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Contracultura

Día del Libro: la joven rebelión de la lectura

Aunque no están a la vista de todos en el Metro, una legión de adolescentes planta cara a los cantos de sirena de las multipantallas: para ellos, leer es un acto de reafirmación personal

Libros y material colocado en las estanterías de la librería Laie Pau Claris librería-café ubicada en la calle catalana de Pau Claris, donde los trabajadores preparan libros y material antes de enviarlos.
Libros y material colocado en las estanterías de la librería Laie Pau Claris librería-café ubicada en la calle catalana de Pau Claris, donde los trabajadores preparan libros y material antes de enviarlos.David ZorrakinoEuropa Press

A ver: ¿nos creemos a pie juntillas las encuestas ministeriales sobre hábitos lectores? (la última es de 2022). Se concluye que los jóvenes leen más. Sin embargo, nos da la sensación contraria: son datos difíciles de engullir para algunos. Un 67% de españoles, entre 25 y 64 años, se declaran lectores habituales en su tiempo libre. Y, por otro lado, el 74,2% de los jóvenes entre 14 y 24 se consideran «fans» de la lectura. ¿Es esto así o más bien leer es una rebelión protagonizada por parte de la juventud ante la implacable invasión de las multipantallas?

Basta con viajar en Metro, autobús, tren o avión para comprobar que la mayoría del pasaje dedica su tiempo muerto a actividades menos provechosas y exigentes, sobre todo, las que se pueden realizar desde un smartphone: chatear, bichear por redes sociales, escuchar música o ver una serie. No hace falta ser un lince para deducir que esas mismas personas cuando vuelvan a casa no retomarán la lectura de «Los hermanos Karamazov» o de «Fortunata y Jacinta». ¿O no? ¿O es que sus lecturas son otras y no las del llamado «canon»?

Redes sociales

El tiempo empleado en redes sociales y plataformas de streaming (principales depósitos donde los españoles invierten sus horas libres) se infiere que es inversamente proporcional al que se destina a la lectura: ya sea de un libro, un cómic, un periódico, una revista o un fanzine. Además, si hasta para actividades pasivas como ver un programa de televisión, una película o una serie la atención del espectador se resiente, recurriendo comúnmente a una segunda pantalla (la del móvil, claro) para colmar el mono de dopamina con los estímulos que a través de redes sociales se ofrecen, figúrense el esfuerzo colosal que habrá que emplear para leer, qué sé yo, «La montaña mágica» o «Eichmann en Jerusalén» en tiempos de Instagram y Tinder.

Por ello, en vísperas del Día del Libro, resulta gratificante charlar con tenaces y voraces lectores jóvenes que hemos buscado en X (antes Twitter) para rescatar sus testimonios de resistentes y pertinaces amantes de las letras, de felinos ibéricos. María Campos (Murcia, 1992) es conocida como Lady Wendoline en redes sociales, desde donde, aunque sea involuntariamente, hace proselitismo lector. A sus 31 años, María, aunque filóloga inglesa de carrera, lleva trabajando un lustro como editora en sellos de relumbrón como Libros del KO, Círculo de Tiza y, actualmente, Deusto. Ha traducido, editado y corregido libros de los más leídos recientemente en nuestro país; entre ellos, el pelotazo de «Feria», de Ana Iris Simón, con el que tuvo un amigable tira y afloja a costa de las comas con su autora. «Es totalmente falso eso que se dice de que no se lee: existen legiones de adolescentes enganchadas a las novelas de young adults», desmiente a modo de presentación. «Hay tribus urbanas que se generan en torno a la lectura de estos libros temáticos: antes eran roqueros o emos, y ahora es esto», abunda.

Por otra parte, «Prólogos» es un recomendable podcast literario que pusieron en marcha hace cuatro años dos jóvenes amantes de las letras: Diego Urteaga y Marta Somerset (Madrid, 1991), nuestra siguiente protagonista. Precisamente porque Marta tiene un oficio alejado de las letras, y muy cercano a los números, cuenta que, como madrugadora lectora necesitaba saciar la sed que tenía por participar en el mundo literario. Y, en vez de escribir, encontró la vía de expresión del podcast. Somerset está muy agradecida a las redes sociales, ya que no solamente le han permitido compartir sus lecturas, sino que, además, «recibo un retorno muy grande; me permiten intercambiar, tener interlocutores». La sonriente madrileña le da mucha importancia «al hábito lector» y no quiere hacer distinciones entre libros sin caer en el elitismo «porque uno te lleva a otro».

