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Cultura

Crítica de libros

Hitler ya vivió en el siglo XVI

Hitler ya vivió en el siglo XVI larazon

Exiliado en Londres tras huir del avance del nazismo a comienzos de los años treinta, Stefan Zweig decide plantearse su primera obra de carácter comprometido pese a estar relacionada con sucesos del siglo XVI. Al escritor vienés le interesa un trasfondo común a ambos periodos, el de la represión de las libertades y la personificación de una voz contraria a la barbarie: el erudito eclesiástico Sebastian Castellio frente al déspota dominador de la ciudad de Ginebra, Jean Calvino. De forma subliminal y por medio de un personaje histórico admirado Zweig se enfrentaba al criminal de su tiempo, Adolf Hitler. El resultado: «Castellio contra Calvino. Conciencia contra violencia», que hablaba de cómo el totalitario Calvino convirtió «una república democrática en una dictadura teocrática», y del humilde y sabio Castellio, único denunciante del asesinato en la hoguera del científico y astrólogo español Servet.

Pues bien, algo similar hizo Friedrich Reck-Malleczewn con «Historia de una demencia colectiva» (traducción de Herman Mario Cueva), otro texto que denuncia cómo un fanático y criminal puede llegar a erradicar cualquier forma de libertad con excusas religiosas o políticas. ¿Estaba hablando del modo en que, en 1534, en la alemana Münster, el sastre anabaptista Bockelson se erigió en «profeta» y consiguió enloquecer la ciudad, promulgando «el retorno a la pureza de la religión cristiana», en una recomposición que implicaba una sociedad utópica basada en la poligamia obligatoria, en los asesinatos a quien osara contradecirlo o incluso en la antropofagia? Se diría que a tenor de lo que le pasó a este autor que conocíamos por su «Diario de un desesperado», en realidad parecía describir el terror de su propio periodo vital. Y es que Reck-Malleczewen escribió este texto en plena Alemania nazi –enseguida fue requisado– y, tras sufrir una delación anónima, detenido y llevado a Dachau, donde moriría pocos meses antes de la liberación del campo.

Vaso comunicante

Se podría crear así un vaso comunicante entre la etapa nacionalsocialista y este capítulo tan poco conocido, «el más singular, el más horroroso», que mantuvo en vilo dos años a una ciudad, la cual se cerró al mundo exterior por completo con el beneplácito de «artesanos, notables, patricios y algunos gentileshombres». La serie de iniquidades que describe el autor de forma ejemplar sorprenderá a quien se acerque a esta locura colectiva, en una edición que se complementa con epílogos de Quirino Principe y la segunda esposa del escritor, que destaca una frase memorable de su marido, perteneciente a una carta de sus días finales: «Si queréis honrar mi memoria, pagad el mal con el bien».

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