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La doble de Historia

Philipp Blom: «Estamos viviendo el final de cinco mil años de una historia y una cultura»

El historiador alemán publica «La tierra sometida», un ensayo que aborda cómo la cultura ha asentado la supremacía del hombre sobre la naturaleza

La tablilla de Gilgamesh decomisada por Estados Unidos
La tablilla de Gilgamesh EM

¿Hay esperanza? «Una joven me hizo esta pregunta al leer mis libros. En este libro trato de dar una respuesta real, no condescendiente. Si alguien teme a la muerte, no le aseguras que nunca morirá. Le tendrás que comentar que la vida es hermosa y que hay que aprovecharla». El historiador alemán Philipp Blom, autor de títulos como «Encyclopédie», «Años de vértigo» o “Gente peligrosa”, donde abordaba la ilustración, el racionalismo y los irracionalismos, regresa a un tema que había empezado a abordar en «El motín de la naturaleza»: los riesgos y desafíos que el hombre afronta. «La tierra sometida» (Anagrama) es un lúcido ensayo sobre cómo la cultura, desde relatos tan distantes como el Gilgamesh, ha potenciado la idea de que el homo sapiens está por encima de la naturaleza. Una imagen que ha reforzado la iglesia, la filosofía y la tecnología. Una concepción que nos ha llevado a una bifurcación peligrosa: el cambio climático que azota a todos los países en mayor o menor grado. «Las noticias son catastróficas», admite, pero después reconoce que «somos una especie extraordinaria». «Ya nos hemos adaptado antes a otras catástrofes. De eso se trata realmente la vida humana».

El ensayista alemán no evita plantearse una cuestión: «¿Por qué asumimos que todo estará bien al final? No lo estará». Por otro lado, abre la puerta a una idea: «Estamos en el fin de algo, el fin de tres, cuatro o cinco mil años de historia y de pensamiento cultural. Por eso también es el inicio de una forma diferente de estar en el mundo».

Blom, con el pelo entreverado de canas y unas gafas que subrayan en su rostro un punto intelectual que no rebaja su cercanía ni su humor, comenta que si «dejáramos atrás la idea infantil de que somos los jefes, y de que todo está a nuestros pies, tendríamos una vida más plena, intelectual y cultural. Pero el ocaso de este período es bastante brutal y está pasando increíblemente rápido. ¿Por qué? Es lo que los historiadores llaman la gran aceleración: nuestras tecnologías se desarrollan cada vez más rápido. Estas tecnologías no solo nos ayudan a envolver mejor los alimentos, sino que cambian nuestra forma de ser y de percibirnos. Basta con mirar las redes sociales y la inteligencia artificial. Y esto ocurre más rápido de lo que podemos comprender». Sin intercalar una pausa, entra en un diagnóstico: «Tenemos prisa, y eso siempre genera pánico y miedo. Pero aunque sea un momento de desorientación, caos y desesperación, puede ser también el nacimiento de un nuevo inicio cultural con una comprensión más profunda de nuestro lugar en la naturaleza».

A lo largo de su conversación asoman Kant, Hume, Spinoza, Rousseau, Montaigne... Unos nombres que contribuyen a desenredar un tema complejo: la pulsión de dominación del hombre y si ese aliento forma parte de su ADN. «La mayoría de la gente que ha pasado por la historia no ha formado parte de esta obsesión cultural por la dominación. Esas personas han sido animistas y no han vivido según este paradigma. Ellos creen en la existencia de ancestros, espíritus, demonios, fantasmas, dioses y todo tipo de seres que habitan en todo lo que nos rodea. Lo que significa que, con cada paso que das, estás pisando territorio ajeno. Pero hubo otras culturas que no consideraron eso y que hicieron cosas terribles con la naturaleza. Extinguieron los animales y empobrecieron sus suelos. Ha habido muchos hombres que creían vivir en guerra con la naturaleza».

