, presenta en Madrid una gran retrospectiva que abarca siete décadas de producción artística, del informalismo al realismo


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“Para mí lo bello ha sido este camino que me ha creado preguntas que he querido contestar, que me ha creado emociones y retos de hacer algo nuevo, sin ninguna meta. El tránsito de aquel momento hasta ahora, que ha dado sentido a mi vida, como hombre”, dice Rafael Canogar. He visitado el estudio de Rafael Canogar con motivo de la exposición (I)REALIDADES que se abre al público este viernes 30 de enero en el CentroCentro de Madrid bajo la dirección de Julieta de Haro y comisariada por Alfonso de la Torre, uno de los grandes especialistas en arte contemporáneo. La exposición incluye obra desde hasta 1949 hasta el 2024.
Señor Canogar, su primera exposición fue en 1954 en la Galería Altamira. Hace 71 años. ¿Qué emociones siente al ver reunido este “recorrido vital” y cómo cree que han evolucionado sus intereses artísticos a lo largo de siete décadas de carrera?
A mí me parece que fue antes de ayer, el tiempo vuela. Lo que me sorprende es que mantengo la misma ilusión que cuando tenía 20 años. Pintando me lo paso muy bien, desde el primer momento yo ya escribí en algún pequeño texto que no se trataba de pintura figurativa o abstracta, sino de buena o mala pintura que tenga una capacidad de recoger elementos fundamentales de la sociedad, lo que me gusta es comunicarme con los demás y pintar es como sé hacerlo.
A propósito de esto, ¿cómo ha sido ese tránsito entre lo figurativo y lo abstracto y que conclusiones saca usted de ese camino?
A mí me gusta oír la palabra camino, porque los artistas no deberíamos tener una meta, no se trata de trabajar para ser famoso o ganar dinero. Creo que el proceso es lo que te va a portando en cada momento. También creo que hay muchas formas de ser artista, Hay artistas que se cierran en su estudio y se aíslan del mundo y hay otros, de los que yo estoy más cerca, a los que les influyen las circunstancias que le han tocado vivir, las circunstancias sociales. El mundo ahora en 2025 no tiene nada que ver con el mundo en los años 50 cuando yo empecé. El artista tiene que saber recoger el espíritu de esa sociedad que cambia en obras que van evolucionando, siendo testimonio de ese pasar de la historia misma. Cuando yo empecé a hacer informalismo en los años 55 o 56 y la primera que vi el informalismo en Paris, yo quise ser otro pintor informalista, era abrir las puertas a hacer un arte libre, a tener nuevos conceptos de composición, de texturas, de materia. Estábamos pintando más sentimientos, una especie más de síntesis del mundo que te había tocado vivir. Yo soy un pintor castellano, nací en Toledo, y desde muy pequeño ese paisaje ha sido la tierra labrada, que es una constante desde que el hombre es hombre y que es también una constante en mi trabajo, esa huella que hemos sabido dar en la materia. Esa impronta y su materia de labranza que nos ha dado de comer y nos ha labrado como seres humanos.

En esa necesidad vital de pintar, de la que me hablaba hace un momento, imagino que las motivaciones han ido cambiando ¿Cómo ha sido esa evolución? Y sobre todo ¿Qué es lo que le motiva ahora para seguir pintando?
Hablaba antes del informalismo que, teóricamente, nos daba toda esa libertad que para mí fue una solución a mis preocupaciones políticas. Yo estaba viviendo en una dictadura, donde esa libertad era una especie de grito. Era una libertad que quería que estuviese en la pintura, pero también en la sociedad, para mi entorno. Yo creo que con mis informalismos yo quería expresar esos deseos de un cambio social y político. Siempre he pintado por una necesidad personal de comunicarme con los demás.
A mi apasiono de muy niña, y por motivos familiares que me acercaron a su pintura, ese uso del negro en sus pinturas de los ultimo sesentas, quizás las más explícitamente políticas, eso lo he entendido después. Y me atrajeron de una forma muy orgánica por el uso del negro que hacía que las obras generaran un vacío y un lleno a la vez e impersonalizaban la obra, de una manera en la que te hacían sentir parte de lo que ocurría en la obra.
Ese uso del negro siempre está motivado por alguna razón. En el informalismo el negro fue fundamental, los artistas queríamos ser lo más espontáneos posible y cuando tienes la necesidad de dejar un testimonio puede coger una tiza o un trozo de carbón que te permita dejar ese manifiesto expresado con rapidez y espontaneidad. Ese fue un poco el espíritu de aquellos momentos, yo no quise incorporar ese deseo de armonía de colores, porque quizás era una forma de perder esa fuerza del testimonio. Por eso el negro y el blanco fueron casi obligados, ya que era como fosilizar un instante, recoger y sacar de tu interior ese control de la razón y sacar sentimiento y emociones.

