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Lecturas

Los libros de la semana: del análisis de la figura de los dictadores de Frank Dikötter al retrato de las mujeres que cambiaron el mundo

Otras de las novedades que aterrizan esta semana en las librerías son "La vida deprisa" de Javier Varela y "La armadura de la luz" de Ken Follett

A pesar de los más de 200.000 libros sobre Hitler todavía surgen nuevas teorías
A pesar de los más de 200.000 libros sobre Hitler todavía surgen nuevas teorías-EPA

[[H2:«La vida deprisa»]], de Javier Varela ★★★★

La peligrosa leyenda de César González Ruano

Javier Varela plantea el estudio definitivo de esta figura de vida fascinante y agitada: «La aventura es lo único que merece la pena de vivirse», decía

Por Jesús Ferrer

César González Ruano fue un escritor con una vida fascinante, acaso más que su obra literaria. Un cierto morbo sobre sus peripecias biográficas ha ocultado en ocasiones una dedicación intelectual en la que sobresale su labor de excelente articulista en la prensa diaria, perspicaz observador de las costumbres de su tiempo y cercano espectador de los vaivenes de la Historia. Acostumbraba a sentenciar: «Yo no tengo biografía, sino leyenda»; más allá de esta ingeniosa frase, ahora ya la tiene con el estudio prácticamente definitivo de Javier Varela, «La vida deprisa. César González Ruano (1903-1965)», actual Premio Antonio Domínguez Ortiz de Biografías.

Destacan sus inicios profesionales como cronista de sucesos, el pintoresco retrato de la ebullición social durante la II República, sus agitados años como corresponsal en Berlín, Roma y París en los años treinta y cuarenta, o los problemas con la censura durante el franquismo; y todo ello incluyendo su característico porte señorial, la ostentosa actitud despectiva que amagaba una soterrada ternura, y su enfermedad como resignado y estetizante temple vital. Respondiendo Ruano a una entrevista que podemos leer aquí, proclama: «Una vida peligrosa justifica muy bien una existencia. La Aventura es lo único que va mereciendo la pena de vivirse». Y no le faltaron experiencias de este tipo, como cuando se vio detenido en la Alemania nazi acusado de estafar a judíos perseguidos. Peripecias como esta forjarían su «leyenda» de personaje amoral y desalmado, que sería injusto que prevaleciera sobre la excelencia de una obra literaria de primera magnitud.

Catárticas estancias

Esta es también una biografía intelectual, que refleja la cosmopolita cultura del biografiado y su destreza en la configuración del artículo periodístico, así como algunas de sus obsesiones, como el continuo cambio de casas en las que habitó, o sus catárticas estancias durante años en Cuenca y en Sitges. En definitiva, un estudio imprescindible para la merecida recuperación de este clásico literario.

Lo mejor

La perfecta combinación entre rigor investigador y amenidad expositiva

Lo peor

Nada a señalar, tratándose de una pormenorizada biografía intelectual

[[H2:«La armadura de la luz»]], de Ken Follett ★★★★

La pasión folletinesca de Ken Follett

El autor lanza la quinta obra sobre Kingsbridge, donde toma como centro a personajes de la aristocracia, del clero o de la clase trabajadora

Por Lluís Fernández

Ya son cinco las novelas sobre Kingsbridge, iniciada con la famosísima «Los pilares de la tierra» (1989). Ken Follett sitúa «La armadura de la luz» en el gozne entre 1792 y 1824. Justo en el tránsito de la Revolución Francesa y la invención de la hiladora Jenny a la industria del telar movido por vapor de agua y Napoleón Bonaparte. Cambios sociales y tecnológicos de la revolución industrial, la lucha de clases y el paso del dominio de la aristocracia al de la burguesía, con el consiguiente desplazamiento ideológico de la iglesia Anglicana por la Metodista. Un sinnúmero de cambios de las mentalidades de la sociedad inglesa, representada por el pueblo de Kingsbridge.

Siendo cada uno de los títulos de esta pentalogía independientes, «La armadura de la luz» toma como centro de la narración media docena de personajes representativos de la aristocracia en decadencia, la clase trabajadora, el clero y los patronos de Kingsbridge. Todos ellos matrimonios de conveniencia, amores ocultos, lucha de prestigios, avaricia y castigos.

La lucha de clases y la creación de los sindicatos, en pleno conflicto de los luditas y su rebelión contra las máquinas, le añaden al melodrama el contexto socioeconómico típico de las novelas histórico-didácticas del mejor Follett. Quizá resulten fuera del tiempo histórico las pasiones románticas y las relaciones homosexuales, ajenas al esquematismo y sus típicos personajes: el malvado capitalista o el bondadoso emprendedor.

