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Valencia

El genio insufrible

La Razón
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Tengo la suerte que Arturo Reverter glosa biografía y técnica de Lorin Maazel, por lo que puedo centrarme en un par de recuerdos personales de quien sin duda ha sido el técnicamente mejor director de orquesta de los últimos veinte o treinta años. Allá por los años setenta, cuando la orquesta de la RTVE tocaba en el Palacio de Exposiciones y Congresos madrileño, el bajo y buen amigo Bonaldo Giaiotti me pidió que le grabase uno de los ensayos del «Requiem» de Verdi que cantaba junto a Angeles Gulín, Oralia Dominguez y Charles Craig. Maazel no estaba contento con el cuarteto solista y en un momento dado les sacó del escenario y los encerró materialmente en una salita. Jamás, y son muchos los ensayos que he presenciado, he asistido a algo tan duro. Al piano les fue corrigiendo con tal extrema crudeza que llegué a pensar en una rebelión. No la hubo y el resultado fue espectacular, porque a Maazel no le superaba nadie cuando él quería. No quiso cuando la Filarmónica de Viena vino a Ibermúsica a tocar el «Bolero» de Ravel en enero de 1998. El estropicio que el más dotado director y una de las mejores orquestas del mundo ejecutaron con aquel Ravel fue titular de toda la prensa musical mundial, porque el abucheo del público madrileño hizo historia. Con demasiada frecuencia se mostraba pasota y se abandonaba a la rutina del experto. Nada de esto hubo en la mejor lectura que jamás he escuchado de «La vida breve». Él, junto a la soberbia regia de Giancarlo del Monaco, crearon algo de recuerdo imborrable en el Palau de les Arts con la orquesta que él mismo formó. También lo fue el maltrato que, delante de varios críticos, dedicó a Helga Schmidt en su propio despacho por no haber aceptado su regreso cuando le falló el contrato en Qatar por el que se había despedido del Palau. Y ello a pesar de los sapos y culebras que la intendente hubo de tragar para estrenar la ópera «1984» del director. Amaba demasiado el dinero. Hasta el punto de defender en un comunicado escrito no ya su cd "Sentimento"con Bocelli, sino un terrible "Requiem"verdiano en Verona dirigido por Mehta en 2000, años más tarde su compañero en Valencia. Era un genio de talante insufrible. El primer director americano y el más joven que había bajado al foso de Bayreuth en 1960, el que más conciertos vieneses de Año Nuevo ha dirigido tras Boskovsky, nada menos que once. Posiblemente sólo le falló una cosa, la titularidad de la Filarmónica de Berlín, para desgracia de los berlineses y de todos nosotros