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Batallas culturales

Gordofobia (con perspectiva descolonial): así se malgasta en la universidad

La universidad, el centro de formación y cultura por excelencia, se ha visto cada vez más copada por enfoques ideológicos que perjudican su relevancia y la enseñanza

CATALUNYA.-La exposición de Botero en el Palau Martorell de Barcelona cierra con más de 120.000 visitantes
Exposición de Botero (y sus gorditos)Europa Press

Hace unos cuantos días podíamos leer en la prensa que la Comunidad de Madrid ha tenidoque saltar al rescate del alma mater de muchas personas en todo nuestro país. La Universidad Complutense se había quedado, sencillamente, sin fondos y necesitaba un rescate urgente para poder seguir desarrollando su actividad. 34,5 millones eran, de acuerdo con los informes presentados, necesarios para salvar la situación. Esto, más allá de ser trágico, nos revela también un problema de fondo más interesante. Si la universidad está, de acuerdo con las declaraciones de las autoridades complutenses, «infrafinanciada», cabe preguntarse en qué se están gastando los fondos. Y es que la universidad en su conjunto tiene un problema, sobre todo en las carreras de humanidades y los centros públicos –al menos en tanto cuestan dinero a todos– y es la exagerada polarización que se ve en las aulas que, muchas veces, lleva a una serie de estudios y eventos que no solo no tienen especial sentido, sino que sus aportaciones al mundo de la ciencia son, en el mejor de los casos, casi irrelevantes.

La polémica se desató hace unos días por una serie de conferencias financiadas por el estado y varias universidades para los próximos 29 y 30 de octubre sobre la obesidad y la gordofobia. Cabe decir que en este congreso se unía lo –según su programa– decolonial, feminista, queer y racial en una perspectiva «interseccional feminista». Lo cual resulta difícil comprender en casi todos los niveles. Amén de eso, el evento reflexiona sobre la gordofobia y el papel de los hombres y la sexualidad en un mundo patriarcal, de nuevo, citando el susodicho programa.

La cosa es que este tipo de evento no es raro ni poco común. Decenas de conferencias,cursos y titulaciones siguen la misma estela. Hasta el modelo de medición de los méritos de un investigador, las publicaciones académicas, adolecen de lo mismo. Muchas de estas publicaciones son habitualmente altavoces de ciertas posturas, no permitiendo publicar aquello que combata el dogma, y favoreciendo a que solo un grupo de académicos sea capaz de obtener plazas, limitando el acceso de los mejores. Esto fue recalcado en el estudio «Grievance Studies Affair (2017-2018)» en el que se observó, por un grupo de investigadores, como decenas de revistas académicas –de las más prestigiosas del mundo– aceptaban en disciplinas como feminismo, estudios culturales, sociología o estudios de género artículos casi sin revisar y muy fácilmente siempre y cuando replicasen ciertas ideas. Lo contrario, por supuesto, ocurría con aquellos artículos que salían del marco, siendo casi imposible conseguir introducirse en alguna publicación prestigiosa.

«Cancelamos igitur»

En el caso de España destaca el estudio de Fernando Simón Yarza «Discurso de odio o censura ideológica en las universidades», en el que se reflexiona sobre cómo este sistema perjudica no sólo la calidad de la enseñanza, sino también la relevancia que tienen nuestras universidades. Otros casos similares recogia Ignacio Álvarez Rodríguez en su artículo «El intelectual universitario censurado en España», en el que recogía no sólo está tendencia, sino como la situación podría escalar hasta ver prohibiciones de entrada o incluso violencia contra aquellos que expresaran opiniones no «mainstream».Este tipo de actitudes se han traducido también en la censura sobre ciertos ponentes o profesores que no entran dentro del marco de las facultades ideologizadas, llegando a imposibilitar para muchos la posibilidad de expresar no ya opiniones, sino conclusiones o estudios científicos. En varias universidades españolas se han dado situaciones en las que profesores e investigadores han enfrentado presiones o cancelaciones debido a sus ideas o investigaciones. En la Universidad de Salamanca, la investigadora israelí Galit Nahari, especialista en resolución de conflictos y cooperación internacional, vio suspendidas sus charlas tras la presión de colectivos estudiantiles por su vinculación con instituciones israelíes, a pesar del valor académico de su trabajo. En la Universidad Pompeu Fabra, el profesor Pablo de Lora, experto en Filosofía del Derecho, sufrió un boicot durante una conferencia sobre transexualidad en 2019, que generó incluso la firma de un manifiesto de más de 200 catedráticos en defensa de la libertad académica.

Y es que esto no es sólo dañino en cuanto a la libertad de expresión, sino también en cuanto al drenaje de recursos que se pierden en financiar proyectos sin relevancia pero que e se pierden en financiar proyectos sin relevancia pero que alimentan la endogamia universitaria, ya denunciada muchas veces por alumnos y profesores tal y como recalcan los académicos Repiso, Berlanga, Said-Hung y Castillo en

su artículo “Titularidades y cátedras en Comunicación en España (2000-2019). Distribución, ritmos de promoción, transferencia entre universidades y endogamia”.

Estos sucesos, lejos de ser una curiosidad, son tremendamente dañinos, pues afectan tanto a los alumnos, que ven limitadas sus capacidades de aprendizaje, como a los profesores, que son censurados por sus opiniones o estudios. El hecho de que una universidad se convierta en un cortijo donde sólo ciertas ideas se difunden golpea severamente a nuestro sistema educativo y la cultura de nuestra sociedad, que se ve limitada, censurada y controlada en el lugar donde debería ser más libre.