Arqueología

El tamaño (de los edificios) sí importa

Entre el Circo Máximo o las pirámides de Egipto, figura Poverty Point, un yacimiento también inmenso y creado para dotar a una cultura de valor social e ideológico

Representación artística de una ciudad prehistórica instalada en Poverty Point
Representación artística de una ciudad prehistórica instalada en Poverty PointArchivo

No hay nada más denigrante para el recuerdo de las culturas del pasado que cuestionarse la autoría de sus grandes obras como hace determinada postura anticientífica que atribuye determinadas obras y logros del pretérito a alienígena o entidades similares. Esa corriente se fundamenta en un presentismo palmario, en una arrogancia infinita y en una escasísima consideración del género humano.

Con todo, esta minusvaloración proviene parcialmente del sobrecogimiento que despiertan en la actualidad y ése es un sentimiento común a las gentes del pasado. Así, el Circo Máximo, la estructura romana más grande con su capacidad para 150/250.000 personas, fue según Dionisio de Halicarnaso «una de las más hermosas y admirables construcciones de la ciudad». Y eso que no conoció la reforma de Trajano, quien lo ampliase y recubriese de mármol logrando que, como enfatizara Plinio el Joven, «el frontispicio inmenso del circo desafiara a la belleza de los templos». Abruma en Grecia el templo de Artemisa en Éfeso que, con su base de 130 por 69 metros y columnas de 18 metros de alto, doblaba en tamaño al Partenón y fue considerado una de las siete maravillas del mundo antiguo por Filón de Bizancio. Como enunciase un emocionado Antípatro de Sidón, «cuando diviso el templo de Ártemis alzándose hasta las nubes, aquéllas maravillas se desvanecen, ¿Qué son? Si exceptuamos el Olimpo, el sol no ha contemplado nada semejante». Sin embargo, ambas construcciones palidecen ante otra de las siete maravillas: las grandes pirámides de Egipto con la de Keops a la cabeza que, con sus 146 metros de altura y más de seis millones de toneladas de peso, propició infinitos mitos e historietas a lo largo de los siglos. Como dijera Diodoro Sículo, «producen un admirable estupor a quienes las contemplan por la magnitud de sus obras y por la manufactura de su técnica».

Estas obras tan inmensas y representativas de las capacidades de sus sociedades conmocionan y, precisamente, sobre esta sensación discurre el interesantísimo artículo «The Archaeology of Awe: Monumental Architecture, Communal Ritual, and Community Formation at Poverty Point, USA», publicado en el «Journal of Archaeological Method and Theory» de Matthew C. Sanger, conservador del Museo Nacional de los Indios Americanos de Washington.

Sociedades sin liderazgos

Este artículo analiza a través de la «arqueología del sobrecogimiento» el impresionante yacimiento de Poverty Point (Louisiana), que estuvo ocupado entre los años 1700-1100 a.C. en el período arcaico tardío norteamericano y desde 2014 está incluido en el catálogo de Patrimonio Mundial de la UNESCO. Su parte nuclear de más de 160 hectáreas consiste en una serie de enormes crestas de tierra semicirculares dispuestas horizontalmente y separadas con pasillos perpendiculares que rodean a un enorme espacio abierto, en cuyo interior se han evidenciado al menos 36 círculos de postes además de varios montículos de tierra de desigual tamaño situados en sus bordes internos y externos. Este gigantesco conjunto se liga a la epónima Cultura de Poverty Point, un nombre que deriva de una cercana explotación algodonera del siglo XIX, asentada en el valle bajo del Mississippi durante el segundo milenio a.C. Se trata de una sociedad de cazadores recolectores sin significativas diferencias sociales en su seno. Y esto es lo que sorprende. En contraste con los grandes monumentos citados anteriormente, producto de sociedades plenamente estratificadas, asombra que una sociedad sin grandes liderazgos le dedicase tanto tiempo y esfuerzo a la creación y sostén de un espacio tan enorme que, indiscutiblemente, tenía un enorme valor social, simbólico e ideológico para el conjunto de esta cultura. Es algo similar a lo que debían suscitar otros yacimientos prehistóricos monumentales como el magnífico santuario epipaleolítico de Göbekli Tepe o los cronológicamente posteriores Carnac o Stonehenge, con el que se ha comparado a Poverty Point por su aparente funcionalidad astronómica.

La arqueología emocional propuesta por Singer no es nueva y continúa una tradición de no fiar todo análisis arqueológico a la racionalidad conforme «las emociones de las sociedades del pasado conformaban sus comportamientos, prácticas y marcos de tomas de decisión». Sí lo es su enfoque en el sobrecogimiento, que «surge cuando una persona se encuentra con algo que sobrepasa su escala típica de percepción». La monumentalidad y esfuerzo colectivo en su creación, pues más de un millón de metros cúbicos de tierra fueron removidos, y su mantenimiento, apuntan a lazos comunes, a una cosmovisión compartida entre el inmenso caudal de gentes de lugares distantes que acudían a un lugar interpretado como espacio comercial, de peregrinación o de celebración de festivales, lo que apunta a una cada vez mayor complejización social. Aparte de estos lazos comunes, Singer sostiene que era «un lugar construido para sobrecoger», para abrumar a la gran cantidad de asistentes que allí se congregaban, con sus costumbres y formas de vida diversas, en un entorno inigualable y dinámico muy diferente a su vida normativa conformándose, como sugestivamente insinúa, una «comunidad emocional».