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El Boss más íntimo, en Broadway

El músico de Nueva Jersey, el pasado mes de noviembre
El músico de Nueva Jersey, el pasado mes de noviembrelarazon

Un disco y un especial que emitirá Netflix el 16 de diciembre muestran la cara más cercana de una de las últimas superestrellas del rock, que ha construido para el teatro de Nueva York un espectáculo autobiográfico que es a ratos profundo, doloroso, sencillo y humorístico, y en el que repasa algunos de los momentos más importantes de su vida

Había hambre de Springsteen, devoción, recogimiento y nervios entre el público del teatro Kerr, en el 219 West de la calle 48. En la sala de máquinas del barrio de los teatros. Al lado de una Times Square borracha de colores, el músico legendario, posiblemente el rockero más importante desde Bob Dylan, sin duda el de mayor proyección global, estaba a punto de salir a escena. Para hacer lo mismo que viene repitiendo desde el 12 de octubre de 2017. Dos horas y media de actuación en la que recita pasajes con el aplomo de un actor consagrado e interpreta canciones de distintas épocas. Los recitados, tan estudiados, tan iguales entre sí noche tras noche, tan emocionantes porque es prerrogativa de los grandes histriones dotar de vida a los papeles que interpreta, salen de la autobiografía que el propio Springsteen publicó a finales de 2016. Un texto sencillamente extraordinario. En especial, durante los capítulos dedicados a su infancia y adolescencia. Incardinados en la América posterior a la II Guerra Mundial, en el seno de una familia de inmigrantes italianos e irlandeses en Freehold, Nueva Jersey, en una comunidad costera a caballo de las promesas en techinocolor de la América de Eisenhower y las profundas convulsiones que llegarían a partir de los setenta. Con esos textos y esa historia Springsteen ha elaborado un espectáculo doloroso, profundo y sencillo. La historia más grande, contada por él mismo, y miniaturizada a sus exactas proporciones: la del niño de 7 años que un domingo de 1956 vio por televisión a Elvis Presley y quedó marcado de por vida.

Sin artificios

Todo en este Springsteen on Broaway, que llega al mundo gracias al concierto grabado en vídeo y el disco correspondiente, huye de las habituales imágenes asociadas al autor de «Born to run». El recital, registrado con mimo por Thom Zimny, mano derecha de Springsteen desde que en 2005 dirigió «Wings for wheels: The making of ''Born to run''». El director, multipremiado, filma con tacto exquisito. Esto es, sin pirotecnias ni adornos. Muchos primeros planos. Gran énfasis en las arrugas y otros estragos del tiempo. Luz, la mínima. El sonido, limpio, puro, acompaña la confesión desnuda. Encarado a «Springsteen on Broadway» el cronista no encontrará oportunidad de escribir cosas del tipo espectáculo apoteósico. O concierto maratoniano. O triunfo del rock de estadio. O comunión con tintes mesiánicos. Las habituales cuando toca respaldado por su grupo de siempre, la robusta E Street Band. La banda que lo acompaña desde principios de los setenta.

Rock literario

Lo de este 2018 ha sido una vuelta, con doble tirabuzón, redoblando la apuesta, de otros Bruce. Menos épicos. Más intimistas. Cercanos al espíritu de Woody Guthrie y John Steinbeck. El de «Nebraska» (1982). El de «The Ghost of Tom Joad» (1996). El de «Devils and dust» (2005). Por supuesto el de «VH1 storytellers». Cuando en la presentación del disco de 2005 actuó con formato acústico en un teatro de Red Bank, Nueva Jersey, y discutió con el público la génesis de un puñado de temas propios («Devils & dust», «Blinded by the light», «Brilliant Disguise», «Jesus was an only son», «Waitin’ on a sunny day», «The rising», «Thunder road»). También atacó el repertorio con arreglos intimistas e interpretaciones espartanas durante las largas giras del 96 y 2005. En la primera casi no habló con el público. En la segunda se mostraba más receptivo y, sobre todo, más dispuesto a añadir instrumentos a la mezcla (desde un órgano hasta una guitarra eléctrica y un piano Wurlitzer).

