Crítica de "How to have sex": ética del consentimiento ★★★★
Dirección y guion: Molly Manning Walker. Intérpretes: Mia McKenna-Bruce, Samuel Bottomley, Lara Peake, Enva Lewis, Daisy Jelley. Fotografía: Nicolas Canniccioni. Reino Unido, 2023. Duración: 91 minutos. Drama.
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A Molly Manning Walker le basta una imagen, la del rostro compungido de Tara (espléndida Mia McKenna Bruce), para sintetizar la complejidad que se esconde detrás de la ética del consentimiento. Sus labios dicen “sí” mientras su cuerpo dice “no”, y entre esos dos adverbios se abre un espacio político donde el hombre ningunea el deseo de la mujer, y cae por su propio peso toda la patria potestad de lo masculino, el derecho de pernada feudal disfrazado de placer sexual compartido. “How to Have Sex” explica de un modo muy directo, y muy emotivo, lo que ocurre después del “sí es no” de Tara: toda la vergüenza, todo el silencio, toda la presión -que también procede del ámbito femenino- para que ese execrable encuentro sea normalizado, y pertenezca a un fuera de campo que alentará, una segunda vez, que se perpetúe la cultura de la violación.
Buena parte de la fuerza de la película es la de ese descarnado realismo británico que filma las noches de borrachera de fin de curso en la isla de Creta con la vitalidad de quien ha dormido en las calles de Magaluf oliendo a chupito por la mañana, abriendo los ojos al sol para matar la resaca con una birra. Esas noches tienen algo de pertinaz ritual de iniciación tribal, que Walker hace bien en no condenar, porque el alcohol o las drogas no son culpables de nada. El drama de Tara tiene un origen sistémico, que solo puede arrancarse de raíz cuando la víctima habla y los demás, la escuchan y la creen.
Lo mejor:
Logra tratar un tema tan espinoso como el de la cultura del abuso y la ética del consentimiento abrazando su complejidad moral y emocional.
Lo peor:
Hacia el final está a punto, solo a punto, de hacer demasiado evidente su mensaje.