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Leo Nucci: «¡Qué grande me siento!»

larazon

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Celso Albelo, Leo Nucci, Maria Grazia Schiavo, Marco Spotti, Nino Surguladze, Marta di Stefano, Gabriele Sagona, etc. Orquesta de la Comunidad Valenciana y Cor de la Generalitat Valenciana. Emilio Sagi, dirección de escena. Roberto Abbado, dirección musical. Palau de les Arts. Valencia.
11-V-2019.
Uno de los títulos más populares ha llegado a Valencia con un excelente reparto para poner el Palau de les Arts a rebosar. Nadie pudo sentirse defraudado. Hay artistas que su magnetismo sobre un escenario es tal que no solo atraen todas las miradas y atención del público sobre ellos, aunque no estén cantando en ese momento, sino que provocan que quienes les rodean se vean impulsados a dar lo mejor de sí mismos. Este es el caso de Leo Nucci, el Rigoletto por excelencia de los últimos treinta años, la referencia en un papel que domina vocal y escénicamente en todos sus secretos. Es por ello que sigue siendo referencia a sus setenta y siete años, porque sabe como resolver los escollos y potenciar las frases que le convienen. Su interpretación es un milagro por esa inteligencia y sabiduría apuntadas y también porque la voz conserva caudal, extensión, seguridad y fiato, por más que pueda haber aumentado en ocasiones el vibrato. Esta vez incluso quiso cantar pasajes tal y como Verdi escribió y no se suelen respetar. Buena parte del público ya se levantó para aplaudir tras su «Cortigiani» y luego hubo de repetir el dúo de la venganza como viene siendo habitual, porque sabe cómo obligar al espectador a que lo pida. Jamás había cantado, y ya es raro, en el Palau de les Arts, el único teatro de relevancia en donde no figuraba su Rigoletto.
Celso Albelo abordó el duque con elegancia, buen fraseo, musicalidad y estilo. El papel le va ahora mucho mejor que cuando lo debutó. Sorprendentemente, no fue a los agudos no escritos pero si tradicionales, cuando para él no son un problema, pero parece ser que se lo pidió el director de orquesta. Maria Grazia Schiavo, conocida en el repertorio barroco que ya ha abandonado, posee la voz de ligera pero con el peso necesario para Gilda. Fue valiente en el aguo del citado dúo e impecable en sus dos arias. Marco Spotti ha perdido graves y Sparafucile le viene hoy algo grande. Adecuada la Magdalena de Nino Suguladze vocal y escénicamente y correcto el Monterone de Gabriele Sagona. Digno el resto del reparto. Roberto Abbado dirigió con vitalidad y cierta falta de matices, apoyando bien a los cantantes, a veces algo pasado de volumen en una orquesta de pocos en plantilla –apenas 50– pero que mantiene buen nivel. La producción de ABAO y el San Carlos de Nápoles de 2006 no es de lo mejor de Emilio Sagi, con unos decorados que chocan con el vestuario pero que dan agilidad a los cambios de escena, bastante oscuridad y poca dirección actoral, tratando al coro como si fuese un coro griego, no partícipes sino espectadores de los sucesos.
Un gran triunfo comandado por el milagro de Leo Nucci. Al final de la ópera canta Rigoletto: «¡Qué grande me siento!». Eso debería pensar Nucci si no fuese por su modestia habitual.