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Estreno

Crítica de "Una quinta portuguesa": hacerse un mapa ★★★★

Dirección y guion: Avelina Prat. Intérpretes: Manolo Solo, María de Medeiros, Branka Katic, Xavi Mira. Música: Vincent Barrière. Fotografía: Santiago Racaj. Portugal, 2025. Duración: 114 minutos. Drama.

Un fotograma de "Una quinta portuguesa" Imdb

En esta deliciosa fábula sobre el ansia de desaparecer -y, en ese anhelo de tocata y fuga, el alivio de reencontrarse con uno mismo siendo otro, suplantando una identidad o inventándose una nueva, en una suerte de elogio de las segundas oportunidades-, se traza una cartografía del mundo como enigma que nos desvela, que nos hace humanos. No debe de ser casual que Fernando (excelente Manolo Solo), que luego será Manuel, nazca como geógrafo para convertirse en jardinero: hay algo en él de buscar el orden de los espacios, que también tendrá que ver con la política de los cuidados que implica arrancar malas hierbas y plantar flores.

También del viaje, del movimiento que impulsa al creador de un mapa que se hace al vagabundear, y del quedarse quieto, del habitar por fin un refugio que es paraíso y a la vez cárcel. Esta delicada, magnífica “Una quinta portuguesa” oscila entre esos dos polos opuestos, que son los de un pasado que siempre nos persigue -la esposa que abandonó a Fernando, el colonialismo angoleño de Amalia (María de Medeiros)- para obligarnos a decidir qué hacemos con nuestro presente.

Así las cosas, uno de los grandes hallazgos de la película es que, bajo el discurrir plácido de sus imágenes, que acompañan en su destino incierto a los protagonistas, hay siempre una tensión, un misterio, una asunción natural de que la experiencia humana está atravesada por giros de guion que nos descolocan, que nos impulsan a redibujar el mapa que ya habíamos trazado en nuestra imaginación. Al resituarnos durante el proceso como espectadores, aprendemos a amar lo que antes nos desconcertaba, mientras la película se revela, al final, como un triunfo del relato, de los relatos que nos contamos para ser quiénes somos ante los demás.

Lo mejor:

Su placidez imprevisible, su placer indisimulado al contar historias, su defensa de las identidades reinventadas.

Lo peor:

Nos gustaría continuar un poco más en esa quinta, ver cómo florecen los almendros.