Objetos universales
Por quién doblan las campanas
La campana es un instrumento metálico y sonoro que desde la tardoantigüedad se ha utilizado para llamar a los fieles a la oración. Son objetos litúrgicos consagrados y muchas de ellas con nombre propio cuyo tañido manual es Patrimonio Inmaterial de la Unesco.

Hasta hace pocos años era inconcebible una iglesia sin campanas ya que la llamada al culto es parte intrínseca de la liturgia, una llamada que podía tener toques distintos en función de las festividades y las manos expertas del campanero. Pero esto son cosas de otro tiempo, ya que las manos son sustituidas por un artificio mecánico que reproduce un toque estandarizado a pesar que el toque manual de campanas forma parte del Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad de la Unesco desde el año 2022. El pueblo judío contaba con instrumentos cuya finalidad es similar a la de las campanas: a día de hoy, en determinadas festividades aún hacen sonar el «shofar», y en diferentes pasajes del Antiguo Testamento la gloria de Dios se manifiesta a través del sonido de las trompetas, como cuando Moisés asciende al Sinaí, o en la caída de las murallas de Jericó. Las trompetas también sirven como instrumento de llamada para convocar al pueblo, como las que mandó hacer Moisés en plata para convocar a las tribus de Israel durante su periplo por el desierto. El uso y significado de las trompetas pasó a las campanas en el mundo cristiano.
La campanilla era conocida en la cuenca mediterránea en la Antigüedad, en Roma se conocían con el nombre de tintinabula. Se consideraba que el sonido tenía una función protectora ahuyentando la mala suerte, las enfermedades y la cólera divina. Con estas pequeñas campanas se avisaba de la apertura o cierre de las termas. En los primeros ritos cristianos no existía llamada pública a la oración ya que toda religión que no fuesen los cultos cívicos estaban prohibidos, pero después del Edicto de Milán del año 313, en época del emperador Constantino el cristianismo fue una de las religiones permitidas del Imperio pudiendo ser la llamada a la oración un acto público. Se atribuye a Paulino de Nola (m.431) el uso de la campana en la región de Campania, donde existían importantes fundiciones de bronce que ya eran citadas por su calidad en la «Historia Natural» de Plinio, pero no tenemos evidencias arqueológicas en la región ni se menciona expresamente en sus textos. Sea como fuere, la iglesia adoptó el uso de la campana para el llamamiento a la oración apareciendo en el «Liber Ordinum», recopilación de órdenes litúrgicos de época visigoda, múltiples menciones a las signa, nombre con el que se conocía a las campanas, puesto que con ellas se daba señal para el oficio divino. Esta obra se conoce a través de una de sus copias del siglo IX, el manuscrito de Silos, donde se da noticia de estas signa y de la necesidad de su consagración expulsando el mal de las mismas con un preciso ritual donde finalmente son bendecidas.
Un importante valor simbólico
Aunque las primeras noticias escritas de bendiciones de campanas datan del siglo IX, Alcuino (m. 804), maestro de Carlomagno, señala que no es una costumbre nueva. Las campanas de este periodo son de pequeño tamaño fundidas en bronce colocándose en la puerta del recinto para llamar a la oración. La más antigua documentada en la península Ibérica se encuentra en la actualidad en el Museo Arqueológico de Córdoba. Por la inscripción labrada en ella se sabe que fue donada por el abad Sansón al Monasterio de San Sebastián del Monte, situado en la Sierra cordobesa, en el año 930, año siguiente de la adopción por parte de Abd al-Rahman III de la dignidad califal y actualmente en el Museo Arqueológico de Córdoba. Las campanas tenían un importante valor simbólico en la Edad Media como elementos de definición de la cristiandad, así Almazor en su aceifa a Santiago de Compostela en el 997 se llevó las campanas a Córdoba, campanas que serían utilizadas como lámparas en la ampliación de la mezquita de Córdoba y que muchos años más tarde, tras la conquista de Córdoba en 1236 por Fernando III, volverían de nuevo a Santiago.
A lo largo del siglo XII con la mejora de la fundición del bronce se empezaron a construir campanas de mayor tamaño que ofrecían más posibilidades en sus sonidos, existiendo diferentes toques que convertían al objeto en parte del sonido habitual de pueblos y ciudades: muertes, fuegos, nacimientos, fiestas, llegada de personalidades, tenían un sonido específico y constituían parte de nuestro paisaje sonoro. Esta progresiva ampliación de los repertorios obligó a redactar normas de toques, llamadas también consuetas, donde quedaban por escrito como en una partitura la forma en que se interpretaban los diferentes toques. Estas reglas son propias de templos con una compleja actividad cultual, especialmente catedrales y colegiatas. La consagración de los bronces determinaba que la persona que los tañese fuese también consagrada siendo función del ostiario, clérigo que había recibido la primera de las órdenes menores.
Las Decretales de Gregorio IX (m.1241), mencionan a los custodios como encargados de tocar las campanas supervisados por el arcediano. En las Siete Partidas de Alfonso X (1250) se hace referencia al sacristán como encargado de las cosas de la iglesia y del tañer de las campanas. El enorme peso de las campanas medievales determinó la necesidad de ser tañidas por varios hombres y la incorporación paulatina de seglares. No sabemos quién tocaba en origen la campana en uso más antigua de España, la Wamba en Oviedo fundida en 1219,encargada por Pedro Peláez Cabeza, cuyo mecanismo y estructuras son anteriores a la torre que la alberga y que, con dos inscripciones, “Cristo suena”, “en Honor del Salvador” lleva tañéndose desde el siglo XIII en las solemnidades. Mientras siga sonando recordaremos que su paisaje está hecho de memoria y bronce.