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Cine

El cine de terror, la otra delicia turca

Olvídense de los culebrones, lo que se lleva ahora en el mundo audiovisual de la Turquía de Erdogan son las películas de miedo... con sabor islámico

Escena de «D@bbe», cinta por excelencia del terror turco Archivo

Puede que la televisión haya sido inundada por telenovelas turcas que han superado el éxito de los originales culebrones latinoamericanos. Pero al mismo tiempo, silenciosamente, estaba ocurriendo una revolución en la historia del cine turco: la aparición de una avalancha de películas de terror de bajo presupuesto que se está extendiendo como un virus gracias a las plataformas e internet.

El mundo musulmán ha sido siempre remiso al cine de terror, cuyos arquetipos y tradición literaria le resultan ajenos. Sin embargo, a partir del nuevo milenio han empezado a aparecer numerosos ejemplos en Egipto, Marruecos o los Emiratos. Pero en ningún lugar ha estallado con tanta fuerza el fenómeno como en la Turquía de Erdogan y su AKP, al frente del país desde 2002. Un estado reislamizado que se ha convertido en caldo de cultivo perfecto para thrillers de pesadilla, profundamente anclados en temas procedentes del Corán, la tradición islámica y el chamanismo mágico de Anatolia. Algo que encaja sorprendentemente bien con la actual moda del folk horror.

A lo largo de su más de un siglo de historia, el cine turco, cuya aparición se data en 1914 con el documental «Ayastefanos’taki Rus Abidesinin Yikilisi», basó su industria, especialmente prolífica de los años cincuenta a los setenta, en géneros como la comedia, el musical y el melodrama, con las consabidas incursiones en el cine de autor, la «exploitation» y en dramas históricos, bélicos o criminales. Hasta 2004, Turquía sólo había producido prácticamente cuatro películas de terror: la desaparecida «Çıglık» («Grito», 1949), considerada un thriller; «Drakula Istanbul’da» («Dracula en Estambul», 1953), imitación de la Hammer; «Ölüler Konusmaz ki» («Los muertos no pueden hablar», 1970) y «Seytan» («El Diablo», 1974), remake de «El exorcista» (1973). A las que podemos añadir alguna rareza como «Karanlik Sular» («La historia de la serpiente», 1993) o la coproducción inglesa «Born of Fire» (1987).

Súbitamente, en 2004, aparecieron dos películas de terror dirigidas al público joven: «Okul» («La escuela»), según una novela de Dogu Yücel, y «Büyü» («Magia»), la primera en presentar elementos islámicos. Pero es «D@bbe» (2006) de Hasan Karacadag la que realmente desata todo. Karacadag, que terminó su formación en Japón, se inspira formal y temáticamente en el J-horror, el cine de terror nipón, especialmente en «Kairo» (2001) de Kiyoshi Kurosawa y «Ringu» (1998) de Hideo Nakata. El estilo atmosférico del terror japonés, su uso de las nuevas tecnologías para reificar los viejos terrores sobrenaturales de mitología y folclore, se adaptan perfectamente a las condiciones tanto económicas como ideológicas del cine turco, con el que comparte no sólo una relación formal sino también de fondo: la creencia en la realidad de espectros y demonios, sustentada por un poderoso poso de fe religiosa.

Terrores del nuevo milenio

La apocalíptica «D@bbe» introduce el que se convertirá en «monstruo» por excelencia del terror turco: el djinn, la raza creada por Alá del «fuego sin humo» al mismo tiempo que la humana (si no antes). Cine de horror y djinn se han convertido en sinónimos para el espectador turco. Esta relación quedaría certificada al año siguiente con «Musallat» (2007), de Alper Mestçi, historia de folk horror sobre un djinn enamorado de una mujer humana, narrada como un siniestro rompecabezas. Hasan Karacadag y Alper Mestçi son los nombres fundamentales y fundacionales de la nueva ola del cine de terror turco. Con muy pocos medios, usando y abusando por necesidad de los efectos digitales, han conseguido crear una pequeña industria del género que no para de crecer.

Karacadag, quien abandonó su país tras el fallido golpe de estado del 2016, volviendo a Japón, confirmó su posición como abanderado del género con «Semum» (2008), influenciada por el cine de terror satánico de Hollywood, con un final infernal entre el puro kitsch oriental, las portadas de Iron Maiden y «El Señor de los Anillos» (2001) de Jackson. Poco después, convertía «D@bbe» en franquicia: seis títulos en total, siendo «Dabbe (Dab6e)» de 2015 su última entrega por ahora. Pese a su exilio ya hay rumores sobre «Dabbe 7». Por su parte, Mestçi, además de «Mussalat 2: Lanet» (2011), ha participado en dos franquicias igualmente populares: la de «Siccin», iniciada en 2014, que alcanzó este año su octava entrega con «Siccin 8» (2025); y la de «Üç Harfliler», las dos primeras dirigidas por Arkin Artaç y Murat Toktamisoglu respectivamente, para pasar después a sus manos hasta la quinta y última de momento: «Üç Harfliler: Adak» (2019). Ambos han dirigido otro montón de títulos, generando más secuelas. A ellos cabe sumar el joven Özgür Bakar, que se divide entre el terror y la comedia, creador de nuevas franquicias con «Ammar: Cin Tarikati» (2014), «Deccal» (2015) o «Alem-i Cin» (2018), cuya tercera parte se estrenó en 2022.

