«Por mucho que deseemos camuflarnos, todos somos ''modernos''»
Tao Lin / Escritor
Tao Lin es peculiar, todo un personaje. Por eso comenzó a escribir, porque era un personaje en busca de autor. Llega a la entrevista abrazado a una botella de litro y medio de agua con gas y con una lechuga en la mochila. Ése será su desayuno. Es el escritor joven más famoso del mundo. Lo que le falta ahora es ser el más leído. Por eso acaba de publicar «Taipéi» (Alpha Decay), un ambicioso salto hacia adelante que narra la vida de un joven escritor en pleno conflicto consigo mismo.
-¿Se siente cómodo al ser reconocido como «la voz de una generación»?
-De ninguna manera. No estoy aquí para hablar en nombre de nadie, ya tengo suficiente con mis propios problemas. Lo que me fascina es que, a base de repetirlo, la gente acaba por creerlo y este fenómeno sí me interesa.
-¿«Taipéi» es una historia de amor «moderno»?
-Es una historia de amor y punto, y lo único que tiene de moderno es que ocurre aquí y ahora. Lo que está claro es que el amor siempre será difícil y dramático. Por mucho que deseemos camuflarnos, todos somos «modernos» en el sentido en que lo que pensamos y queremos es contemporáneo. El protagonista es un joven escritor y es reconocible porque le afectan los mismos problemas que a la mayoría.
-Paul, su protagonista, tiene mucho de sí mismo.
-Es un escritor de 26 años que toma drogas, que se casa, que ve cómo se deteriora su relación y que no puede evitar el autoanálisis compulsivo de sí mismo. Se parece bastante a mí, sí.
- ¿Se considera usted neurótico, cautivo del autoanálisis?
-No sé lo que les pasará a los demás, pero yo desde luego no puedo evitar estar pensando en todo momento en lo que hago y no hago, y también en lo que hacen y no hacen los demás. Es una forma de extender el presente y darle valor y sentido. Y sí, a veces también una carga que te impide moverte.
-Paul dice que escribe para que la gente tenga una especie de guía o mapa de quién es y así sepan de antemano cómo tratarlo. ¿Usted escribe por eso?
- Sí, en parte sí. Me sería imposible decir en voz alta un monólogo bien articulado de ocho horas a otra persona para revelarle quién soy yo y cómo me siento. Escribir sí lo hace posible.
-¿Y las otras razones?
-Por dinero, claro, y para ocupar mi tiempo.
-Su anterior libro, «Richard Yates», tuvo tantos admiradores como detractores. ¿Por qué causa tanta polémica?
-Estaba escrito en un lenguaje muy sencillo, como si un niño pudiese escribirlo, y eso hace que algunos lectores tengan cierta sensación de rabia y superioridad. El protagonista además era una persona horrible, era probable que no te gustara, y resultaba fácil pensar que era yo. Cuando no te gusta el escritor es imposible que te gusten sus libros.
-«Taipéi» es mucho más reflexiva, ¿está madurando?
-Sólo intento hacer cosas que no he hecho antes. Si me repitiese una y otra vez me parecería demasiado condescendiente conmigo mismo.
-¿Qué le parecen las redes sociales, otro protagonista de sus libros?
-Cuando me lo preguntaban antes, contestaba que no me interesaban en absoluto, pero he cambiado. Me parece fascinante que ahora quien no esté en Facebook se halle alienado del que ahora es el mundo real. Cuando salió Twitter, los críticos decían que sólo era una herramienta de autopromoción. Ahora dominan nuestra vida social y nuestra comprensión del mundo.
-¿Aún le interesan tanto las drogas?
- Ahora sólo tomo drogas psicotrópicas: marihuana, setas, LSD... El resto no me interesa porque lo que hacían era adelantarte el futuro. Tomabas MDMA para sentirte excitado y te adelantabas a esa emoción, pero una vez allí ya está, no había más, y volvías a tu estado vegetativo natural. Las drogas psicotrópicas, en cambio, te abren nuevos caminos y te llenan de misterio.
-¿Su próxima novela será psicodélica y misteriosa?
-Exacto, es lo que me interesa ahora, con un narrador que es plenamente consciente del misterio que le rodea.