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¿A qué olía la edad media?

Ni dientes negros ni falta de higiene. Los historiadores Javier Traité y Consuelo Sanz prueban que la población se bañaba con regularidad y que se limpiaban las calles
Esta pintura anónima refleja una casa de baños en una ciudad europea, un lugar que era conocido no solo por la higiene, sino porque también a veces estaban vinculados con la prostitución
Esta pintura anónima refleja una casa de baños en una ciudad europea, un lugar que era conocido no solo por la higiene, sino porque también a veces estaban vinculados con la prostitución Ático de los libros

Madrid Creada:

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El Renacimiento, con su exaltación de Roma, inició un retrato pesimista del medievo como una época oscura desprovista de higiene y transitada por una pléyade de pobrezas y mendicidades. Una idea que, lejos de refutarse, ha persistido en el tiempo y que, primero la literatura (la novelesca y la histórica) y, después, las películas del siglo XX, con su capacidad de influencia, han perpetuado hasta convertirla en uno de esos lugares comunes que jamás se cuestionan o rebaten. En el imaginario colectivo queda así esa melodramática estampa de un paisaje de villorrios infectos, rúas embarradas y gentes raquíticas, cojas, mermadas, sucias y de sonrisas hechas de raíces despobladas o dientes podridos.
Sin embargo, los textos documentales y los restos arqueológicos dictan lo contrario y vienen a desmentir esta difundida creencia y aportan una visión iluminadora. «El olor de la edad media» (Ático de los libros), de los historiadores Javier Traité y Consuelo San de Bremond, corrobora este punto y tira por los suelos muchos presupuestos que se daban por asentados. «Estamos viviendo en un imaginario equivocado. Está distorsionado. Algunas realidades son ciertas, pero eso de que era un momento repleto de porquería y fango no se corresponde con lo que encontramos en las fuentes. Este error tiene muchos padres y muchas madres. Se ha ido construyendo a través de los siglos. En XIX se fija este mito, porque en ese momento la existencia era complicada y esa gente se daba cuenta de que si sus calles y sus condiciones de vida eran un asco, dirimieron, en anteriores momentos, debían ser peor. Ahora esto es cultura popular», comenta Javier Traité, quien, a continuación, tira abajo algunas nociones asumidas.
Los dientes negros
«Las fuentes nos hablan de la limpieza de los dientes, y la arqueología, que ha examinado dentaduras de todo del periodo medieval, lo corrobora en toda Europa. Primero, los tenían blancos; segundo, se veían pocas caries por la dieta y la escasez de azúcar. Esta se popularizó a partir del siglo XIV. Lo que sí aparece en los dientes es el desgaste debido a las piedras y la arena que queda al moler el pan. Tampoco tenían demasiado sarro. En los yacimientos, las cantidades de sarro poseen niveles razonables. El motivo es que la gente se lavaba los dientes. Masticaban raíces, como el regaliz, se cepillaban los dientes y recurrían a palillos dentales. Incluso fabricaban dentífricos. Existen un montón de recetas. Los hacen con distintos elementos, algunos con piedra pómez y otros con hierbas. Una de ellas usaba espina de sepia. Además, contaban con productos blanqueadores».
La suciedad en las calles
«No eran sucias siempre. La gente cuidaba las calles, aunque hubiera de vez en cuando algunas embarradas, pero lo normal es que estuvieran empedradas. Tenemos excavaciones con esos empedrados. Había una normativa para limpiarlas y contaban con personal. Tenemos quejas de vecinos por ensuciarlas y multas para aquellos que lo hacían. Es evidente que había ciudades con problemas, como Cracovia, Oxford y York. La edad media no es homogénea. Nadie controla nada y el alcance del poder es limitado. En estos tres enclaves era sobre todo por la presencia de los estudiantes, pero existían otras ciudades que funcionaban bien y eran limpias, como Siena o los Países Bajos, donde existía un control de la basura. Se trataba de mantener un entorno limpio y decente».
Cloacas
«En las aldeas no se acumulaban residuos. El estiércol se llevaba fuera y los hombres usaban el entorno. Estaban rodeados de bosques, donde hacen las necesidades. En las ciudades tampoco estaba mal resuelto. Las urbes medievales en Occidente eran muy pequeñas y, en la alta edad media, eran prácticamente huertos amurallados. A partir de ahí cuando crecieron, usaron sistemas diferentes. Lo que más usaban era el pozo negro. Era un sistema práctico y barato. Casi todo el mundo podía tener el suyo. Y luego además contaban con profesionales que recogían los residuos y que los llevaban al campo».
