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HISTORIA
Las bodas arregladas de Isabel II y su hermana Luisa Fernanda
Buscando la reconciliación, los carlistas reavivaron un viejo proyecto de boda

Hacia 1844, los carlistas, buscando la reconciliación dinástica, reavivaron el viejo proyecto de boda entre el primogénito del pretendiente, conde de Montemolín, y la jovencísima Isabel II.
Para facilitar las negociaciones, don Carlos abdicó en su hijo el 18 de mayo de 1845, adoptando para sí el título de conde de Molina. Cinco días después, el nuevo Carlos VI dirigió un manifiesto a los españoles, prometiéndoles: «No hay sacrificio compatible con mi decoro y mi conciencia a que no me halle dispuesto para dar fin a las discordias civiles y acelerar la reconciliación de la real familia».

¿No era acaso la celebración de una boda regia con la primogénita de su tío el mejor modo de «acelerar la reconciliación»? Precisamente a ese «sacrificio», invocado por el nuevo pretendiente, aludía su primo hermano, el infante Francisco de Asís, en una desconocida carta dirigida al conde de Montemolín desde Pamplona, el 13 de julio de 1846: «[La Nación española tiene derecho –advertía Francisco de Asís– a ver recompensados sus sacrificios por sacrificios que a su vez le hagan las personas reales. Me han dicho que uno de los pensamientos de la corte de las Tullerías, en las presentes circunstancias, es tu matrimonio con mi prima. Creo que poniendo los ojos en ti se ha dado un gran paso hacia la reconciliación, que debes desear ardientemente... No malogres, pues, tal oportunidad; aprovéchala por tu bien, el de toda tu familia, y el de esta Nación desventurada».
Paradojas de la Historia: Francisco de Asís ignoraba entonces que sería él, y no su primo, quien finalmente se desposaría con Isabel II. La corte del pretendiente carlista no aceptó la renuncia de éste al título de rey de España y de las Indias para contentarse con el de rey consorte y sin número.
Los designios de España
Entre tanto, la «misma corte de las Tullerías» a la que aludía Francisco de Asís en su carta no hacía más que entrometerse en los designios de España, con la anuencia de la reina madre exiliada. María Cristina se había arrojado en brazos de su tío Luis Felipe, tal y como daba a entender el propio rey de los franceses a su hija Luisa, reina de Bélgica, en otra desconocida carta fechada en Neuilly, el 14 de septiembre de 1846: «Ya sabes, mi querida hija, que la reina Cristina, durante su regencia y mucho tiempo antes de su expulsión, nos pedía sin cesar la conclusión de los matrimonios de nuestros dos hijos menores, los duques de Aumale y de Montpensier, con sus dos hijas la reina Isabel II y la infanta Luisa Fernanda... Antes de que la reina Cristina viniese a París, y después en las numerosas conversaciones que tuve con ella durante su permanencia a nuestro lado, había respondido siempre a su insistencia en que el esposo de la reina, su hija, fuese uno de mis hijos, manifestándole la opinión, que jamás ha variado, y que hoy día se halla confirmada por el asentimiento casi unánime de la España, de que el esposo de la reina debía, por el contrario, ser elegido entre los príncipes descendientes de Felipe V, en la línea masculina, cláusula que excluía a todos mis hijos».
Tras descartarse otros candidatos para Isabel II, entre ellos los propios hermanos de su madre, los condes italianos de Aquila y de Trapani, además del príncipe Leopoldo de Sajonia-Coburgo, sobrino del rey de Bélgica, se reparó en el infante Francisco de Asís, hijo del también infante Francisco de Paula, hermano de Fernando VII y de Carlos María Isidro.
María Cristina condicionó el matrimonio de Isabel con su primo carnal Francisco de Asís al enlace simultáneo de su hija menor la infanta Luisa Fernanda con el duque de Montpensier, a lo que finalmente accedió Luis Felipe de Orleáns, poniendo incluso la mano en el fuego por la virilidad del candidato, a quien luego apodarían sin embargo Paquita en las cortes europeas. Las bodas de Isabel y Luisa Fernanda se celebraron la misma noche del 10 de octubre de 1846, en el Palacio Real de Madrid. El marido de la infanta Luisa Fernanda era un personaje más bien novelesco y siniestro. Nacido el 31 de julio de 1824 de las entrañas de su madre, la princesa María Amelia de las Dos Sicilias, Antonio de Orléans, duque de Montpensier, acabaría matando en duelo a pistola al mismísimo infante don Enrique de Borbón, duque de Sevilla y hermano menor del rey consorte Francisco de Asís, quien para colmo era ya el flamante esposo de Isabel II.
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