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La tierra baldía y el páramo hispánico: mito literario y ecologista

En múltiples leyendas ibéricas se aborda el mito de las «matres» que curan la tierra yerma, pero el páramo español es todo un tema literario que abarca el Quijote, el 98 y la modernidad
Desierto de los Monegros (Aragon)
Desierto de los Monegros (Aragon)Dreamstime

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En el comienzo fue el paraíso terrenal, de alimentación espontánea, surcado por árboles de todo tipo con frutas y agua para todos, Un edén de propiedad colectiva y felicidad utópica donde reinaba la justicia igualitaria: animales y humanos, varones y mujeres, hombres y dioses vivían en armonía. Pero luego ocurrió algo. Una falta, una carencia, la transgresión de un tabú acaso. Hay quien dice que deidades femeninas de las aguas subterráneas fueron atacadas por el hierro y la espada del cielo. Fue un conflicto entre elementos o sexos el que causó el problema. Y entonces el agua se corrompió, el jardín se empezó a despoblar y se convirtió en la tierra baldía. En muchas mitologías aparece este mito que engendra nuestro mundo enfermo, como en el mito celta que da origen a la gran literatura del Grial, en torno al siglo XII. Sigue el antiguo motivo del enfrentamiento entre la gran diosa madre, que ha sido ofendida, y los invasores que han causado la esterilidad de la tierra: hay un soberano herido, el rey enfermo, al que hay que sanar, en una antigua relación entre la soberanía y la fertilidad de la tierra. Luego la leyenda fue cristianizada y aparecen la copa de Cristo y la lanza de Longinos, rescatados por José de Arimatea y llevados a Poniente, en vez del caldero de tres patas de la diosa y la lanza del dios Lug, que hiere al rey enfermo. En la narrativa del Grial aparecen doncellas, madres y ancianas con las que se encuentran los caballeros en los momentos clave.
En la historia mítica de España estos motivos son muy importantes. Grandes extensiones de tierra han estado siempre vacías en nuestra península, la Hesperia del poniente o la tierra de nadie antes del paso al más allá. Las “matres” celtibéricas del Norte de Castilla, divinidades prerromanas de la fecundidad que aparecen en la epigrafía, quizá encarnen a esa antigua diosa triple de la tierra, con tres funciones y edades, ofendida y a la que hay que aplacar. una anciana que se transforma en doncella y luego será madre para que la tierra baldía cure. Aparecen en la historia antigua, y luego en las historias y leyendas medievales, o en los relatos populares del Norte de Castilla, especialmente de tierras de repoblación y de comuneros: en el esquema suele haber un banquete de bodas en el que mueren los invitados tras beber el agua de una fuente envenenada por una salamanquesa. Sólo se salva una anciana, que ofrece sanar el territorio y la fuente a cambio de que la cuiden o que conserven una ermita de culto, cosa a la que se comprometen los vecinos. El relato cristianizado incluye a una Virgen ermitaña que ha de sanar el lugar.
Hoy día, al viajero que viene de fuera le sigue chocando la vasta extensión de páramos, llanuras o incluso desiertos que hay en las grandes carreteras que surcan la península y que, más o menos, continúan discurriendo por los mismos cauces que las antiguas vías romanas. Las grandes extensiones asombrosamente vacías han evocado a los escritores, más allá de la tierra baldía de T.S. Eliot, un paisaje metafísico que tiene que ver con una profunda herida: un mito de muy larga pervivencia hispánica que incluye una reflexión filosófica –las meditaciones del Quijote, los Campos de Castilla y otras obras relacionadas con el 98– sobre la eterna crisis. El páramo es todo un “topos” literario.
En lo moderno, leer la mítica desertización de España sobre las leyendas es curioso: a veces se aduce una supuesta cita del geógrafo griego de época romana Estrabón acerca de que la península ibérica estaba poblada, en un pasado edénico, de tantos árboles que una ardilla podía atravesarla sin poner un pie en el suelo. Es una cita apócrifa que popularizó Félix Rodríguez de la Fuente pero que subraya el poder de esta idea. Otras leyendas modernas han relacionado la causa de que España tenga grandes extensiones vacías de árboles con las diversas empresas navales que se acometieron en la época de los Austrias. Algunas guías cuentan que los Monegros eran un bosque frondoso hasta la construcción de la Armada Invencible de Felipe II. Nada más lejos de la realidad, como nos indican la geología y la historia. Ese mismo esquema mítico, que fueron las flotas de Indias las que causaron que España fuera vaciada de árboles, en una afrenta belicosa a la tierra, abunda en diversos materiales publicados y audiovisuales. Un ejemplo es la serie infantil de divulgación histórica francesa “Érase una vez el hombre”, donde, en una serie de escenas alusivas, unos leñadores van talando de forma inmisericorde los bosques de España según se expande su imperio naval. Obviamente, ha habido deforestación, pero esta simplificación de sus razones puede que remita al antiguo mito sobre la tierra baldía.