Aunque el precedente obvio era y es «Nebraska». La obra folk, concebida en principio como maqueta para trabajar luego en el estudio con la E Street Band, y que no funcionaba cuando metían baterías, saxofones y pianos. Se trataba de una colección registrada en su casa, en apenas tres días, a partir del 3 de enero de 1982, con una grabadora casera, una Teac de 4 pistas y dos micrófonos que le proporcionó su técnico de guitarras de entonces, Mike Batlan. Fue así, en aquella casa solitaria, que la estrella, ya consagrada, pero azotada por todo tipo de demonios, dió voz a un catálogo de solitarios, perdedores, ex combatientes, policías, alcohólicos, santos y pecadores. Nacen así temas del calibre de «Johnny 99», «Atlantic city», «Highway patrolman», «State trooper», «Open all night», «Reason to belive», «Downbound train»... O «Born in the USA», que ahora, en este paseo por Broadway, recupera el espíritu original de aquellas sesiones. Desprovista de cualquier tentación patriótica. Justificada la interpretación por el fervor con que gritaba aquel estribillo y disparadas, de forma torticera, por los politicastros habituales. O «Mansion on the hill». La génesis de todo aquella había que encontrarla en ejercicios similares presentes en Darkness on the edge of town, del 78. En su deslumbramiento con la película de «Badlands», de Terrence Malik, que cuenta la terrible y desdichada historia de los asesinos Charlie Starkweather y su novia Caril Ann Fugate

Enferma de alzhéimer

Pero si bien la veta acústica de Springstreen siempre basculó hacia la América en blanco y negro de «The americans», el libro del fotógrafo Robert Frank, sería reduccionista, e injusto, resumir todo el espectáculo actual a un paseo por el lado siniestro y terrible. No. Aquí hay también estampas de niñez. Hay diálogos con los fantasmas de sus padres. Recuerdos de su madre en la oficina, la mujer más expansiva, dulce y alegre. Napolitana enamorada del swing y las big bands de los cuarenta. Que en 50 años de trabajo jamás faltó un día a la oficina. Que según Bruce posiblemente concedió al mundo más méritos y comprensión de la que merece. Y que hace 7 años que sufre de alzhéimer. O su padre. Su modelo. Su ídolo. Su terror. Su enemigo. Devorado por la depresión y a caballo de mil y un trabajos, taxista, trabajador de la fábrica de Nescafé, conductor de autobuses... «Era el último día del primer embarazo de Patti, recuerda Springsteen justo antes de cantar ''Long time coming'', y recibí una visita sorpresa de mi padre en mi casa en Los Ángeles (...) Mi padre, que nunca fue un hombre muy hablador, soltó: ''Has sido muy bueno con nosotros''. Asentí con la cabeza... Él dice: ''No fui muy bueno contigo'' y la habitación simplemente se quedó quieta». En ese momento, e incapaz de vencer el dolor, trata al menos de disimular las lágrimas. Esto, este monólogo concreto y esta canción, apenas han aparecido en el espectáculo. Pero sucede que Zhimny estaba para grabarlo uno de los pocos días que cantó «Long time coming» y refirió aquella anécdota. El resultado es escalofriante. Como impacta el momento, casi al final, en el que Springsteen recita el Padrenuestro. Un momento tan potente, tan descarnado y emotivo, que dejaría clavado al mismísimo Richard Dawkins. «Si no lo hubiera conocido tan bien habría jurado que estaba disculpándose. Lo estaba haciendo», añadió Springsteen recordando el episodio con su padre: «Y así, en los últimos días antes de ser padre, mi propio padre me visitaba para advertirme de los errores que había cometido y de que no los hiciera con mis propios hijos. Fue el mejor momento de mi vida con mi padre y fue todo lo que necesitaba». Miren. Es posible que ninguno de ustedes tenga la oportunidad de acercarse a Broaway para disfrutar de los últimos días en directo de este espectáculo. Tranquilos. Todo lo que necesitan quema, refulge y mata en el especial que estrena Netflix. Oro puro. Testimonio de la alucinante facilidad que atesora para indagar allí donde otros prefieren quedarse en la orilla. De su igualmente gloriosa capacidad para contar historias y entretener mientras con disimulo te corta el gaznate. Lo mejor que ha hecho Springsteen en muchos, muchísimos años.