¿Por qué se llamo “Gripe Española”... y no “Gripe Estadounidense”?
La hipótesis más aceptada es que los primeros casos de la gripe de 1918 se registraron en una base militar de Estados Unidos. Sin embargo, este el nombre que ha perdurado
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Después de la muerte sin descendencia de Carlos II “el Hechizado” y después de una cruenta batalla que se extendería desde el 1701 al 1713, quien ocuparía el trono de España y pasaría a ser soberano en las vastas posesiones de la Monarquía Hispánica tanto en Europa como en América sería Felipe de Anjou, nieto del poderoso borbón que ocupaba el trono francés, Luis XIV. Para justificar su reinado, el nuevo rey y su corte comenzaron una guerra propagandística contra la historia.
Tal y como explica la investigadora María Elvira Roca Barea, autora del éxito en ventas “Imperiofobia y leyenda negra”, a partir de aquel momento, todo lo que habían hecho los Austrias con anterioridad se presentaba como erróneo, inmoral e iletrado. Y la mentira y el olvido se convirtieron en requisitos esenciales para formar parte de la corte borbónica. “Tras el cambio de dinastía se empieza a consumir la historia que escriben los franceses”, sentenciaba la historiadora. Es decir, que los españoles nos creímos nuestra propia leyenda negra y, desde entonces, no ha vuelto a haber una defensa oficial de la imagen proyectada por España... frente a los abusos de propios y ajenos.
Y así ocurrió lo inevitable: Ya en el siglo XX, el mundo libraba su Gran Guerra (1914-1918) y España se mantenía neutral. El nuestro era el único país que no censuró la publicación de los informes sobre una epidemia que acabaría matando a alrededor de 50 millones de personas en todo el globo terráqueo (cifra que triplica a la de fallecidos por la Primera Guerra Mundial). Y al ser el nuestro el único que se hizo eco del problema, el problema acabo adoptando nuestro nombre.
Un siglo después del verano de 1920, en el que el virus desapareció tal y como había llegado, los científicos todavía no han podido determinar con total precisión cuál fue el epicentro de la epidemia. Algunos investigadores lo sitúan en China, otros en Francia... aunque la hipótesis más aceptada es que los primeros casos de la pandemia del brote de influenza virus A, del subtipo H1N1, se registraron el 4 de marzo de 1918 en la base militar de Fort Riley, al noreste de Kansas... y que fueron los soldados estadounidenses quienes lo introdujeron en Europa... y en el mundo.
Se estima que murieron del 10% al 20% de los infectados. Con alrededor de un tercio de la población mundial de aquel tiempo infectada, esa tasa de letalidad significa que entre un 3% y 6% de la población mundial murió: en China se registraron 30 millones de víctimas; en EE UU alrededor de 675.000; en Reino Unido 250.000; en España 200.000; en Francia 400.000, una cifra similar a la de Italia; en el continente africano se habló de 1,5 millones de muertos.
Nadie con dos dedos de frente podría culpar a los españoles de las muertes provocadas por la mal-llamada “Gripe Española”. Sin embargo, el nombre de nuestro pueblo quedaría asociado con el dolor de las víctimas de la pandemia de gripe de 1918. Y como era de esperar, nadie en España mostró su rechazo ante aquella injusticia desde un cargo oficial.
Cuando empezaron a aparecer los primeros casos en España, la gente bautizó a aquella pandemia el “trancazo”. Aunque hay otros que también la llamaron el «soldado de Nápoles», porque era igual de “pegadiza” que el coro de los soldados de “La canción del olvido” del maestro Serrano, que se había estrenado unos meses antes en el Teatro de la Zarzuela. Sin embargo, después de un tiempo, incluso los españoles acabarían llamando “Gripe Española” a la pandemia.