Lo mejor

Como siempre, el contexto histórico, tecnológico y social de la novela

Lo peor

El esquematismo melodramático de la narración y sus personajes arquetípicos

[[H2:«Dictadores»]], de Frank Dikötter ★★★★

Dictadores: todos los pasos para someter al pueblo

Frank Dikötter explora las claves para que un totalitarismo consiga mantenerse en el tiempo, como convertir al dictador en alguien sagrado

Por Jorge Vilches

Algo tienen los dictadores para que cuenten con el apoyo de una parte de la población, al menos, cuando llegan al poder. El problema para el dictador viene después, cuando deben mantener ese apoyo popular, y, si no, esa apariencia de aliento social. Esta cuestión la trata con solvencia y amenidad Frank Dikötter en su nuevo libro. La clave, dice, está en establecer un culto a la personalidad; esto es, en que la persona del dictador se convierta en algo sagrado, cuyo desprecio o indiferencia sea motivo de cancelación o un delito perseguible, como fueron los casos de Stalin y Mao. Esto supone, cuenta Dikötter, una estrategia propagandística para vincular la imagen del dictador con los proyectos nacionales e inundar todo con su imagen y su nombre.

El objetivo es mostrar al tirano como un salvador, un constructor de países, y así legitimar su dictadura. El modelo sería Mussolini. El camino es conocido: buscar la legitimidad política en el progreso económico y social, al igual que en China. Pero, del mismo modo, para que el relato sea eficaz hay que infundir miedo. El pueblo solo obedece si el mando transmite pánico, para lo cual hay que censurar, castigar, encarcelar y asesinar de forma arbitraria. La represión, escribe Dikötter, es por temor al pueblo, como le pasó a Ceaucescu.

El genocida etíope

El autor repasa este modelo en ocho dictadores del siglo XX. Además de los citados, encuentra paralelismos en Hitler, el norcoreano Kim Il-sung, el haitiano Duvalier, más conocido como «Papa Doc», y el menos conocido Mengistu, dictador de Etiopía y condenado por genocidio. También hay un recado para los intelectuales que viven en democracia cuando hablan de su atracción por los dictadores. Separados de su mundo libresco se enamoran del proyecto del tirano en su ansia de conseguir el «mundo perfecto». Por eso se ha producido la exaltación del tirano, y que hablen de estalinismo o maoísmo, de la palabra del dictador como una verdad revelada. Quedan fuera del libro, dice Dikötter, otros dictadores como Franco y Castro, que son variaciones del mismo tema. En definitiva, una obra interesante que muestra la vulnerabilidad y manejabilidad de la mentalidad popular.

▲ Lo mejor

El modelo que presenta este volumen es útil para examinar la vida política

▼ Lo peor

Franco, Chávez y Castro habrían encajado mejor en él que Kim Il-Sung y Mengistu

[[H2:«El cuarteto de Oxford»]], de Benjamin Lipscomb ★★★★

Las mujeres que cambiaron el pensamiento del siglo XX

El profesor Lipscomb analiza las aportaciones en el terreno de la filosofía de Iris Murdoch, Elizabeth Anscombe, Philippa Foot y Mary Midgley

Por Diego Gándara

La filosofía también estuvo restringida a las mujeres. Era una disciplina, salvo notables excepciones, ejercida y comandada por hombres, quienes, supuestamente, tenían tiempo para pensar mientras ellas se ocupaban de otras labores. Pero con el advenimiento de las dos guerras mundiales y la incorporación de los hombres en el campo de batalla, la filosofía también pasó a ser una disciplina ejercida y pensada por mujeres. En la Universidad de Oxford, por ejemplo, coincidieron, en plena Segunda Guerra Mundial, Elizabeth Anscombe, Philippa Foot, Mary Midgley e Iris Murdoch, cuatro mujeres que se hicieron grandes amigas y que hicieron de la filosofía una forma de vida.

Eso es lo que se desprende de la lectura de «El cuarteto de Oxford», este libro en el que Benjamin Lipscomb, profesor de filosofía en el Houghton College de Nueva York, recorre los pasillos de aquel tiempo en busca de la vida y la amistad que unió a estas cuatro mujeres que, a pesar de sus diferencias (una era una católica conversa; otra provenía de buena familia; otra era comunista y, además, escritora; y la cuarta tenía una fuerte formación científica) lograron funcionar como un todo genuinamente conformado que hizo una de las mayores aportaciones en el campo de la filosofía del siglo XX. Un libro esencial, en ese sentido, no sólo para rastrear la historia de una amistad, sino también para comprender un cambio de paradigma en el mundo intelectual, más preocupado, desde entonces, por cuestiones que tienen que ver con la virtud, el carácter y la ética.

Lo mejor

Cómo entrelaza las historias de estas mujeres con los debates filosóficos de su tiempo

Lo peor

En una obra de 400 páginas, tan humana y sesuda, no estaría mal alguna ilustración o fotografía