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Anécdotas de la Historia

La Marcha Verde o la trampa de Hassan II

En su alocución televisiva, el rey de Marruecos no contó que el dictamen del Tribunal de La Haya negaba la soberanía marroquí sobre el Sáhara Occidental

La Marcha Verde, compuesta por 350.000 súbditos de Hassan II, atraviesó la frontera internacional del Sáhara Occidental en noviembre de 1975
La Marcha Verde, compuesta por 350.000 súbditos de Hassan II, atraviesó la frontera internacional del Sáhara Occidental en noviembre de 1975larazon

Franco estaba enfermo pero se resistía a dejar el puesto. El 12 de octubre de 1975 acudió a las fiestas por el Día de la Hispanidad. Ese día la temperatura no superó los 12º. El dictador cogió frío y enfermó. A su edad era grave. Tenía 82 años, cerca ya de los 83. Tres días después tuvo un infarto. Levemente recuperado, en la jornada del 16 recibió a Arias Navarro, presidente del Gobierno, y a Pedro Cortina, ministro de Asuntos Exteriores. La situación se había complicado en el exterior. El Sahara estaba al rojo vivo. Marruecos, Mauritania y Argelia habían enviado tropas a la frontera de la provincia española, y el Frente Polisario se empeñaba en acciones terroristas.

Mientras, una comisión de la ONU había emitido un informe con fecha del 14 de octubre, producto de su visita al Sahara. En el farragoso documento, tras exponer minuciosamente la situación y el ambiente social, la comisión dictaminó que la mayoría de la población saharaui deseaba un referéndum de autodeterminación para ser independiente. Sus habitantes no querían ser marroquíes ni mauritanos. Dos días después, el Tribunal de La Haya dio la razón a España: no habría anexión por parte de ningún país fronterizo, sino un referéndum.

La culminación del plan

Fue entonces, el 16 de octubre, cuando Hassan II culminó el plan preparado desde abril de 1975: invadir el Sáhara. Fue a la televisión de su país y lo anunció. Montaría una «manifestación pacífica» del norte al sur del país en dirección al Sáhara Occidental. El reclutamiento de la gente se haría a través de unas oficinas de inscripción para voluntarios, y añadió: «Yo soy el primer voluntario». Los manifestantes, afirmó, irían desarmados para penetrar en el territorio saharaui, aunque, «si encontramos algún obstáculo en nuestro camino actuaremos en legítima defensa, y la responsabilidad de lo que pueda ocurrir será de España». Hassan II continuó diciendo que durante doce días los voluntarios serían conducidos en trenes procedentes de todas las provincias hasta Marrakech, de donde serían posteriormente transportados hasta Gadir y, finalmente, a Tarfaya.

En su alocución televisiva, Hassan II no contó que el dictamen del Tribunal de La Haya negaba la soberanía marroquí sobre el Sáhara Occidental. Al revés, apuntó que el informe reconocía el derecho de Marruecos a apropiarse de ese territorio, por lo que «no nos queda más que recuperar nuestro Sáhara, cuyas puertas se nos han abierto». Su intención era reunir 350.000 voluntarios, de ellos el 10% de mujeres, que solamente irían «armados con el Corán». Ese mismo día hizo llamar a los embajadores de los países árabes para anunciarles su decisión y contar con su beneplácito. No faltó el aviso a Estados Unidos: Laraki, ministro marroquí de Exteriores, se lo anunció a la administración de Gerald Ford.

La inquietud de España

En España, la gente ya estaba muy inquieta por la situación interior, y veía la cuestión saharaui como una locura. En «La Vanguardia Española» (hoy sin el adjetivo) se insistía en que los organismos internacionales habían bendecido el referéndum, pero que Hassan II iba a violentar el acuerdo con una «marcha pacífica». En el diario «Informaciones» dudaban que no fuera violenta «a poco que se conozca algo la psicología de los musulmanes». No había sido algo improvisado, decía Francisco Javier Peña, periodista de «Informaciones», sino un plan bien orquestado por parte del «nacionalismo xenófobo liberador religioso» de Hassan II. El temor era que fuera una trampa para provocar un conflicto armado en la zona. «ABC» informó ese día que nueve militares marroquíes habían resultado muertos por un ataque del Frente Polisario en territorio saharaui, y su editorial apuntaba ingenuamente: «Marruecos debe comprender y colaborar».

El día siguiente a la amenaza de Hassan II se reunió el Consejo de Consejo de Ministros con Franco. Lo hicieron en una habitación habilitada médicamente por el doctor Vicente Pozuelo. Se temía que una mala noticia le provocara otro ataque al corazón. Arias Navarro adoctrinó a sus ministros cómo debían dirigirse al Caudillo para evitar sobresaltos. El tema principal fue el llamamiento del rey de Marruecos a una «marcha pacífica» sobre el Sahara. El ministro Cortina expuso la situación con sumo cuidado pero con tono firme. Franco solo aguantó veinte minutos. Sintió un dolor en el pecho y concluyó la reunión.

El Gobierno no decidió nada, salvo que el ministro de la presidencia, Antonio Carro, compareciera ante los periodistas para decir que la ONU y el Tribunal de La Haya daban la razón a España. Así lo hizo. Pedro Crespo, periodista de «ABC», comentó entonces que Carro no aludió a la «circense y grotesca convocatoria» marroquí porque el Gobierno estaba más preocupado por «otras cosas». Cierto. Los ministros, y no solo ellos, pensaban en ese momento más en asimilar la inminente muerte de Franco y el día después.