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"José K"o el dilema de torturar a un terrorista

El Teatro de la Abadía estrena una obra de Carles Alfaro, basada en un texto de Javier Ortiz, que obliga al público a preguntarse si la tortura puede estar justificada

Iván Hermes, en "José K, torturado"
Iván Hermes, en "José K, torturado"larazon

El Teatro de la Abadía estrena una obra de Carles Alfaro, basada en un texto de Javier Ortiz, que obliga al público a preguntarse si la tortura puede estar justificada

“En un país indeterminado, la Policía ha detenido a un terrorista. Llamémosle Roberto K. Roberto K no tiene ningún inconveniente en reconocer que odia a la humanidad en pleno. Reconoce también que acaba de colocar una bomba de gran potencia en una plaza donde se está celebrando una concentración multitudinaria, pero se niega a decir en qué lugar concreto la ha puesto y a qué hora ha fijado el mecanismo de relojería que detonará el artefacto (...). El dilema es ése: de un lado, Roberto K, un personaje abyecto, una piltrafa antisocial; del otro, decenas de vidas humanas inocentes. ¿No es ése un caso en que la tortura está más que justificada?”, se preguntaba Javier Ortiz hace ya más de dos décadas durante un discurso que dio como parte de las jornadas «Diez años contra la Tortura», que se celebraron en Madrid en 1996.

Aquel discurso sería la semilla de “José K, torturado”, el monógolo que ahora protagoniza Iván Hermes en el Teatro de la Abadía bajo la dirección de Carles Alfaro. Su personaje es, en efecto, un terrorista detenido por la policía, que le tortura para intentar encontrar la bomba y evitar la masacre. “Tras el fallecimiento de Javier Ortiz poco después de escribir estos textos, su hija Anne tuvo la gentileza de dejármelos para poder trasladarlos a un escenario. El proceso, desde el principio y más allá del decálogo de ideas que implica, me parecía fascinante", afirma Alfaro, quien también advierte: “El protagonista de esta obra no es un terrorista al uso. Asistimos a la contemplación de un monstruo. Pero hay un problema. Está cargado de razones. No es un loco, no es un fundamentalista, no es un inconsciente. Su discurso incomoda porque es alguien que se plantea cosas que podemos plantearnos cualquiera de nosotros".

Incomodar es justamente la intención de este espectáculo que estuvo en el Teatro Romea de Barcelona hasta diciembre. La escenificación de la tortura obliga al espectador a pensar en cómo el miedo y la doble moral llevan a la sociedad a ignorar muchos horrores, convirtiéndose en cómplices. De hecho, José Saramago dejó por escrito la reacción del público en aquella conferencia de 1996 en que Ortiz planteó su dilema moral y en la que el autor portugués estuvo presente: “Silencio en la sala. Incómoda agitación entre el público. Gente levantándose de la butaca, dejando con la palabra en la boca al autor y cabreada”.

Por eso mismo, el director asegura que “sería ingenuo intentar dar respuestas. Apelamos a un espectador maduro que sea capaz de encontrarlas por sí mismo". En ese sentido, Alfaro pide flexibilidad mental a su público: “En este país parece que legitimemos al escuchar. Conocer no significa aceptar. Es necesario tener un conocimiento real de las cosas para formarse un criterio propio". Por su parte, Hermes reafirma la dificultad de un texto “con una dialéctica tan compleja”, y confiesa que “no soy la misma persona ni el mismo actor después de haber transitado por él. He intentado en todo momento extrapolar el drama humano que se encuentra detrás del hecho en sí al mío personal".