Cómo Klaus Teuber revolucionó los juegos de mesa con Catán
Fallece a los 70 años el artífice de un fenómeno global que enterró los defectos del Monopoly y el Risk
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Nadie entendió mejor que el alemán Klaus Teuber que “el hombre ha nacido para jugar, no para trabajar”, tal y como dijo el filósofo Byung-Chul Han (Buen entretenimiento). Teuber, protésico dental de profesión, falleció este 4 de abril, tras una corta y severa enfermedad, a los 70 años, convertido en una leyenda de los juegos de mesa.
Lo consiguió gracias a la creación de Los colonos de Catán, aunque en su brillante trayectoria destacan otros éxitos. Consiguió hasta en cuatro ocasiones el premio Spiel des Jahres (los Oscar de los juegos de mesa) con los títulos Barbarroja, Drunter und Drüber y Adel Verpflichtet, al margen de su obra más célebre.
Catán, lanzado en 1995, ha vendido 30 millones de copias en todo el mundo y la cifra sigue creciendo. Para entender la dimensión del fenómeno basta con compararla con algunos de los discos más populares de la historia, ya que está exactamente a la misma altura de la recopilación 1 (The Beatles) —el más vendido de la década de 2000— Bad (Michael Jackson), Born in the USA (Bruce Springsteen) y Nevermind (Nirvana).
¿Pero cómo Teuber logró semejante gloria? ¿Cómo logró que los personajes de The Big Bang Theory aparezcan a menudo jugando a Catán en sus episodios? ¿Cómo logró reunir a admiradores tan célebres como el fundador de Facebook, Mark Zuckerberg, y al confundador de LinkedIn, Reid Hoffman? Pues lo hizo enterrando los grandes defectos de los juegos de mesa que dominaron el siglo XX.
En la mayoría de casas hay copias de Monopoly, de Cluedo o de Risk, por citar los tres juegos de mayor popularidad del siglo anterior. Todos ellos son más antiguos de lo que muchos sospechan, ya que la creación del Monopoly se remonta a 1904, la del Cluedo a 1949 y la del Risk a 1950.
Gracias a sus indudables virtudes, estos juegos se colaron en las casas durante años hasta que miles de personas acabaron por aburrirse de sus defectos: dependían mucho del azar, propiciaban espesas discusiones sobre las normas, derrotaban a los jugadores a media partida —fuera por una bancarrota, fuera por un ejército destruido— y, a menudo, resultaban inacabables. El resultado fue que el mercado de esta industria quedó estancado a partir de 1980 y no revivió hasta que Teuber trajo la revolución a finales de siglo.
Con Catán puso fin a estos defectos propiciando una verdadera revolución en los juegos de mesa. Atenuó el factor del azar, estableció reglas muy claras de tal manera que una sesión se juega igual en Salamanca que en Shangai, y dejó con opciones a todos los jugadores hasta el final. Y todo ello en una partida que, ocurra lo que ocurra, no se alarga más allá de una hora y cuarto. "El juego es perfecto", repiten una y otra vez sus fans.
Su éxito no solo ha dado pie a variantes del mismo juego (El duelo, Catán cartas, Catán el juego de dados) y a una expansión tras otra, sino que propició algo mucho más relevante: creó una categoría de juego, el juego alemán o eurogame. Teuber había logrado su particular receta de la Coca-Cola, pero sin secretos: reglamento claro, duración limitada, poco azar, muchas decisiones y competitividad hasta el final.
Kosmos, la editorial alemana que imprimió Catán por primera vez y lo licenció por todo el mundo, se ha despedido de su gran estrella así: "Klaus creó un universo de juego único dando lugar a uno de los juegos más exitosos de la historia en más de 40 países. Estableció y dio forma al género del juego de mesa alemán. Nuestros pensamientos están con su amada familia, el centro de su vida". Devir, su sello en España, también lo ha homenajeado.
Con su muerte la cultura popular despide a uno de los grandes nombres de los últimos años, al hombre que deja un sinfín de aficionados al trigo, al tocho, a la roca, a la madera y a las ovejucas.