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"Desconocidos": cucharita cósmica

Andrew Scott ("Fleabag") y Paul Mescal ("Normal People") protagonizan la nueva propuesta de Andrew Heigh, un acercamiento en clave "queer" al proceso de duelo
Andrew Scott (izda.) y Paul Mescal en "Desconocidos"
Andrew Scott (izda.) y Paul Mescal en "Desconocidos"THE WALT DISNEY CO.
La Razón
  • Matías G. Rebolledo

    Matías G. Rebolledo

Valladolid Creada:

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Hay pocos gestos que reflejen la intimidad como la cucharita. Acurrucarse con el ser amado puede llegar a serlo todo: una cura, un descanso, un alivio. Hasta la propia etimología nos habla de un registro privado, una infantilización diminutiva y léxica del amor, el cariño y todo lo que queda en medio. Es la representación física de los motes, tonos y verbos que solo se dan en pareja. Los sajones, siempre al quite con su mucho más flexible vocabulario, han empezado a llamarle "marriage language" (en español, "lenguaje de casados"), como para ponerle nombre a eso tan etéreo que cambiaría para siempre nuestra imagen de hacerse público. Desde un "nene" a un "pequeña", pasando por el naftalino y cringiano "cuchicú" o lo agudo del silbido amoroso, ese lenguaje privado es en realidad la llave, la puerta y la solución a cualquier problema de comunicación y un coto privado, lejano y doloso cuando se acaba el amor. Somos seres conscientemente ridículos cuya felicidad es proporcional a la ausencia de ataduras para con el resto de la sociedad que no se desviste con nosotros.
Ese terreno es el que explora, desde lo sentimental a lo sentido (pasando por lo sentimentaloide), la extraordinaria "Desconocidos" ("All of Us Strangers"). La nueva película de Andrew Haigh, director anteriormente de "Lean On Pete" (2017) o la aplaudida "Weekend" (2011), se sirve de esa intimidad tan específica para recorrer el camino hacia ella desde el proceso de duelo por el que está pasando el protagonista. Expuesta a la luz de su habitual prisma queer, y apoyándose en la inmensa labor interpretativa de Andrew Scott ("Fleabag"), el director levanta una epatante tesis sobre la renuncia: a avanzar, a aceptar las pequeñas y grandes derrotas, y a abrirnos a otros. El filme, delicado en su estudio psíquico de la depresión y más juguetón cuando flirtea con lo sexual o se entrega momentáneamente a la comedia, baila con lo cursi sin olvidarse nunca de su cometido, que no es otro que el de mostrar de la manera más descarnada posible cómo la mejor forma de amar es la que se basa en la liberación, propia y ajena.
"Desconocidos" ("All of Us Strangers") es la nueva propuesta de Haigh tras "Weekend" o "Lean on Pete"
"Desconocidos" ("All of Us Strangers") es la nueva propuesta de Haigh tras "Weekend" o "Lean on Pete"THE WALT DISNEY CO.
Profundamente literaria, no en vano la historia original viene de una novela de Taichi Yamada, Haigh nos presenta aquí al personaje de Scott como un escritor entrando en la cuarta década. Traumatizado por la prematura muerte de sus padres (clínicos y sólidos, secundarios de lujo, Claire Foy y Jamie Bell), cuando apenas tenía 12 años, el protagonista se volcará en un proceso de reconstrucción sentimental que le lleva a imaginárselos de nuevo vivos, hablando con él en la que fuera su casa de toda la vida. ¿Qué les diría? ¿Cómo serían esas conversaciones? ¿Saldría del armario con ellos, que dejaron este mundo cuando él aun era un niño? ¿Quién se lo tomaría mejor? Todo eso se vuelca (literalmente) sobre la mesa de la cocina, y Haigh nos conduce por una especie de terapia "freudiana" con inteligentes giros y reflexiones. Todo lo que el personaje sabía y lo que creía saber sale a la luz, enseñándonos mucho más de él que de sus padres, reflejándolos en la pantalla cual mito cavernario para que la conclusión trascienda a lo lacrimógeno y se adentre en lo filosófico: somos tan imperfectos, al menos, como creemos que son nuestros padres.
Concebida como un ejercicio de edging (la práctica que se centra en el camino hacia más que en el orgasmo) emocional, a "Desconocidos" le interesa bien poco el destino. La película recorre el camino del duelo hacia la superación, vía crucis parlanchín mediante, de la misma manera en la que lo haría un caminante sin prisa. Se detiene para hacerse fotos de fiesta, para adentrarse en lo lisérgico y hasta para hacer un par de muy buenos chistes. La prueba fehaciente de todo ello es el personaje al que da vida con magnetismo irrenunciable Paul Mescal ("Normal People", "Aftersun"). Vecino molesto primero, interés amoroso después, su aparición en la vida del protagonista le da a Haigh motivos para creer y elevar su filme hacia lo cósmico: no estamos solos; nunca deberíamos sentirnos solos.
Tan bella y tan sensual por momentos, "Desconocidos" es una película extraña, rara. Es perfectamente consciente de sus limitaciones narrativas, porque no le interesa nada más que su protagonista, pero al mismo tiempo apela a una universalidad por magnificencia con la que a veces se hace complicado conectar. Imaginamos que ese esfuerzo viene de la intención de Haigh de lo ceñirse a lo queer, no hacer exclusivista la película, pero ello acaba lastrando el tramo central de la película. Sin embargo, nada de ello acaba repercutiendo en el poso que el tránsito es capaz de dejar en el espectador, completamente volcado en la recuperación de mimbres que es el último acto, emocionado con la artesanía sentimental que recubre los cimientos del filme. Scott, absolutamente entregado a la causa de la película, gigante en cada plano, no solo demuestra que es uno de los mejores actores británicos de su generación, sino que es capaz de hacernos parte de un universo que en manos de cualquier otro intérprete quedaría en ajeno.
Ese agradecido proselitismo de la película, acaso la traslación fílmica del concepto del "lenguaje de casados" sobre el que nos incita a reflexionar, nos acaba pidiendo que seamos más cómplices que espectadores, más cucharitas pequeñas que butacas llenas. "Desconocidos" está llamada a ser una de las mejores películas del año.