Entrevista
Douglas S. Massey: «El nuevo orden mundial no será uno basado en normas»
Recibe un galardón que invita a reflexionar sobre la situación actual y futura de la en términos de inmigración y segregación
En el momento en que un debate social se contamina de intereses y rifirrafes políticos, hay que dejar paso a los expertos. Ocurre con la inmigración, tema de plena actualidad y en constante observación, sobre el que se vuelve cada vez más necesario la visión experta e investigativa si ello aminora lo desatinos de unos y otros líderes. Más que sentido tiene, por tanto, que Douglas S. Massey, sociólogo y demógrafo licenciado en 1974 en la Western Washington University, sea quien reciba este año el Premio Princesa de Asturias de las Ciencias Sociales. Según el acta del jurado, «ha realizado aportaciones fundamentales a la comprensión de las migraciones internacionales y sus consecuencias en la segregación urbana y la estratificación social, procesos acentuados por las dinámicas globalizadoras». Destacan su rigor académico, y su capacidad de tildar el fenómeno migratorio como uno estructural, que debe rehuir de la criminalización para abrazar la ética y la justicia social. Hoy recibe en Oviedo un galardón que invita a reflexionar, igual que esta entrevista, sobre la salud actual y venidera de la sociedad contemporánea.
¿La segregación está relacionada con la pobreza?
En las sociedades urbanizadas, las personas tienden a segregarse en función de su estatus socioeconómico, y aquellas que son diversas también tienden a segregarse por raza y etnia. Para cualquier grupo social, el grado de segregación que se experimenta se deriva de una combinación de exclusión tanto de clase como etnorracial. Los grupos etnorraciales pobres están más segregados que los grupos etnorraciales ricos, y el grado de segregación aumenta a medida que aumentan los niveles de prejuicio y discriminación etnorracial.
¿Está Occidente aplicando una mala política de inmigración?
Sí, los países ricos están intentando detener y restringir la inmigración, a pesar de que están envejeciendo rápidamente y necesitan incorporar a trabajadores más jóvenes a la población activa. La migración es una estrategia humana muy adaptativa. Durante 200.000 años, los seres humanos siempre se han desplazado para acceder a oportunidades y escapar de amenazas en respuesta a los cambios en sus entornos sociales y ecológicos. Intentar bloquear procesos sociales que están profundamente arraigados en la condición humana no suele dar muy buenos resultados.
En lugar de aplicar una política de inclusión sensata, ¿están los partidos políticos promoviendo el odio hacia los inmigrantes?
No, el odio entre grupos se basa en la inseguridad social y económica derivada de poderosas fuerzas macroestructurales: los cambios tecnológicos, el aumento del comercio y las inversiones mundiales y las transformaciones institucionales. Estas fuerzas son difíciles de controlar y gestionar para los políticos, e inevitablemente surgen demagogos que identifican a grupos externos como chivos expiatorios. Durante los periodos de rápida transformación social y económica, los inmigrantes se convierten en un grupo externo fácil de señalar. Culpar y demonizar a los inmigrantes no resuelve, por supuesto, las desigualdades subyacentes responsables de la inseguridad de las personas. Solo las empeoran.
¿Cuál es su opinión sobre la política de deportación de inmigrantes de Trump y cuáles serán las consecuencias para EE UU?
Las políticas de inmigración de Trump son económicamente autodestructivas y socialmente desestabilizadoras, y causarán un gran daño a la economía política de Estados Unidos.
¿Fomentan el odio y la desconfianza entre la población?
Sí, fíjese en lo que está ocurriendo hoy en las calles de Chicago.
EE UU ha sido un sueño para muchos. Un país que ha crecido en potencial para aquellos que han llegado allí como inmigrantes, profesores o intelectuales. ¿Ha destruido Trump el sueño americano? ¿Está rompiendo la marca estadounidense?
A lo largo de la historia de Estados Unidos han surgido periódicamente reacciones contra los inmigrantes, y las políticas y medidas restrictivas y nativistas que estas han generado siempre han sido destructivas, pero las medidas de Trump son extremas y no tienen precedentes históricos.
