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España mítica

Los mitos de Orense

Aunque son muchas y muy numerosas las leyendas que pueblan la historia fundacional del territorio gallego, el agua y los manantiales juegan un papel fundamental en casi todas

En las Termas de Muíño da Veiga el agua cercada por las piedras se integra perfectamente con la inmensidad de la naturaleza
En las Termas de Muíño da Veiga el agua cercada por las piedras se integra perfectamente con la inmensidad de la naturalezaTurismo de Orense

Hoy toca homenajear al epicentro de la provincia interior, la misteriosa Orense, la ciudad del oro, que lleva su étimo latino con orgullo: «Civitas auriense» o Auria, nombre legendario en la historia y la literatura, su halo mítico ha perdurado a través de los tiempos, desde los pueblos prerromanos hasta la generación del grupo Nós, de escritores galleguistas, que la rebautizó como la «Atenas de Galicia». Orense es una ciudad pétrea imponente, de restos arqueológicos y culturales de primer orden, pero que a veces parece sólo para iniciados, pues no tantos conocen sus maravillas ni se acercan a apreciarla. Así es Orense, la ciudad de leyenda. Solo evocamos brevemente alguna.

Es curioso como en su gran leyenda, la de las aguas termales y sus divinidades, Orense mezcla las antigüedades prerromanas y las romanas –con el posterior halo céltico, entre bosques y ninfas acuáticas, más imaginado que real desde el romanticismo en las tierras gallegas–, sobre todo en relación con las Burgas. La provincia está surcada de actividad termal y manantiales, siempre señal mediadora de un lugar entre mundos, desde Lobios a Laias, pero tienen su epicentro en el propio centro urbano de la capital, con las fuentes de las Burgas, un conjunto de manantiales termales con un centro de interpretación que conjuga vestigios romanos con material mítico. El origen es la leyenda multiforme de unas divinidades de las aguas que inspiran sueños, curan y castigan: acaso de un sueño o de una ofensa surgen estas aguas a altísima temperatura, no solo un castigo sino un remedio y con el tiempo una bendición.

Morir hervido

Hay que recordar que en la propia ciudad se encuentran también las termas de A Chavasqueira, Tinteiro y Outariz, lugares donde también se quiere ver a los espíritus del agua, las antiguas ninfas de las que queda epigrafía. En su honor nobles romanos y damas galaicas hicieron grabar inscripciones. Una tal Calpurnia, siguiendo la inspiración oniromántica de los ensueños, cumplió el voto en agradecimiento a las ninfas de estas aguas y dedicó una inscripción en la huerta conocida como «Casa da Tenencia» (s. II). La Burga de abajo, de estilo neoclásico, y la de arriba albergan leyendas y fantasías diversas, así como la burga de enmedio, pegada a un muro y con estilo más moderno. En el Fervedoiro cercano, hoy protegido por rejas, se dice que cayó un niño y murió hervido. Curioso es que las aguas calientes se hagan nacer en el propio centro espiritual de la ciudad, debajo de la capilla del Santo Cristo, en la catedral (s.XII-XIII, sobre una basílica sueva y un recinto sacro anterior). En la magnífica construcción, con pórtico del paraíso polícromo, esta talla, que remonta al siglo XIV, se pretende labrada por Nicodemo, testigo directo de la pasión.

Se cuenta que un barco extranjero que la llevaba tuvo que arrojarla para aligerar carga en una tormenta, haciendo que acabara recalando en Finisterre y de allí fuera llevada a Orense. Es una talla de gran realismo, cuyo pelo sobrehumano no deja de crecer, así como la barba, de ahí que, de tanto en tanto, un barbero deba acudir a la catedral para cortarlos. Las heridas y llagas –como la muy profunda del costado– dan un enorme realismo a la imagen, tanto que otra leyenda cuenta que, en realidad, es un cadáver momificado. Tiene este Cristo una gran veneración popular, como la Virgen de la Capilla de los Remedios, que data del siglo XVI, muy milagrosa, aunque su talla es réplica de la que se destruyó en un incendio reciente. Esta está junto al puente romano, otra de las maravillas legendarias de la ciudad: llamado «puente mayor», cruza el Miño desde tiempos de Augusto y, aunque ha sido reconstruido varias veces, guarda toda la imponente hechura romana, como símbolo de la ciudad, figurando hoy en su escudo.

El Miño muestra toda la conexión con la naturaleza del lugar, entre el río y los tupidos bosques: lleva remontando en su curso hasta la Ribeira Sacra, un lugar mítico por excelencia, de vinos y abadías, en la confluencia con el Sil, con cuentos sobre criaturas míticas, mitad hombre y mitad pez, que abandonan su pozas para seducir a los incautos en torno a las fiestas de San Juan. Orense es, en fin, tierra de misterios, desde el Monasterio de Oseira a la Plaza del Hierro. Son inagotables, así que habrá que ir a la ciudad y seguir narrándolos con más detalle alimentados siempre por sus tradiciones populares y por las lecturas de Otero Pedrayo o Blanco Amor…