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El laberinto de Umberto Eco levanta el telón

GUILLERMO DE BASKERVILLE. Karra Elejalde, como el detectivesco protagonista de la obra, junto a Juanjo Ballesta, que encarna a Adso de Melk
GUILLERMO DE BASKERVILLE. Karra Elejalde, como el detectivesco protagonista de la obra, junto a Juanjo Ballesta, que encarna a Adso de Melklarazon

«Monasterium sine libris est sicut civitas sine opibus, castrum sine numeris...». Traducido al español de hoy muy libremente: un monasterio sin libros es como un jardín sin flores. Muchos y alguna, libros y flor, encerraba la siniestra mole de El Edificio. Desde las primeras páginas de «El nombre de la rosa», Umberto Eco fue lanzando pistas como migas de pan para que el lector avispado viera venir la solución al misterio policiaco que encerró en su novelón histórico de corte teológico. ¿O era al revés, un compendio de erudición medieval, filológica, botánica y dialéctica entre las líneas de una novela negra? Lo cierto es que las pesquisas de Fray Guillermo de Baskerville, homenaje indisimulado del semiólogo italiano a Sherlock Holmes, y de su acompañante, el novicio Adso de Melk, fueron, en 1980, todo un «bestseller» pese a su elevado lenguaje, sus frases en latín y la profundidad de sus inquietudes. Qué tiempos. ¿Habría alcanzado hoy el «Top 100» de los más vendidos?

Teología y asesinatos

Dejémoslo como un misterio sin resolver y vayamos al que Eco sí soluciona en su «roman»: el sagaz franciscano se encuentra en misión eclesiástica –estamos en 1327, en pleno conflicto entre Roma y Aviñón y entre dos formas de entender la Iglesia–cuando se topa con una serie de asesinatos en una abadía benedictina de los Apeninos.

Obra de culto, en buena parte gracias al filme de 1986, «El nombre de la rosa» no se había decidido a dar el salto a los escenarios, con la excepción de una puntual versión rumana («Numele trandafirului», por el Teatrul National Bucaresti, 1998). Mañana y pasado, una «joint venture» formada por cuatro compañías españolas (Ados Teatroa, Tres Tristes Tigres, La Nave y Al revés producciones) levanta el telón en el Festival de Cáceres con la primera versión comercial del texto. «Hace seis o siete años pedimos los derechos y no tuvimos respuesta. Hace tres los volvimos a solicitar y nos dijeron que sí. Después te enteras que había otras compañías interesadas. Y es que es una novela muy teatral», explica Garbi Losada, la directora de esta producción, en la que Karra Elejalde (Fray Guillermo) y Juanjo Ballesta (Adso) encabezan un reparto formado por doce actores. José Antonio Vitoria y la propia Losada firman la adaptación, en la que han cortado y comprimido bastante, reconoce la directora: «La novela está muy bien estructurada en torno a la trama policial, y en la obra es igual: eso es el esqueleto de la función. Después hemos querido poner cosas que nos interesaban del libro: la idea del debate, que es la excusa para juntar a diversas órdenes en una misma abadía y que gira alrededor de un tema que todavía está ahí, el de la pobreza en la Iglesia. Hay otros asuntos en la función, porque la novela tiene muchas lecturas: la luz de la razón frente a la oscuridad del totalitarismo, de los pensamientos cerrados. También está la risa, como elemento de disputa con los franciscanos y, sobre todo, con Guillermo de Baskerville. Es un personaje muy interesante: representa a la nueva filosofía frente a la de la Edad Media, cuando se consideraba que todo el saber ya estaba descubierto y las bibliotecas importantes debían conservarlo. Pero era un saber cerrado y esta nueva filosofía promulga que ha de estar siempre abierto a la tolerancia, al uso de la razón y lo empírico, a la necesidad de comprobar, no sólo de aceptar. Hemos intentado que esos aspectos estén, aparte del thriller, que es la parte teatral». Y resume sobre los mensajes de la novela, contemplados tres décadas y pico después de su escritura: «A nosotros nos dice que, en la Iglesia y fuera de ella, como sociedad, el mundo avanza muy despacio... Si es que avanza y no da vueltas. Son temas que existían en la Edad Media, que estaban cuando Umberto Eco escribió la novela y que siguen todavía sin resolver. Porque se puede aplicar no sólo a la Iglesia. En la novela y en la función hay una frase que todas las generaciones han dicho: "¡Qué tiempos nos ha tocado vivir!". En todas las épocas ha habido guerras y todos hemos pasado por momentos especiales en los que pensabas que el mundo se acababa. Y luego ni se acaba ni cambia nada». De hecho, ese milenarismo, a la espera de la llegada del Anticristo, está en las mentes de los protagonistas: «La religión era el centro del poder, del pensamiento y de la superstición. Estaba todo mezclado».

Hace ya tiempo que Juanjo Ballesta dejó de ser «el niño de "El Bola"» y consolida una carrera en televisión y cine con aciertos como «Bruc» o «Hispania». Tenía pendiente la asignatura del teatro. «Ahora el cine está más complicado, me salen algunos proyectos pero con cosas que no solucionan nada, poco productivas. Cosas que no molan, las lees y sabes que no te interesan», explica con su desparpajo callejero sobre la decisión de lanzarse a este medio, aunque adelanta que en septiembre rodará un papel protagonista a las órdenes de Marina Seresesky.

Ballesta está medio afónico –«en cuanto acabe contigo cierro la boquita y ya no la vuelvo a a abrir hasta el bolo», dice el joven actor–, lo que achaca al frío y a proyectar la voz: «¿Nervios? No, qué va, ninguno. Estaba deseando enfrentarme al público», deja claro, y describe la experiencia: «Es muy intenso, mucho rato ahí subido. Como los músicos: a demostrar el que vale y el que no. Esto no es como el cine, que puedes rodar una y otra y otra. Esto o lo haces bien o no vales para nada».

Ha empezado fuerte, con una obra compleja. «Prefiero tirarme al toro y ya que venga lo que quiera después», asegura. Y es rotundamente sincero sobre su material de trabajo: «Es una adaptación del libro de Umberto Eco, y muy parecida a la película. La gente se ha quedado muy contenta y a mí me ha encantado». Suelta todo el «Ave Maria gratia plena...» del tirón para demostrar que se sabe bien su papel –«lo mío y lo de los demás»–, y reconoce que «había visto la película, que es un clásico, pero no había leído el libro ni lo he leído ahora porque me han dicho que es un tochazo, que me va a aburrir y no me va a ayudar nada. Y es verdad: he echado un ojo por encima y tiene mucho que no se entiende. ¡Mucho libro para metértelo entre pecho y espalda!».

Por cierto, la productora no ha llegado a contactar personalmente con Umberto Eco –que tiene 81 años–, aunque no descarta que el autor venga en algún momento: la anterior producción de Ados Teatroa fue «Wilt» y finalmente Tom Sharpe, otro octogenario, se animó a viajar para ver la función. Si Eco viniera, vería su abadía, casi un personaje más de la obra, transformada en una propuesta más simbólica, un enorme libro que se abre en arcos con frases inscritas en su superficie. «La escenografía se va desarrollando y se mueve. Es un personaje muy importante también. La propuesta está basada en esa idea de la abadía como un libro». Y es que, como recuerda Adso de Melk, «la arquitectura es el arte que más se esfuerza por reproducir en su ritmo el orden del universo, que los antiguos llamaban "kosmos", es decir, adorno, pues es como un gran aninal en el que resplandece la perfección y proporción de todos sus miembros».