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Calos Saura: «Es injusto decir que la jota es franquista»

Calos Saura: «Es injusto decir que la jota es franquista»
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Homenajea y actualiza el folclore de su tierra natal y defiende el «lenguaje común» de la música

Lleva años rescatando y promocionando por el mundo el folclore ibérico a través de sus musicales sui generis: «Sevillanas», «Flamenco», «Fados»... Ahora, Carlos Saura (Huesca, 1932) profundiza en la música de su tierra natal con «Jota», un collage de estilos para el que ha contado con artistas como Miguel Ángel Berna, Carlos Núñez o Sara Baras.

–Siendo usted de Aragón, choca que haya tardado tanto en homenajear a este género.

–No he tardado yo, sino el dinero para hacerlo. Pero está bien que se haya retrasado porque eso me ha permitido trabajar la jota desde un punto de vista más abierto y mostrar cómo se puede bailar hoy en día sin necesidad de atuendos folclóricos, libre de compromisos, proyectándola hacia el futuro. Hay que enseñar que la jota es una cosa muy amplia: no sólo está en la música clásica de muchos autores, sino que se puede bailar de muchas maneras y está en contacto con otras muchas músicas.

–¿No tiene la sensación de que la jota es una especie de «patito feo», con menos cartel que el flamenco o las sevillanas?

–Lo que pasa es que en Aragón somos insulsos para eso, no fomentamos lo que tenemos. Pero hay varias escuelas de jota en Zaragoza y en España. Lo que se ha perdido es la sensación de que esté actualizada. Pero eso pasaba igual con las sevillanas, que eran conocidas sólo en Sevillla. A partir de que hiciéramos «Sevillanas» con Manolo Sanlúcar aparecieron de repente mil posibilidades nuevas. De hecho, cuando Juan Lebrón me ofreció hacer una película para la Exposición Universal de Sevilla, yo me empeñé en que fuera de sevillanas en vez de flamenco, y él me dijo que no, que eso no le interesaría a nadie.

–¿No tiene la sensación de que en España todo lo que suene a folclore se considera «casposo»?

–También se pensaba del flamenco: que si era una cosa sólo de gitanos, de barrios periféricos... A la mayoría no le interesa, pero luego empezó a sumarse gente, y se generó una gran repercusión.

–Me refiero a que quizás muchos vinculan los cantes y bailes típicos al franquismo, lo ven como una cosa rancia y preterida.

–Eso del franquismo es muy injusto, pero es verdad que se ha dicho mucho. También pasó con el fado, porque le gustaba mucho a Salazar. Cuando llegó la democracia a Portugal, lo rechazaron.

–En todos estos casos que estamos hablando se le puede considerar no sólo un retratista de nuestro folclore, sino todo un activista. Usted ha contribuido a cambiar esa percepción.

–He tenido la suerte de servir un poco de plataforma a la música nuestra. Y de eso estoy muy contento. Cuando veo el interés, por ejemplo, en Toronto con toda la sala llena de gente viendo bailar jota y aplaudiendo... Además, te das cuenta de que hay un lenguaje universal de la música, algo que une a los pueblos.

–Pero también hemos visto cómo las señas de identidad locales se usan para separar en este país.

–Eso se ha dado en España en todo: en el cine, en el teatro, en la literatura. Es un país de contradicciones continuas, no ahora sino de siempre, de luchas fratricidas. Eso habría que superarlo, aunque lo veo difícil, tal y como están las cosas. Lo único que hace falta es que no se llegue a una guerra civil. Aquello fue un disparate.

–Lo dice como si la amenaza no fuese tan inverosímil.

–Es algo que puede llegar. No ahora. Pero el español es así, muy reivindicativo, de carácter. Y estamos viendo cómo las guerras están llegando a otras partes del mundo. En España espero que haya sensatez para que no se vuelva a la violencia. Pero no está tan difícil desgraciadamente. Lo que hay que hacer es no olvidar la Guerra Civil porque puede volver a pasar.