¿Están EE UU y Europa aplicando una política errónea de asimilación de los inmigrantes al permitir los guetos?
Durante los periodos de inmigración, los niveles de segregación étnico-racial aumentan de forma natural, ya que las redes de migrantes actúan para canalizar a los inmigrantes hacia barrios específicos, lo que puede ser muy útil para promover la adaptación y la integración de los inmigrantes. Los problemas surgen cuando las vías de salida de esos barrios se ven bloqueadas por la discriminación y la exclusión, lo que impide la asimilación espacial gradual de los inmigrantes y sus hijos. La movilidad social y la residencial están estrechamente relacionadas. Ascender en la escala socioeconómica se vuelve muy difícil cuando las personas no tienen libertad para desplazarse geográficamente.
Históricamente, la música y los deportes han contribuido a mejorar la integración. ¿Cómo ayuda la cultura?
Los inmigrantes y sus hijos siempre cambian la cultura del país de acogida al aportar nuevos puntos de vista, ideas, prácticas y estilos, y a lo largo de la historia de Estados Unidos han enriquecido y contribuido enormemente a la evolución de las culturas estadounidenses. Las culturas no son estáticas, sino dinámicas, y evolucionan de forma natural a medida que las tecnologías, las instituciones y las prácticas cambian con el tiempo.
¿Está el cambio climático afectando a las olas migratorias?
Según datos de la ONU, la proporción de inmigrantes forzados frente a los voluntarios ha aumentado en las últimas dos décadas, y el mundo desarrollado se niega a aceptar esta realidad.
¿Estamos preparados para ese fenómeno?
Las consecuencias serán muy desestabilizadoras tanto a nivel social como económico. Bloquear la entrada de inmigrantes distorsionará los mercados laborales y socavará la productividad económica en el mundo desarrollado, mientras que expulsar a los inmigrantes provocará desastres humanitarios a lo largo de las rutas de tránsito e intensificará las crisis en las regiones de origen. Los beneficios de la inmigración no se materializarán en el mundo desarrollado, y los costes se trasladarán a los países en desarrollo, que son los que menos pueden permitírselos.
¿Existen hoy políticos capaces de resolver este problema?
Las tendencias políticas están yendo en la dirección equivocada en todo el mundo.
¿El problema está relacionado con el capitalismo y el mercado de beneficios?
La globalización se ha detenido y la economía de mercado mundial parece estar en las primeras etapas de desintegración.
¿En qué medida las grandes empresas tecnológicas, al igual que las industrias textiles en el pasado, se benefician de la existencia de poblaciones pobres o de países que exportan mano de obra y recursos baratos?
La economía global posindustrial adolece de una contradicción fundamental. Sus artífices crearon un sistema en el que los bienes, el capital, las materias primas, la información y la propiedad pueden cruzar libremente las fronteras internacionales, pero las personas no, lo que bloquea los movimientos naturales de la mano de obra y el capital humano y crea un mercado laboral global segmentado que impide que la economía global en su conjunto alcance un equilibrio.
«La economía de mercado mundial parece estar en las primeras etapas de desintegración»
¿Está esta cuestión relacionada con un régimen de nuevo colonialismo?
No se trata de colonialismo, sino de un nuevo sistema dominado por potencias globales autocráticas que utilizarán su poder militar y político para coaccionar a las naciones más débiles a aceptar «acuerdos» asimétricos que benefician a los poderosos y se aprovechan de los débiles. A medida que el sistema global de comercio e inversión se derrumbe, los países ya no podrán recurrir a los mercados globales para acceder a los recursos necesarios para una economía postindustrial. El nuevo orden mundial no será un orden basado en normas. Las naciones poderosas encontrarán cada vez más formas de tomar lo que necesitan y otras naciones se verán cada vez más marginadas. Aumentará el riesgo de conflictos violentos y guerras globales.