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El Gordo ye le tocó a Antonio Resines

Susan Béjar dirige «Un lío de millones», una comedia navideña con mensaje crítico

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La escena habla por sí sola. Irrumpe Antonio Resines en el programa de David Broncano «La Revuelta» cuando ya este está tocando a su fin. Entra por la puertecilla de los invitados ataviado con ropajes de ricachón ostentoso y una suerte de sombrero de la mafia de los años 60. En cada mano lleva sendas pistolas que disparan billetes como de Monopoly pero con su peculiar efigie, calvo y con una poblada barba. Lluvia de «residólares» para los invitados de las primeras filas del espacio de TVE. Un público, que, al completo, será invitado a continuación por el propio actor cántabro, quien se apoya en sus característicos gestos con los dedos de la mano, a asistir al prestreno de «Un lío de millones» en los cines de Callao, a escasos metros de donde se graba «La Revuelta», programa al que dice ir en calidad de «colaborador publicitario». «La comedia de estas navidades», dice. «La comedia de estas navidades», repite.

Con un actor así, tan libre, espontáneo e idiosincrásico –que lleva 40 años interpretrándose a sí mismo– es con quien ha tenido que lidiar la directora debutante Susan Béjar para rodar su ópera prima, la ya mencionada «Un lío de millones», remake de la comedia francesa «Mis queridísimos hijos». La cuestión es que la «novata» Béjar, que viene del mundo del guion y del corto, consigue –todo el mundo, incluído ella, se pregunta cómo– domar a ese león de la escena que es Antonio Resines para que haga un ejercicio de contención e interprete a un padrazo algo apocado, complaciente.

«Ha sido un auténtico placer trabajar con estos actores tan experimentados: Clara [Lago] y Gracia [Olayo] se implicaron a fondo desde el primer momento, y aportaron mucho desde el punto de vista creativo», dice al respecto la directora de la cinta. «Con Antonio Resines fue más difícil al principio porque él es muy improvisador e impaciente, y a mí me gusta probar la cosas primero para asegurarme de que funcionen. Pero luego ha sido un encanto; ha estado muy implicado y ha sido muy generoso», especifica sobre el veterano actor.

«Un viajecillo gracioso»

Esta, como saben, «grosso modo» es la historia de unos padres que sufren el síndrome del nido vacío desde que sus dos hijos se emanciparan, volaran del hogar familiar. Con las dos criaturas idependizadas y bastante pasotas respecto a sus progenitores, estos deciden pergeñar una trampa a modo de señuelo o reclamo para que vuelvan a casa por Navidad: van a decirles que les ha tocado El Gordo de La Lotería. Y a partir de ahí ya se disparata la situación.

A quien sí le toco la lotería de verdad fue a la joven cineasta Susan Béjar, tal y como asegura ella, cuando le llamaron de una potente productora hace un par de años para que se pusiera al frente, claqueta en mano, de esta adptación humorístico-familiar. «Jamás pensé que me harían un encargo así –confiesa la directora–. Dije que sí porque estaba en proceso terapeútico y sin motivo alguno me vino a la cabeza que a mediados de octubre me iba a suceder algo importante. Y así fue: para el día 16-O me llamaron para proponerme este reto profesional». Y prosigue: «Yo dejé aparcado el largometraje que justo iba a empezar, que también era una comedia, y me volqué en cuerpo y alma en la dirección de este».

«Ha sido un proceso muy intenso, muy duro si cabe decirlo», comenta Susan Béjar. «Pero ahora, días antes del estreno, lo estoy viviendo con una alegría, una ilusión y una gratitud impresionantes», agrega la hasta entonces directora y guionista de cortometrajes. «Siento que he hecho algo con mi alma, con mi carácter y con mi propio humor, pero dentro de una estructura segura, como es la base de una película de éxito y el amparo de una productora».

Y asegura Béjar que «aunque venga de algo prexistente, ha salido algo con su propia singularidad: creo que es una historia con un humor más gamberro y más tierna que su matriz. Yo ‘cocino’ utilizando, mezclando, los mejores ingredientes que encuentro en la nevera. En fin, ha quedado esta suerte de viajecillo gracioso», resume la cineasta.

Comedia con mensaje

Más allá del humor, la cinta tiene un mensaje una crítica dirigida a la ingratitud y al egoismo de muchos hijos, que sólo se preocupan por sus padres cuando hay un interés de por medio. «Se empatiza rápido con los padres porque los hijos son unos caraduras –comenta Béjar–, pero ellos también han provocado la situación, no han gestionado bien su individualidad. Esto refleja la situación de muchas personas, pero evidentemente caricaturizada». Sin embargo, «en definitiva hay un mensaje de reconciliación entre familiares, y confío en que los padres quieran llevar a sus hijos a verla, y viceversa. Eso es bonito, y además ayuda a la taquilla», ríe.