En el origen

Blom ahonda en su argumentación y sostiene que «esta idea de dominación está presente» desde hace mucho. «No es casualidad que Dios les dijera a Adán y Eva que subyugaran la tierra. Pero hay dos puntos importantes. Uno es que la Ilustración viene con la pretensión de acabar con la religión y la comprensión religiosa del mundo, y de tener una comprensión empírica y lógica del mundo. Todos los ilustrados, con la excepción de Spinoza y Mendelssohn, se educaron en escuelas cristianas y fueron educados por jesuitas, lo que significa que conocían la teología. Para estos pensadores ilustrados, la teología fue su primer reflejo intelectual, e incluso si ahora la condenaban en un contexto político o metafísico, seguía siendo así como se les había enseñado a pensar. Es sorprendente que la Ilustración mantenga la condición excepcional del ser humano en la naturaleza».

Para el intelectual, «la idea ilustrada del progreso es muy similar a la salvación cristiana» porque «significa que la historia tiene un principio, un fin y una meta. Pero el progreso tecnológico de los últimos 200 años, si consideramos el precio ambiental que pagamos, puede que no sea de esa manera. El progreso es otra idea teológica. La Ilustración cambió mucho menos de lo que parece».

Blom no se revela muy optimista y suscribe que con la sociedad del petróleo, «por primera vez en la historia de la humanidad, los seres humanos realmente tuvieron la capacidad de causar daños. Cuando los romanos pretendían dominar todo a su alrededor, podían deforestar áreas enteras, y eso tardó generaciones en recuperarse. Pero eso fue realmente lo peor que pudieron hacer. Cuando los mayas tenían una agricultura que agotó los suelos, su cultura se vio gravemente afectada, pero la naturaleza se recuperó. Desde 1990 hemos emitido más dióxido de carbono que en toda la historia. Es un problema sistémico, como nunca antes lo había sido ninguno de esos antecedentes. Ahora somos básicamente un niño de tres años con un Kalashnikov, y esa es una mezcla peligrosa. Dale a un niño de tres años una pala pequeña para cavar en la arena, y ya puede golpear a la gente con ella. Pero no le des una ametralladora. Ahora contamos con tecnologías del siglo XXI que realmente nos permiten causar daños reales».

El efecto de esta mentalidad es evidente para él: «Si un sistema de poder surge de esta idea de subyugar lo que hay en la Tierra, eso se convierte en colonialismo, en esclavitud...». De hecho, asegura que si llevamos «nuestros impulsos estúpidos y destructivos al resto del universo, si nos volvemos igual de imprudentes en Marte, infectaremos otras partes del universo. No es una idea atractiva. Si se quiere seguir ese camino, con las tasas de natalidad actuales, en 100 años se prohibirá el viaje espacial porque se necesitará a todos los seres humanos en la Tierra. Las predicciones sobre la población mundial son muy alarmantes. Se habla de superpoblación, pero en unos 200 años, podríamos ser solo 3.000 millones».

Una mala palabra

Blom no ignora la encrucijada entre pensamiento y economía y asegura que «los valores liberales ilustrados han hecho un pacto fatídico con las ideas del liberalismo económico. Se han fusionado y confundido. Y el neoliberalismo es... bueno, es una mala palabra, y todos lo sabemos, pero da una idea de un actor histórico. No me extraña que la gente perciba como un veneno muy poderoso la intersección de tecnología y liberalismo». De hecho, afirma: «En 2008, con la crisis financiera, mucha gente empezó a sospechar que las élites liberales los habían estafado, y que había gente que se estaba volviendo cada vez más rica, y que las corporaciones estaban tomando cada vez más poder político y que la democracia era cada vez más una farsa. Esas élites liberales te decían qué pensar». Una de las críticas de Blom está dirigida al actual descrédito de la ciencia: «Desafortunadamente, también eso está relacionado con la famosa élite liberal. La ciencia es vista como un instrumento de propaganda para cegar a la gente, obligar a callarse y hacer lo que debe, sin tener sus propias opiniones. Se puede decir que la Tierra es redonda o plana, y tenemos muchas pruebas de que es redonda, así que no necesitamos hablar con las élites para seguir diciendo que la Tierra es plana». El efecto es que «la gente desconfía de la ciencia, y puedo entender la percepción pública de mucha gente de que confunde la ciencia con el establishment liberal. Eso es realmente perjudicial».