Cumplir ese propósito mayor, que yo defiendo en las artes, de documentar los tiempos. Ese trabajo de documentación del artista, de ese contexto social que le ha tocado vivir. Entiendo que usted sigue creyendo que esa es una parte importante, aunque en muchos casos lo que documente sea una cierta pobreza artística.
Claro que es una forma de documentar una época, no debemos de olvidar que España quedo muy marginada en cierto momento de nuestra historia, donde como consecuencia de lo que pasaba en el país, muchos de los grandes creadores se habían ido de España, la gran mayoría a Paris. Grandes artistas que marcaron la dirección del arte, pero eran desconocidos en España, se había roto el tejido cultural que va pasando de generación en generación. No existía. Nosotros quisimos tender estos puentes con esas generaciones perdidas para nosotros y como nos sirvió. Nosotros nos nutrimos mucho de los grandes maestros que teníamos en el Museo del Prado, que nos dio raíces, y nos dio esa fuerza para conectar ya con Picasso, Juan Gris, Julio González etc. Muchos de nuestros cuadros de aquellos momentos tienen títulos de obras históricas de Goya, Velázquez etc. La pintura que hicimos, viéndola desde distancia, tiene una universalidad que es sorprendente.
Le iba preguntar sobre eso ¿Cómo se ve y que se siente habiendo contado una parte de la historia de este país? ¿cómo se maneja ese equilibrio entre el pensamiento íntimo y ese lenguaje universal?
Ha sido tan natural, ha sido una forma de ser. Supongo que la formación ha sido importante, yo tuve un profesor que me dio unas bases teóricas y de libertad, Daniel Vázquez Diaz. Pasé cinco años en clases particulares con él. Salí de aceptación como discípulo siendo ya algo conocido. Él hablaba mucho de mí también a otros artistas, a críticos de arte. Empezaron muy pronto a invitarme a exposiciones colectivas. Mande obras a lugares que yo no veía tan importantes como se ven ahora desde esta perspectiva. Lo daba como natural. Empecé a exponer muy pronto y con artistas mucho mayores que yo, quizás no sabía cómo gestionar este éxito y tuve que inventarme un tipo de orejeras para que no me influenciase todo lo que tenía a mi alrededor. Era una especie de autodefensa.

