Literatura

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El enigma de papá

La ilustradora francesa Marion Fayolle publica «La ternura de las piedras», historia gráfica donde explica de forma lírica y con humor la enfermedad de su padre y la conmoción familiar que supuso

El dibujo nítido y el color apagado dan calidez y tranquilidad a la imagen
El dibujo nítido y el color apagado dan calidez y tranquilidad a la imagenlarazon

La ilustradora francesa Marion Fayolle publica «La ternura de las piedras», historia gráfica donde explica de forma lírica y con humor la enfermedad de su padre y la conmoción familiar que supuso

Si hay cosas que no se pueden decir, pero pueden mostrarse, entonces debe haber cosas que sea casi una obligación mostrarse precisamente porque no se pueden decir. ¿Cómo se pueden mostrar si no se pueden decir? Es una pregunta legítima, difícil, pero legítima. ¿Qué tal si se dibujan? Buena respuesta. Anais Nin aseguraba que la pintura era «la transparencia total», que permitía descubrir todos los invisibles del corazón humano. Entonces parece claro que el arte es la opción primera para mostrar todo aquello que no se puede decir.

La ilustradora francesa Marion Fayolle siempre encontró en el dibujo el vehículo perfecto para dar forma y comunicar sus ideas y preocupaciones. Su gran obsesión siempre fueron la complejidad de las relaciones humanas, ya fueran entre un padre y un hijo, un hombre y una mujer, una persona y la sociedad en la que vive. Por eso, cuando la enfermedad de su padre trastocó por completo a su familia, decidió que tenía que explicar su historia, sus secretos, sus pequeñas alegrías y penas. «Mi padre siempre fue un enigma para mí. Era una persona reservada, dura, y escribir y dibujar sobre él me ayudó a comprenderlo mejor», señala Fayolle.

Bajo esta premisa, la editorial Nórdica acaba de publicar la conmovedora, lírica y divertida «La ternura de las piedras», en la que convierte en universal la historia más personal que haya hecho nunca. «Fue un proceso difícil, sobre todo al final, porque tenía que escribir la muerte de mi padre cuando todavía estaba vivo y me daba miedo que dibujarlo lo acelerase», asegura Fayolle.

La historia comenzó con una imagen. Los médicos llamaban a la traqueotomía que realizaron a su padre «nariz artificial» y a partir del absurdo de esta imagen le vino a la cabeza una gran nariz como si fuera la joya de un colgante. A partir de aquí empezó , siempre con un lírico sentido del humor, a dibujar todo lo que le pasaba a su padre con imágenes entre el eufemismo sublimado al absurdo y la sinécdote brillante. «No sabía cómo podía explicar esta historia sin dejarme hundir por el pudor. Esta forma poética y el humor me ayudaron a distanciarme de lo que contaba y darle una forma que consiguiera trascender de mi propia historia personal», asegura la artista.

Siempre con el apoyo de su madre, «que vio desde el principio cómo iba creando la historia y que me ayudó a sentir que era algo importante», consiguió acabar una novela gráfica que la ha acabado de consolidar como una de las jóvenes ilustradoras francesas de referencia. «Dibujo desde pequeña, pero no fue hasta secundaria, cuando empecé a estudiar filosofía, que vi que necesitaba matáforas para poder expresar lo que pensaba y sentía. No me gusta dibujar para que sea bonito, sino como lenguaje para tener algo que decir», asegura la ilustradora.

Fayolle ya trabaja en su siguiente proyecto, una comedia musical en la que un personaje esconde en una habitación recuerdos como si fueran estatuas. Estas «estatuas» acabarán por escaparse de la habitación y cantarán y bailarán ante la sorpresa y fascinación del hombre. Paralelamente, ahora está acompañando a un coreógrafo para trasladar al papel la magia de sus movimientos. «Hice clases de danza de pequeña, pero no tenía mucho talento así que decidí dibujar a otros bailando», comenta. El mundo ha perdido una bailarina, pero ha ganado una gran dibujante.