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La España de 1975

Auge y ocaso de la Operación Lolita

El entonces príncipe Juan Carlos solicitó a Torcuato Fernández-Mirandaya una lista de nombres potenciales a protagonizar la inminente sucesión de Franco

El anterior jefe del Estado, Francisco Franco, despachando con el entonces presidente del Gobierno, Carlos Arias Navarro
El anterior jefe del Estado, Francisco Franco, despachando con el entonces presidente del Gobierno, Carlos Arias Navarro OLEGARIO PEREZAgencia EFE

Carlos Arias Navarro no servía como presidente del Gobierno. Así se lo dijo Juan Carlos a Torcuato Fernández-Miranda ya en octubre de 1975. Lo encontraba torpe, anticuado, sin carisma y carente de programa. Era un hombre que se creía el legatario del franquismo. Por tanto, Arias era un político a quitar de primera fila en cuanto fuera posible porque el cambio no podía llegar de su mano. El entonces príncipe encargó a Torcuato una lista con presidenciables, y eso hizo. A un lado anotó las posibilidades reales pero indeseables: Arias y Rodríguez de Valcárcel, presidente de las Cortes. Al otro lado, los más favorables a los planes regios: Antonio Garrigues y José María López de Letona, que finalmente fue el elegido. Pensaron un plan para su nombramiento y lo llamaron: «Operación Lolita».

El nombre procedía de un plan fallido: hacer presidente del Gobierno a Gregorio López-Bravo, un tecnócrata que había sido ministro, al que sus íntimos llamaban «Lolo». Descartado su nombre y aupado López de Letona, a un chistoso del círculo de Juan Carlos se le ocurrió llamarlo «Lolita». El candidato deseado era ingeniero de Canales, Caminos y Puertos, otro tecnócrata proveniente de la Comisaría del Plan de Desarrollo y ministro de Industria en el gobierno de Carrero Blanco entre 1969 y 1973. Parecía el adecuado porque no era un fanático del Movimiento Nacional, sino un hombre gris que no había combatido en la Guerra Civil. Laureano López Rodó impulsó su candidatura. Se trataba, o eso decía, de quedarse con lo mejor del régimen franquista, el desarrollismo, mediante el nombramiento de un hombre independiente, no adscrito a ninguna familia del régimen, y con experiencia en la administración.

Saltaron las alarmas

La Operación Lolita se filtró y llegó a las cancillerías europeas. La sorpresa de Juan Carlos tuvo que ser mayúscula cuando el presidente francés Valéry Giscard d’Estaing aconsejó al rey que siguiera adelante con el nombramiento. Todo parecía bien encaminado con un hombre tibio que tenía el beneplácito europeo y norteamericano. Por eso, el 7 de noviembre de 1975, el Príncipe insistió a Torcuato: «Letona lo hará muy bien».

Sin embargo, Fernández-Miranda empezó a desconfiar de la operación por quienes la promovían. Detrás estaba la familia tecnócrata, que quería usar a López de Letona para derribar a Arias Navarro, y luego, desde dentro, acabar con el propio Torcuato. Era algo más que una cuestión de nombres. La tecnocracia quería quitar el poder a las Cortes para que lo tuviera el Gobierno, y dirigir la transición desde el Ejecutivo. Esto suponía acabar con el plan de Torcuato de marchar de la dictadura a la democracia desde la presidencia de las Cortes reformando las leyes franquistas. Los tecnócratas de la Operación Lolita, como Alejandro Fernández Sordo, ministro de Relaciones Sindicales, y López Rodó, que había sido el hombre de confianza de Carrero Blanco, tenían su propio plan para Juan Carlos una vez muriera Franco. Su propósito era que el poder quedase en manos de la clase política del franquismo, no en el rey. Querían a un inmovilista como secretario general del Movimiento, Alejandro Rodríguez de Valcárcel, y a López de Letona al frente del Gobierno.

Saltaron las alarmas en el Palacio de la Zarzuela, y Fernández-Miranda y el general Alfonso Armada advirtieron a Juan Carlos para que abortara la Operación Lolita, y así ocurrió. De esta manera, los ojos se volvieron a Carlos Arias Navarro, que se convirtió en el mal menor para presidir el Gobierno, mientras Torcuato quedó como presidente de las Cortes. El rey cedió, pero Arias lo interpretó equivocadamente como un triunfo propio, un reconocimiento de su carácter imprescindible. El rey optó por la prudencia y la estrategia a medio plazo, viéndose obligado a confirmar a Arias de momento, y a concentrar sus esfuerzos en asegurar que Torcuato Fernández-Miranda obtuviera la presidencia de las Cortes y del Consejo del Reino.

De esta manera, la Operación Lolita y su candidato, López de Letona, quedaron descartados definitivamente. El rey llamó a Letona el 7 de diciembre de 1975 para agradecerle su disposición y sugirió la posibilidad de contar con él para el futuro inmediato. El tecnócrata esperó entonces un nombramiento ministerial a la altura de su papel en el desarrollismo. No obstante, el tiempo fue pasando, y Arias se quemó en el Gobierno mientras ascendía la figura de Adolfo Suárez. El esperado nombramiento de López de Letona para Obras Públicas no se materializó, aunque fue designado como gobernador del Banco de España en agosto de 1976; es decir, se lo quitaron de en medio con un ascenso.