Escena de «Cadi»Archivo

En 2014, año clave para el género, se estrenaron en Turquía unas cuarenta películas de terror, de las cuales más de un tercio tenían como tema el mundo musulmán.

La mayoría de este terror sobrenatural turco queda definido por las palabras del propio Karacadag: «Lo que yo hago es reunir las narrativas que están enterradas profundamente en nuestra cultura y atrapadas en las leyendas olvidadas de los antiguos para presentarlas al público a través del cine». Asimilando tanto el J-horror como el cine satánico setentero, el falso metraje ha encontrado estilo en «El proyecto de la bruja de Blair» (1999) y «Paranormal Activity» (2207), así como el nuevo terror paranormal «basado en hechos reales» de «Expediente Warren» (2013). Los directores turcos aplican todo a historias que surgen del Corán, de viejas leyendas árabes y del acervo preislámico del chamanismo y la brujería anatolios.

El resultado, pese a su pobreza –cada vez más relativa– de medios, es sorprendentemente efectivo. La mayoría de sus tramas poseen una estructura fija muy funcional: un grupo de jóvenes, una familia, pareja o matrimonio, generalmente de clase media acomodada (con aires de telenovela), relativamente laico y escéptico, se ve acosado por la presencia maligna de uno o varios entes sobrenaturales. La maldición o hechizo, que a menudo deriva en posesión, es combatida por un hodja (sanador o chamán islámico), que no tarda en descubrir el origen humano de esta irrupción del Mal en el mundo de los hombres. Aunque eso no siempre signifique que pueda vencerlo.

Resulta obvio que este nuevo cine de terror religioso es síntoma evidente del impacto que la irrupción del partido islámico de Erdogan ha causado en todos los niveles de la sociedad turca. Por un lado, refleja el miedo de los progresistas a la intrusión de la religión en la vida cotidiana y las instituciones turcas. Algunos han visto en el apocalíptico final de «D@bbe», con sus hordas de djinns invadiendo el mundo a través de internet, una expresión del temor del ciudadano laico al triunfo del integrismo islámico. Por otra parte, el mensaje en casi todos los filmes es que si bien el Mal procede del Islam, su aparición es causada siempre por una sociedad moderna occidentalizada y escéptica. Y la salvación debe proceder del propio Islam, encarnado en el personaje del hodja. El cine de terror turco con motivos islámicos presenta metafóricamente las dos caras de la Turquía de Erdogan, donde la tensión entre la tradición modernista laica de la nación de Ataturk y el actual estado islámico moderado, se traslada a la pantalla a través de modernas fábulas morales.

No todo el cine de terror turco es musulmán. Cada vez se hacen más películas con elementos típicos occidentales (zombis, psicópatas, vampiros…), pero hasta cuando no se trata de cuestiones islámicas, como en «Baskin» (2015), del prestigioso Can Evrenol, es fácil caer en la tentación de interpretarlas en términos sociológicos, pues reflejan oscuramente, como espejos deformes pero iluminadores, la realidad de la Turquía actual. Algo es seguro: se trate de un cine reaccionario o transgresor (posiblemente ambas cosas a la vez), siempre es buen síntoma que el espacio para el terror islámico esté en las pantallas. Quizá así se destierre toda tentación de hacerlo realidad.

Las cinco películas que debe ver

En 2024 se produjeron más de cuarenta películas de terror en Turquía. Lo que llevamos de este van unas treinta. Amazon, Netflix y YouTube se están convirtiendo en motores de su cine de horror. Estas son las películas que no debes perderte para disfrutar del nuevo cine turco de terror:

  • «D@bbe» (2006) de Hasan Karacadag. Un thriller con djinns, internet y apocalipsis que pese a sus pocos medios funciona gracias a su ritmo, atmósfera y fusión de elementos sobrenaturales con tecnología digital, de clara inspiración en el J-horror.
  • «Musallat» (2007) de Alper Mestçi. Una leyenda moderna de folk horror sobre un djinn enamorado de una humana, que refleja la alienación de la emigración turca en Alemania y la oposición entre campo y ciudad, característica del género.
  • «Siccin» (2014) de Alper Mestçi. Angustioso thriller de brujería y posesión. Una familia es acosada por presencias sobrenaturales, invocadas por una mujer despechada. Destila la estructura básica del género, siendo objeto de un remake indonesio: «Sijjin» (2024)
  • «Baskin» (2015) de Can Evrenol. Una excepción a la regla: el terror no proviene de fuentes islámicas, aunque sí de un culto esotérico. Triunfador en Sitges, uno de los más originales filmes turcos de horror, con influencias de Clive Barker.
  • «Cadi» (2024) de Erman Bostan. Un romántico misterio gótico con toques de brujería y mesmerismo ambientado al final del Imperio Otomano, inspirado en el cine de Hitchcock. Para variar, plantea una aproximación nada religiosa al problema del Mal.