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Contracultura

Fachosfera: más allá de la palabra maldita para la izquierda

¿Existe en la derecha española un espacio de cuestionamiento del actual sistema político, algo que desafíe los dogmas progresistas?

Protestas ante la sede del PSOE, en Ferraz Gabriel LuengasEUROPAPRESS

El término «fachosfera» entró en nuestras vidas hace un par de años y parece haber llegado para quedarse. Lo usan profusamente el agitador político Idafé Martín y el Ministro de Transportes, Óscar Puente, pero no fueron ellos quienes lo inventaron, sino que proviene de Francia. Los responsables de esta etiqueta son los periodistas Dominique Albertini y David Doucet, autores del ensayo «La fachosfera» (2016), que habla del espacio central que las nuevas derechas ocupan en Internet. Un informe de la Asamblea Nacional sobre la lucha contra grupos de extrema derecha acabó de cuajar el término, que fue abriéndose paso hasta el diccionario y cruzó los Pirineos hacia el sur. De repente, surgen algunas preguntas prácticas. ¿Existe la fachosfera en España? ¿Quienes la componen? ¿Distorsiona el debate público?

Idafé Martín identifica «fachosfera» con bulos, mientras el presidente Sánchez lo hace con la extrema derecha. En ambos casos se trata de relacionar con la radicalidad cualquier apuesta por el control migratorio, el aumento de la seguridad en los barrios de clase trabajadora y la defensa de la identidad nacional (raíces católicas, relación natural con la rojigualda, poner límites al separatismo...) De momento, el espantapájaros no les está funcionando con los jóvenes, pero circula en todas las tertulias progresistas, de televisión o de radio, que bombean contenidos a su público maduro para mantenerles motivados y empapados de su argumentario. Echar pestes contra el giro a la derecha de millones de españoles, especialmente los veinteañeros, les hace sentir que vuelven a la militancia social sin riesgo de porrazo o calabozo.

El progresismo, en realidad, usa el término «fachosfera» para designar cualquier agente político que se oponga a sus planes, pero aquí quiero hacerme una pregunta más amplia que consiste en averiguar si existe en la derecha española un espacio de cuestionamiento del actual sistema político, algo que desafíe sus dogmas. El primer proyecto que viene a la cabeza es Terra Ignota, un grupo de amigos de espíritu desafiante que se dedican a hacer un podcast semanal y rigurosos documentales que triunfan en Youtube. Sabes que sus enfoques están fuera de lo habitual porque, cuando alquilan una sala de cine para hacer un estreno, han sido cancelados varias veces.

La resistencia, una capea

De momento, han rodado investigaciones sobre los atentados del 11-M, el secuestro de Cataluña por los separatistas y también uno especialmente documentado sobre los mitos y mentiras del Valle de los Caídos. Todos los años realizan una capea popular en alguna finca cerca de Madrid para reunirse con algunos de los tuiteros e influencers más levantiscos de España.

En los años sesenta, la juventud se juntaba para fumar porros, practicar el amor libre y escuchar música psicodélica. A comienzos del siglo XXI, la resistencia consiste en ir juntos a misa, liarla entre vaquillas y disfrutar de comida tradicional española traída de casa y compartida con 300 semidesconocidos. Imaginen una mezcla de pasodobles, banderas con la cruz de San Andrés usadas como capote y cuestionamientos de nuestro sistema democrático entre paella y croquetas. Todo ello amenizado por un cantautor proimperial bautizado como Ciriaco SPQR, que pone versos en el ambiente: «A mí nada me falta porque el BOE es mi pastor/ si algo es bueno o malo lo dirá el legislador/Todo cuanto creo cabe en la Constitución/ Si alguien la reforma, me reforma el corazón», recita, dedicada a los sumisos del sistema.

En una crónica de la capea de 2024 para el digital La Iberia, Estrella Fernández Martos explicaba algo relevante: «Una de la grandes fortalezas de esta comunidad es su no pertenencia a ningún partido, sin que eso sea óbice para que tengan sus preferencias. Pero la no hegemonía partidista o de grupo es básica para el desarrollo y crecimiento del proyecto», destacaba.

