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Elcano atraviesa una tormenta batiendo marcas de velocidad y biodramina

El historiador y periodista Gonzalo Jiménez Tapia embarcado en el buque escuela de la Armada para difundir la historia de esa primera vuelta al mundo, escribe un diario en LA RAZÓN de cómo es la vida a bordo
La Razón

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Compré tres cajas de biodramina en Madrid. Fue una sorpresa cuando la farmacéutica me recomendó tomarlas antes de subir al autobús o el coche. Me salió una mueca de sonrisa debajo de mascarilla, pero al salir de la farmacia me di cuenta: ¿Quién compra pastillas de mareo para un barco en Madrid? Para mí estarán asociadas de por vida al Juan Sebastián de Elcano. Sorprendentemente, las capsulas siguen en su caja. No me he mareado lo más mínimo, pero esto acaba de empezar.
En días de tormenta el dimenhidrinato, distribuido con el nombre comercial de biodramina, es la pastilla más recurrida. Pero la mar es caprichosa con el cuerpo humano y lo zarandea hasta afectar al más duro o el menos experimentado de los navegantes, es cuestión de suerte.
Nos pilló una tormenta rumbo a Civitavecchia hace dos días. Una ola inmensa atravesó la cubierta de estribor a babor mientras el Juan Sebastián de Elcano navegaba con una mar gruesa y fuertes vientos que impulsaron este bergantín-goleta hasta alcanzar, a vela, los 13,5 nudos (25 kilómetros por hora). Una velocidad que, tal vez, no vuelva a conseguir en los próximos seis meses de navegación.
Aunque Elcano es un barco muy estable, es la primera vez que veía caerse los objetos al suelo, moverse muebles enteros de un lado a otro y he escuchado muchos golpes y crujidos provocados por el balanceo y la escora que llevábamos. Dentro de mi asombro, era una situación normal, a la que están acostumbrados los marinos con algo de experiencia previa en la mar, que no es mi caso.
Por megafonía dieron el aviso de régimen de temporal, que prohíbe circular por la cubierta si no es imprescindible. Bajo la lluvia y el viento solo quedaron el equipo de maniobra y puente, enfundados en sus trajes de lluvia naranjas para colocar las barloas (Unos cabos que sirven de guías para moverse por cubierta con mal tiempo y mucha escora). Mientras, el resto de dotación se resguardaba en sus sollados o continuaba con sus labores en el interior.
Hasta algo tan básico como la comida cambia con régimen de temporal. La cocina hace un menú diferente cuando hay muy mala mar, las sopas se cambian por platos más sólidos o se preparan bocatas si la tormenta es muy fuerte. Se hace así porque es difícil cocinar, peligroso incluso, con la escora y el movimiento que provocan los temporales. Es muy curioso estar comiendo y que, de repente, la comida de tu plato, los cubiertos o incluso la silla en la que estás sentado se desplace hacia al lado opuesto de la mesa.
Elcano siguió con el vaivén toda la noche y es toda una experiencia intentar dormir con el buque dando cabezazos. Aunque mi sollado está en la proa, una zona muy estable, se notaba cómo atravesábamos las olas. Pero donde más se nota el movimiento es en popa, en los camarotes de oficiales. Aun así, por ahora he dormido bastante bien con el balanceo y tampoco me han molestado los ruidos que aumentan con el silencio nocturno.
Ahora nos encontramos navegando el mar Jónico, y anoche cruzamos el estrecho de Mesina para adentrarnos en el mar Tirreno.