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Estreno
Crítica de "The Mastermind": el robo más torpe jamás contado ★★★★ 1/2
Dirección y guion: Kelly Reichardt. Intérpretes: Josh O’Connor, Alana Haim, Jasper Thompson, Hope Davis. Música: Rob Mazurek. Fotografía: Christopher Blauvelt. Estados Unidos, 2025. Drama.

Puede que este sea el robo más torpe y triste del mundo, aunque quien lo diseña piensa que ha tenido la idea más brillante del siglo. Es ese desfase, entre la realidad y su embellecida proyección mental, o entre el hurto ‘amateur’ y el género cinematográfico que lo glamurizó, el que define el lugar desde donde se narra la espléndida “The Mastermind”, que es, entre muchas otras cosas, la historia de un pobre tipo que quiso dar un golpe al sistema sin poner en valor lo que significaba su gesto, mientras le daba la espalda a un país en pleno ataque de epilepsia.
Kelly Reichardt ha hecho una película francamente extraña, que empieza como una comedia de costumbres dispuesta a disolver los clichés de las ‘heist movies’ para luego convertirse en una película de fugas deliberadamente anticlimática, una ‘road movie’ que parece no tener una meta que alcanzar y una fábula política que nos remite a un país en busca de su propia identidad.
Así las cosas, entre los sincopados acordes de la jazzística banda sonora y los colores otoñales de la fotografía, Reichardt dibuja un complejo estudio de personaje -ese indolente carpintero en paro, autor intelectual del robo de unos cuadros abstractos de un museo en Massachusetts- con la ayuda de un extraordinario Josh O’Connor. La primera parte de la película consiste en la preproducción y ejecución del robo, previamente despojado de toda mítica, desvaído y desvalido, con los noticiarios sobre la guerra del Vietnam de fondo.
Como ocurría en “Night Moves”, la película se oscurece sin que nos demos cuenta, y J.B. Mooney, que así se llama el protagonista, emprende una huida por la ignota América de los setenta sin más rumbo que el de su propio solipsismo, que le impedirá predecir hasta qué punto los azares de la Historia engullirán su destino. “The Mastermind” es una película que crece exponencialmente a medida que su protagonista pierde pie y se hace pequeño, y su soledad, que es la del Will Oldham en la memorable “Oldjoy”, le convierte en el ser insignificante que nos condenamos a ser cuando ignoramos lo que ocurre a nuestro alrededor. Y aquí lo que ocurre es la Historia, el compromiso con una posible revolución que solo cambió el mundo durante un rato.
Lo mejor:
Su militante condición de ‘anti-heist movie’, su brillante estudio de personaje y Josh O’Connor, por supuesto.
Lo peor:
Que, como ocurre con el cine de Reichardt, tenga esa apariencia de película menor.
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