Las mujeres usaban paños durante  la menstruación
Las mujeres usaban paños durante la menstruaciónÁtico de los libros
Baños
«Es falso que no se bañaran. Existían baños comunales. Era cierto que se cerraron los baños romanos, pero era normal, porque eran carísimos de mantener. Primero había que tener un acueducto en condiciones y una piscina que no se hubiera quedado taponada, porque si no... Además requerían un montón combustible. Por eso desparecieron. Pero los germanos tenían saunas y empleaban piedras calientes que generaban vapor. Se echaban cubos de agua y se limpiaban la piel con ramas y hojas. Para esto solo se necesitaba una habitación pequeña. En Madrid ha aparecido una sauna de un pueblo visigodo. Pero la referencia a los baños son abundantes en la documentación. Los penitenciales medievales aluden a ellos. Tenemos casas de baños por todas partes en España y Europa. En el caso español es curioso porque suelen ser instalaciones de inspiración islámica. Existen junto al molino, la alhóndiga. La asistencia era semanal, pero tenían la posibilidad de acudir más veces. Estaban regulados y los precios eran populares. Unos eran para los judíos; otros, para los musulmanes; otros para cristianos y los había también para hombres y mujeres. El estilo era islámico en España. Se implantaron en el siglo X debido a los mozárabes de Al-Andalus. Tenían el recorrido de un hammam».
Higiene común
«La higiene es diaria en la edad media. Era un lavado por partes. También se cambiaban la ropa a diario. Había gente guarra que no se lavaba y que no se cambiaba, pero como sucede hoy. Pero esas personas tenían más piojos. La gente corriente se lavaba y se quitaba la camisa, que era una prenda interior que usaban hombres y mujeres. Estaba hecha de tejido vegetal vasto, lino o lino vasto, que es exfoliante. Recogía el sudor y lo separaba del cuerpo del vestido. Las camisas las ponían a airear y usaban otra nueva. Por los testamentos sabemos que, incluso las personas más humildes, contaban como mínimo con dos camisas. El lavado diario lo hacían con palanganas. Con esto mantenían la higiene. El pelo lo cubrían con un gorro entre semana para no coger suciedad. Se peinban como sistema higiénico, para eliminar la grasa, y se lo cepillaban de manera constante».
Esta ilustración muestra cómo las personas se lavaban la piel con ramas
Esta ilustración muestra cómo las personas se lavaban la piel con ramasÁtico de los libros
Jabón
«Es el milenio en el que se popularizó el jabón. No lo usaban los romanos. Sabían de él a través de los galos. Pero los romanos, para lavarse, usaban otros productos más elaborados. Es a partir del siglo IV y V cuando se extendió el jabón y apareció esta palabra en el latín, que hasta ese momento no la tenía. Los bárbaros no paraban de encargar jabón porque, al contrario de lo que se piensa ahora, les gustaba bastante bañarse. En el siglo VII, en Italia existía un gremio de jaboneros que lo fabricaban de manera industrial. Incluso aparecían en la lista de oficios de Carlomagno. Pero el jabón también se podía hacer en casa. Era muy sencillo. Solo se requería grasa y ceniza del hogar. ¿A qué olía la edad media? Pues a humo de leña, que es lo que quemaban. Así que usaban, primero, lejía y, luego ,jabón. A lo largo del siglo XI, XIII y XIV había montones de jabones. Y con las cruzadas se incorporaron los de aceite y los que tenían distintas durezas».
Las epidemias y la relación con la limpieza
Otro de los tópicos que permanecen es que la difusión que tuco la peste estaba vinculada con la limpieza. Pero no es así. De hecho, hubo ciudades muy limpias que la sufrieron y al contrario. La peste provenía de la rata negra, que, al contrario que la gris, vivía en las vigas y los tejados de las casas, y no en las alcantarillas. Por eso su impacto fue tan extenso. Los hombres en la edad media eran conscientes de las enfermedades. Por eso procuraban que los hospitales estuvieran limpios, se sustituyeran las sábanas con frecuencia y que se lavaran a los enfermos. Además, en las ciudades también intentaban que los mercados dedicados a la carne no estuvieran en el centro de las urbes, sino en las afueras, para evitar malos olores y también para que la sangre, al secarse, no se pudriera cerca de las casas.