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Luis Suárez , maestro y guía del medievalismo español

Fallecido el pasado domingo, no descansó nunca en el estudio de su querida España marcando caminos de investigación futura

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Ha fallecido Luis Suárez Fernández, con cien años cumplidos de una vida apretadísima de contribuciones y esfuerzos. Le conocí personalmente en 1973 en la Universidad Autónoma de Madrid. No me había llamado; pero a pesar de ello me trató con ecuanimidad y calor humano, convirtiéndose en lo que he considerado mi gran maestro universitario y de entereza humana. Y también fue mi maestro y guía como historiador, desde que leí su increíble «Nobleza y Monarquía», y eso que soy un historiador de la Antigüedad y de la muy Alta Edad Media.

«Nobleza y Monarquía» refleja y proyecta lo que fue su increíble trayectoria como medievalista. Don Luis no descansó nunca en el estudio de su querida España bajo medieval y de los Reyes Católicos, su colofón y alba de futuro. Resume todo lo que entonces (1959, en su primera edición) él sabía y había inauguralmente estudiado en archivos, pero sobre todo intuye y marca caminos de investigación futura que siguieron sus discípulos: Julio Valdeón, José Ángel García de Cortázar, Miguel Ángel Ladero, Emilio Mitre, Isabel del Val, Vicente Ángel Álvarez Palenzuela…por citar solo a los más conocidos y que desarrollaron todo lo que el maestro había trazado. En otro libro de ese mismo año («Navegación y Comercio en el Golfo de Vizcaya. Un estudio de la política marinera de los Trastámara») venía a introducir la economía, el comercio, la economía política y sus gentes, siguiendo en cierto modo la brecha abierta hacía unos años por Jaume Vicens Vives, al que tanto quería y admiraba don Luis, pero al que Dios quiso tener consigo muy pronto.

Una gran escuela

Con esas líneas el lector habrá descubierto ya lo que hace a Luis Suárez único en el medievalismo español de la segunda mitad del siglo XX. Don Luis fundó, crió y cuidó una gran escuela. Por diversos motivos la Universidad española no ha gozado de muchas escuelas historiográficas en el sentido auténtico y más noble del término. Pues con frecuencia se ha confundido escuela con grupo de presión, con máquina de colocar a gentes en diversas cátedras. Pero curiosamente el medievalismo ha sido una cierta excepción, con las grandes escuelas de don Claudio Sánchez Albornoz, que él siempre con enorme afecto por su maestro hizo derivar de don Eduardo de Hinojosa, en la primera mitad del siglo XX, y la de Luis Suárez en la segunda. Desgraciadamente, la primera, la de don Claudio, se vio parcialmente truncada por el exilio forzoso del maestro en la Argentina tras nuestra guerra fratricida, como él la llamaba. En España quedaron sus epígonos, y en el Río de la Plata sus discípulas, casi hasta ayer mismo. La de Luis Suárez, más reciente, pudo gozar de mejor suerte, al menos hasta que la Reforma Universitaria del ministro Maravall en los 80 promovió, o al menos puso los fundamentos, de la desarticulación y final extinción de cualquier posible escuela. A pesar de ello, e incluso una vez jubilado, Suárez Fernández desde su nueva tribuna en la Real de la Historia siguió dando lecciones e intuiciones de gran historiador, acercando la investigación histórica a un público culto no especialista, con sus Juanes y sus Isabeles. E incluso, haciendo un guiño a la memoria de su gran amigo Jaume Vicens Vives, giró a otros quehaceres contemporáneos, pensando que así podía ayudar mejor a sus conciudadanos a comprender la historia española. Descanse en paz , don Luis, con usted se ha ido una historia del mejor medievalismo español. Seguro que sus libros continuarán guiando a nuevos historiadores, como lo han hecho conmigo. Un abrazo.