La tumba del niño huno en el Barbaricum polaco
Un estudio ha analizado los restos de dos varones, de entre 7 y 9 años, cuyos restos mortales fueron colocados en paralelo, y sugieren que ambos pertenecían a diferentes estatus sociales
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Como lo certifica la amplísima bibliografía escrita, hay pocos temas de la historia más debatidos que la caída de Roma. En la actualidad, en el ámbito de la investigación el debate continúa aunque se tiende a considerar un enfoque multicausal fundamentado en la confluencia de razones de orden interno, incidiendo en las debilidades y contradicciones del imperio, y en la actuación de agentes externos, es decir, los bárbaros.
Entre estos últimos ocupa un lugar privilegiado el pueblo huno que, llegado a Europa a fines del siglo IV tras una larga migración desde las estepas asiáticas, alteró profundamente el Barbaricum oriental, sometiendo a diversas poblaciones bajo su égida y forzando a otras a desplazarse, penetrando algunos pueblos en el interior del Imperio. El testimonio más impactante de su llegada a fines del siglo IV procede del gran historiador Amiano Marcelino que consideró que el pueblo huno, al que retrata con particular crudeza y salvajismo, fue «el origen de las distintas desgracias avivadas por Marte». Se refería a la entrada de los visigodos en el imperio que, aterrorizados por los hunos, fueron acogidos como refuerzo militar aunque, ante el maltrato sistemático romano, se rebelaron, ocasionando la muerte del emperador Valente en la terrible batalla de Adrianópolis y convirtiéndose así en un actor fundamental del mundo tardorromano.
Sobre esta primera etapa, previa a los tiempos en los que Atila se convirtiera en su gran caudillo, versa el sugestivo artículo colectivo encabezado por el investigador de la Academia Polaca de Ciencias Jakub M. Niebylski titulado «Unveiling Hunnic legacy: Decoding elite presence in Poland through a unique child’s burial with modified cranium» y publicado en el «Journal of Archaeological Science».
Esta investigación analiza una tumba encontrada en Czulice, una población meridional de Polonia situada en las inmediaciones del río Koscielnicki, afluente del Vístula, datada según el análisis de radiocarbón entre los años 395-418. Es una zona del Barbaricum localizada en el entorno de la cultura de Przeworsk, es decir, territorio vándalo. Esta tumba alberga los restos de dos varones de entre 7-9 años de edad cuyos restos mortales fueron colocados en paralelo a una distancia de metro y medio entre sí. El primero muestra signos de descarnación mediante calor, es decir, fue depositado en la tumba tras habérsele quitado toda la carne de sus huesos, una técnica ampliamente extendida utilizada para facilitar la conservación de los restos de un finado, y, aunque fuera colocado extendido sobre su estómago, su cráneo acabó desplazándose hasta colocarse entre sus fémures. El otro individuo, depositado sobre su costado, presenta una evidente deformación craneal obtenida por la manipulación de sus huesos craneales desde su nacimiento.
Gradación jerárquica
Este interesantísimo análisis forense ya avala unas diferencias que se ven corroboradas por otras evidencias. En primer lugar, el ajuar. Mientras que el primer cadáver carece de ofrendas al segundo le dedicaron desde cerámica hasta un arma, un puñal de hierro, más un pendiente de oro y dos broches de plata. Tal diversidad es corroborada en el análisis de ADN al que fueron sometidos los restos que acredita que el niño con el cráneo deformado procedía de una población originaria de Asia Central mientras el otro era autóctono de Europa Oriental. El estudio isotópico realizado también mostraba una variación en la alimentación de ambos, revelando cómo el niño de origen asiático contó con un mayor aporte de carne en su dieta.
En definitiva, el conjunto de esta evidencia confirma una gradación jerárquica entre ambos niños, perteneciendo el niño con el cráneo deformado a la minoría regente huna mientras el otro podría adscribirse a su servidumbre. Este dato es relevante pues, siendo como es el primer yacimiento huno de Polonia, avalaría no sólo la presencia huna en este sector sino también, como recalcan los investigadores, una hasta ahora desconocida «influencia en las regiones al norte de los Cárpatos antes del establecimiento del Estado de Atila».
Ambos niños no están solos en el túmulo. En el espacio entre ambos se encuentran también los restos de otros animales. En concreto, un perro, un gato y un cuervo. Esta presencia es anómala puesto que, como indican los autores de la investigación, no se encuentran paralelos en el mundo huno aunque sí en Roma. Esta confluencia les hace pensar sugestivamente que pudiera un contacto cultural con el Imperio, aunque bien éste no tuviera porque ser directo sino a través de las poblaciones bárbaras que habitaban la llanura panónica y sí mantenían tales relaciones transfronterizas. No olvidemos, por ejemplo, que desde tiempos de Constantino I allí se asentó una hueste vándala que retornó al Barbaricum cuando entraron los visigodos en el Imperio en el año 378. En definitiva, esta tumba ofrece muchas pistas sobre la primera etapa de los hunos en Europa y su influencia en este territorio aunque, desgraciadamente, no se pueda inferir nada más sobre los niños, su relación o causa de su fallecimiento.