Así se vive una guardia nocturna a bordo del Juan Sebastián de Elcano por aguas del Egeo
El historiador y periodista Gonzalo Jiménez Tapia embarcado en el buque escuela de la Armada para difundir la historia de esa primera vuelta al mundo, escribe un diario en LA RAZÓN de cómo es la vida a bordo
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Me suena el despertador a las tres y media de la mañana. Bajo de la litera, me pongo la faena y salgo a la cubierta. Voy a vivir de primera mano cómo es una guardia nocturna, de cuatro a ocho de la mañana (Alba), a bordo del Juan Sebastián de Elcano.
Lo primero es abrigarse, las noches de febrero en el mediterráneo son heladoras, no tanto por el frío sino por el viento. Subo al puente por la escala de estribor y saludo al teniente de navío Jesús Alonso Caride, que esta noche es el comandante de la guardia (representante del comandante cuando no está) y oficial de guardia en el puente (encargado de la dirección del buque y el aparejo que se necesita para ello).
El puente atraviesa el barco de babor a estribor, está elevado sobre las cubiertas y se accede a través de dos escalas de madera situadas en cada esquina. Jesús está atento a la mesa (planera) del radar donde aparecen los barcos que tenemos a nuestro alrededor. De vez en cuando desvía la mirada al ordenador de la cartografía digital, lleno de datos sobre velocidad real del viento, millas náuticas recorridas e infinidad de datos más. Cada poco tiempo pregunta a los marineros y, en especial, a los guardiamarinas datos importantes para mantener la ruta (derrota).
A babor está la planera con las cartas de navegación en papel, en las que, el marinero Oihan Rey apunta con un lápiz la posición del buque, que actualiza cada hora. Mientras acaba de anotar me acerco al timón (la caña), que controla el marinero Julio César Patiño. Me dice que ``la guardia de Alba no le cuesta, que lo peor es empalmar, sin dormir, con los trabajos por la mañana´´, pero le gusta navegar en Elcano porque le permite conocer mundo. Después de dos horas pasando frio, Oihan sustituye a Julio César en la caña. El relevo se realiza con una cotidiana marcialidad militar, el marinero da las novedades al guardiamarina y los dos marineros se intercambian los puestos. Se nota que Oihan tiene pasión por la navegación, me señala con la mirada las luces de grandes cargueros que se encuentran a unas cuantas millas. Pero también es consciente de las ausencias que implica navegar durante meses lejos de casa. En el equipo que forma la guardia de Alba también están Luis Sánchez y Joaquín Revuelta, dos guardiamarinas cuya función es, por ahora, aplicar lo aprendido en sus clases para dirigir el buque. Están en prácticas.
Sin ninguna novedad destacable en la guardia, asoman las primeras luces del día. Son las seis y pico de la mañana y aún quedan dos horas de vigilancia. No obstante, me siento mucho más activo que antes, el sueño ha desaparecido. Me dice Oihan que es algo normal, en la Armada lo llaman subidón de alba, la primera luz del día hace que el cuerpo se active.
Las dos horas siguientes se pasan volando. Cuando acaba la guardia hay que completar los libros de vientos, con la velocidad, la dirección y la categoría; el libro de derrota, con la posición; y la crónica, donde se escribe sucesos destacados de cada guardia. A las ocho menos cuarto aparece la guardia entrante, el relevo. Se intercambian novedades y un nuevo grupo de dos marineros, dos guardiamarinas y un oficial se incorpora en sus diferentes puestos.
No estoy cansado y me voy a desayunar con el resto de la guardia saliente y sigo despierto todo el día. Pero llego a la noche agotado y caigo rendido en mi litera. Solo lo he hecho una vez, pero la dotación va rotando en este tipo de guardias cada dos o tres días, además de los trabajos diarios que realizan.
En el Juan Sebastián de Elcano se hacen cinco guardias durante todo el día: Guardia de mañana (de ocho a doce de la mañana), dos cuartillos (de doce a dos y de dos a cuatro de la tarde), Superprima (de cuatro a ocho de la tarde), Prima (de ocho a doce de la tarde), Media (de doce a cuatro de la madrugada) y Alba (de cuatro a ocho de la mañana). Se hace así para que los guardiamarinas puedan acudir a sus clases sin solapamientos, los oficiales (que son los comandantes de cada guardia) puedan preparar las clases y seguir con sus trabajos de gestión, y el resto de dotación con su labor de mantenimiento del buque-escuela. Pero es el único barco que tiene este régimen de guardias.