Julio Llorente (Santa Cruz de Tenerife, 1996) pudo ser futbolista como su padre, su primo (Marcos Llorente) o su tío abuelo (Paco Gento, la Galerna del Cantábrico), pero entre las armas y las letras, a diferencia del Quijote, escogió las letras. Y nosotros ganamos a un fantástico escritor y editor. Llorente fundó hace pocos años, junto a su amigo Dani de Fernando, la elegante y chestertoniana editorial Monóculo. Quijotesca empresa la suya, aunque asegure que «no es un negocio arriesgado, sino poco lucrativo». Recientemente, además, se ha estrenado como escritor con un libro de aforismos, «Titubeos» (Siltolá), que asegura no escribió con la intención de conquistar a una sociedad distraída e inmediata con un género capsular o tuitero, pero que si le preguntamos otra vez dirá que sí «por arrimar el ascua a mi sardina».

Llorente afirma rotundamente que «leer está sobrevalorado; cuidado con idolatrar la lectura», y explica que «no se trata de leer bien sino con provecho: ‘‘saber’’ viene de la misma raíz que ‘‘saborear’’», dice. ¿Es contracultural? «Creo que considerar la lectura como un acto contracultural puede implicar cierto postureo y superioridad moral. No es habitual, pero no sé si diría contracultural», sentencia Marta Somerset sobre esta afición. Y añade como epílogo nuestra podcaster, en torno al postureo lector o cultureta de las redes sociales: «El postureo y la superioridad moral se caen rápido en las redes. Tú sabes pronto identificar al lector de verdad, y no al que sube una foto de un libro cada día».

María Campos asegura que no cree que la lectura sea ya contracultural; «de hecho, es incluso un poco pop». Y en la misma línea de la autora de «Prólogos» afirma creer que «la contracultura realmente está en la gente que lee en la intimidad y no lo va pregonando por Twitter. Y es que se está revistiendo la lectura con una pátina de altura moral». «Me resisto a ver la lectura como algo contracultural», ataja por su parte Julio Llorente. «¿Cómo va a ser subversivo algo que te granjea los elogios de la mayoría? Nadie lo desdeña; la gente lo ve con arrobo, con admiración», abunda. Pero, acto seguido, matiza: «Sí es contracultural en el sentido que es inhabitual; pero me parece insano leer por el hecho de que sea contracultural». Eso sí, la contracultura puede ser un efecto de la lectura, claro».

Ya veremos si es sexy

«Esta mañana me volví a enamorar. Iba en el Metro de Sevilla una menuda estudiante de la UPO, con un elegante moño apretado en la coronilla, un discreto número 19 (¡el dorsal de Jorge Molina!) tatuado en la cara interior del bíceps derecho y, sobre todo, leyendo «Las gratitudes» de Delphine de Vigan. Todo tan parisién...». «Reading is sexy» puede resultar un eslogan estomagante. Pero ¿y si detrás de esta manida sentencia hay algo de verdad? Acaso me identifiqué tanto con el tuit que acabo de reproducir que hube de preguntarles a nuestros testimonios lectores sobre esta máxima.

Para Marta Somerset, ver a alguien leyendo, por ejemplo en el transporte público o en una sala de espera, «resulta atractivo si tienes esos mismos gustos. Leer no es atractivo de por sí. Leer es interesante... y luego ya veremos si es sexy». María Campos, en cambio, confiesa que le gusta ver a chicos jóvenes «y guapetes» en el Metro «leyendo La Biblia o a San Agustín. Sí hay un atractivo obviamente». Pero «creo que hay mucha gente que se mete en el tren con el libro para ligar», teoriza la editora murciana, para quien, contradictoriamente, «la lectura en sí ya tiene un atractivo y no hay que ponerle un añadido». Julio Llorente se limita a repetir que «leer está sobrevalorado».