Chucky, el inmortal
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No sé muy bien cómo pero, sí, yo también caí en las garras del «muñeco diabólico». El calendario todavía marcaba el siglo pasado cuando algún iluminado de mi grupo del colegio decidió que el viernes siguiente era el día perfecto para hacer la primera quedada de nuestras vidas fuera de los confines que marcaban las vallas del Príncipe de Asturias –allá por Cantoblanco (Madrid)– y los cumpleaños de toboganes, ganchitos y Coca Cola con Fanta –mezclado, pero no agitado, que perdía las burbujas–. El plan, extraordinario a priori, no entrañaba ningún problema. Solo chicos: salíamos de clase a eso de las cuatro de la tarde, íbamos a los cines de La Vaguada y allí, en taquilla, comprábamos –en pesetas, por supuesto– las entradas para ver «La novia de Chucky», la cuarta película de la marioneta y pese a que me jugaría un dedo a que no más de dos, de los siete u ocho que sumábamos, habían visto alguna pincelada de la saga. Pero todos perdíamos el culo por ir a ver el pase del momento. Luego iríamos a comer una hamburguesa y para casa tan felices por haber sobrevivido a Charles Lee Ray, que para eso éramos los mayores del «cole» y, si me apuras, nos creíamos hasta valientes. Nos íbamos a atrever con un muñeco todavía más malo que nosotros, que habíamos roto la ventana del aula de música con el balón de fútbol americano y disparado al ojo de otro con una goma elástica. Pero no, todo iba a quedar en el primer gatillazo de nuestras vidas, en el sueño de un grupo de niños que se creían adultos y no habían llegado ni a adolescentes. La fascinación que nos había llevado por arte de magia hacia Chucky –probablemente por habladurías de hermanos mayores o, quizá, por compartir quinta con el protagonista– se transformó en pánico para las dulces madres que intentaban que no nos saliéramos del carril. «No», dijo la primera, y la segunda, y la tercera... ¡Cómo esos proyectos de Einstein o de funcionarios de alto rango se iban a ir a ver las aventuras del estrangulador de Lakeshore! Una doble cara que todavía hoy suscita el bueno, o malo –depende de quien te lo cuente–, de Chucky. Un icono del terror que resiste el paso del tiempo mejor que nadie, que ya prepara su nueva entrega para 2019 y de cuyo padre, Don Mancini, se podrá disfrutar en el VI Festival Internacional de Cine Fantástico de Madrid el 24 de octubre, de una conferencia sobre la creación del mito. Ese al que no le han dejado acercarse en su próxima película: «No lo conozco», tuiteó el creador hace menos de una semana al conocer la cara del que se hará pasar por su diabólico hijo.