Probablemente esa juventud le ha hecho enfrentarse al arte sin miedo. Cuando vas rodeado de gente que sabe más que tú, y con la inocencia de que te da la juventud te hace no tener miedo.
Eres más atrevido. Tuve un eco internacional muy joven, también he sido consciente de una cosa desde muy pronto, y es que no se pueden academizar los lenguajes. Si nosotros hicimos una pintura nueva, fue por romper con esa pintura tradicional que va pasando de una generación a otra, y hacer algo mucho más radical. Yo nunca he querido academizar mi trabajo, dejé de hacer informalismo y pasé a hacer realismo crítico y testimonial, no porque no me gustase el informalismo. Ciertos posicionamientos radicales tienen su momento, y repetir una y otra vez ese gesto, ese grito hace que pierda eficacia y se vuelve un poco retórico. Por eso busqué una solución para esa necesidad de comunicarme con los demás, yo entendí que ese grupo que daba testimonio de esa libertad no era suficientemente entendido por un grupo numeroso, sino solo por una minoría. Y yo quería comunicarme con un grupo más numeroso y por tanto busque a través de los medios de comunicación y de las imágenes que llegaban como testimonio la base para un segundo periodo en la que “el bulto” era también la solución. Salir de la bidimensionalidad al espacio del espectador donde hacerle conmoverse más a cerca de ciertas cosas. El protagonista de ese tiempo es el hombre, el hombre cosificado con una universalidad. Muy alejado del panfleto, mostrando emociones universales de una lucha por la libertad. Y ese periodo duró hasta el año 75 en el que ya ocurrían cosas en España, yo tenía una exposición en Oslo que se inauguraba el 20 de noviembre en la que se brindó por un nuevo periodo para España y yo dejé de hacer esa obra testimonial y me volví a la abstracción.
Eso que me cuenta es muy revelador de esa faceta de documentación de la que hablábamos del arte y de lo pegado al suelo que ha mantenido. ¿Cómo ha evolucionado esa realidad suya y como le ha incluido en su trabajo?
Soy un trabajador del arte, hay años que he pintado 100 cuadros, cuando encuentro algo que me interesa no puedo parar, ese cuadro me da la pauta para el siguiente. Lo que no he dicho en este lo quiero decir en el siguiente y eso forma una especien de cadena que dura entre 10 y 14 años, luego necesito cambiar. Y creo que eso es un reflejo de mi vida que he ido navegando con los tiempos, la sociedad, mis tiempos, lo que veo cuando salgo a la calle.

En su último periodo detecto mucha frescura, mucho aire fresco.
Esto me gusta oírlo y le agradezco la opinión, porque ya a mis casi noventa años, tengo una visión introspectiva que me hace mirar de otra forma. Creo que, viendo, haciendo una historia de cómo han sido los últimos cincuenta años y como testigo de grandes exposiciones o de ferias como ARCO o de tantas otras, los años 50 y 60s fueron fundamentales creativamente hablando. Aunque las obras de algunos artistas que hicieron algo muy radical hizo que se abandonara muy prematuramente, y desvirtuó todo eso. Hablo de artistas como Marcel Duchamp o Yves Klein fueron artistas que hicieron que otros pensaran que había que dejar la pintura y hacer cosas mas radicales, y yo creo que a veces se ha pensado más en llamar la atención que en hacer una buena pintura.
Déjeme que le diga que eso sigue pasando ahora, que no nos libramos de eso con facilidad.
He querido volver a ese espíritu de los años cincuenta, a esa libertad que yo recibí como una revelación. Y por eso lo que estoy haciendo ahora creo que tiene mucho de aquella espontaneidad y esa frescura, quizás sobre otros soportes.
Se percibe.
Se quedó un periodo interrumpido por circunstancias. Ahora lo que deseo expresarme yo. La libertad se supone que la tenemos, a veces se puede perder un poco, pero la tenemos. Yo la expreso a través de la frescura, la espontaneidad, el color. Comunicarme a través del gozo. Es como algún libro que se escriben muchos, pero buenos muy de tarde en tarde.
Ahora que hablamos de libros, déjeme que le diga que es magnífica la edición de La Fábrica que acaba de salir con motivo de esta exposición, es una maravilla que recomiendo. Hablando ya de esta exposición que vamos a poder ver todos a partir del 30 de enero, que nos quiere decir sobre ella.
Estoy muy familiarizado con mi trabajo, porque lo manejo a través de mi web, o por preguntas que recibo. Yo lo veo casi en el mismo plano. No hago tantas diferencias entre los años 50 y el año 2024. Para mí es un poco lo mismo, para mí lo bello ha sido este camino que me ha creado preguntas que he querido contestar, que me ha creado emociones y retos de hacer algo nuevo, sin ninguna meta. El tránsito de aquel momento hasta ahora, que ha dado sentido a mi vida, como hombre.