Esta frase conecta a la comunidad ignotera con un autor como Gonzalo Rodríguez García, conocido por un podcast de metapolítica que recientemente ha convertido en libro: «El aullido del lobo. Orientaciones espirituales para jóvenes guerreros» (Almuzara). Allí explica que el combate actual no es solo partidista, ni siquiera político o económico, sino que apela a algo más allá, como nos explican autores como Platón, Julius Évola, los místicos españoles, René Guenón y la filosofía prennialista. Se trata de comprender que valores contemporáneos como el individualismo y el hedonismo suelen llevar al barranco del nihilismo.

Si queremos encontrar un nombre que pueda servir como punto de referencia de la «otra derecha», más intelectual y antisistema, enseguida viene a la cabeza el de José Javier Esparza. La mayoría le conocen por su elegante parche y por su programa de análisis «El gato al agua», pero también por ensayos clásicos sobre la Reconquista, los tercios o su texto de culto «Curso general de disidencia: apuntes para una visión del mundo alternativa» (1997, El Emboscado). «En los años sesenta se puso de moda en toda Europa la figura del intelectual engagé, el comprometido. Naturalmente, solo se aceptaba esa etiqueta para quien estaba comprometido con la izquierda; los otros, los comprometidos con la derecha, no eran engagés sino ‘‘lacayos de la burguesía’’. Y el tercer grupo, el de los no comprometidos, quedaban bajo la sospecha de diletantismo, de inhibición social o de ‘‘falsa conciencia’’. Luego se ha visto que la mayor parte de aquellos engagés terminaron haciendo buenos negocios a la sombra de una izquierda de culminó la última revolución burguesa de Occidente, la del capitalismo con preocupación social, como acertadamente vio Pasolini. Tan triste trayectoria es suficiente como para descalificar a quienes vituperan al intelectual puro», escribe.

Justamente reflexiones como esta ayudan a desmontar las falsas categorías culturales vigentes, que construyó el progresismo en la segunda mitad del siglo XX. Mientras unos exhibían a sus iconos más extremos, sean estos Mao Zeding, Ernesto «Che» Guevara o Carlos «El Chacal», otros se avergonzaban de cualquier pensador o activistas que no tuviese el certificado de aprobación democrática.

Un espacio a la derecha del PP

Pedro Carlos Gonzáléz Cuevas, autor de una reciente y magnífica «Historia de la derecha española» (2024, Espasa) explica por qué en España ha costado más cuajar un espacio político y cultural a la derecha del Partido Popular, ese espacio que hoy podríamos llamar «fachosfera». Es algo que tiene que ver con dinámicas posteriores a la Segunda Guerra Mundial: «Los vencidos tuvieron que reorganizarse y reinterpretarse, aquí no hubo necesidad, pero la Falange, por ejemplo, desapareció del mapa porque no sabía qué hacer ya. Lo que sería, por usar un término que no me gusta, ‘‘extrema derecha’’ con Fuerza Nueva, fue un conjunto de errores porque Blas Piñar no se enteró de nada. Incluso al final quiso aliarse con Le Pen, tuvo relaciones con Almirante en Italia y tal, pero él estaba en otro paradigma, él no entendió la nueva situación, se creyó que podía volver al franquismo», lamenta.

En Francia fue floreciendo una Nueva Derecha cultural desde los ochenta porque entendieron mejor la encrucijada histórica. «Le hicieron una entrevista una vez a Le Pen, qué tal se lleva usted con Blas Piñar, le preguntaron, y dijo: ‘‘no nos entendemos, no nos entendemos, entonces claro… y luego comete un error fundamental que es la disolución del partido en 1982’’. Parece ser que creía que cuando ganaran los socialistas le iban a meter en la cárcel», explica González Cuevas. En España, por desgracia, el rodillo social del progresismo fue total desde finales de los años setenta y no es hasta dos décadas después cuando empieza a despertar la otra derecha con intelectuales como Antonio Escohotado, Gabriel Albiac, Luis Racionero, Fernando Sánchez Dragó y el propio Jorge Javier Esparza (el que mejor supo ver nuestros conflictos actuales).

Posdata: un ejemplo práctico sacado de la actualidad nos sirve para comprender lo inclinada que está la balanza en favor de la izquierda. Hace unos días, el Papa León XIV afirmó algo tan sencillo como que «la democracia no es siempre la solución perfecta». Es algo que también se deja expresar a la izquierda cuando defienden el castrismo, la URSS o el actual régimen chino. La derecha, en cambio, no puede plantear algo así sin que se le echen al cuello cuarenta políticos y tertulianos. La irrupción de lo que llamamos «fachosfera» es también el intento de que todos juguemos la partida con las mismas cartas.