Entrevista con la periodista y escritora Marta Robles que presenta su nuevo libro “Lo que la primavera hace con los cerezos” sobre las relaciones de amor y desamor de los creadores.

Marta Robles: “El arte no es excusa para disculpar la maldad”

Reflexiona sobre la relación que existe entre el amor y la creación artística en “Lo que la primavera hace con los cerezos”, un volumen de biografías de creadores donde analiza las relaciones tóxicas, el mito de Don Juan o las mujeres fatales

Vivíamos con la fantasía de que existía una sola clase de amor, igual que existe un solo Dios y una única Roma, y ahora viene Marta Robles a desmontarnos el imaginario con este libro disidente y endurecido de verdades que prueba que el amor es un Polifemo de variopintos rostros. Aquí ha dado cabida a todos los amores que existen, los consabidos y otros menos adivinados, desde los atormentados y los imposibles hasta los tóxicos, los prohibidos, los transgresores, los cruzados, los liberales, los convenidos, los reñidos, los machistas y los omnívoros.

Marta Robles quería abundar en el estrecho vínculo del arte y lo emocional, y le ha salido un volumen pergeñado de biografías en el que se dan cita homicidas, escritores, pintores, abusadores, femmes fatales, depravados, impostores y caraduras de toda índole y ralea. Un collage hecho de nombres como Larra, Víctor Hugo, Salgari, Sid Vicious, Raymond Chandler, Caravaggio, Hedy Lamarr, Alma Mahler, Sartre, Henry Miller o Marilyn Monroe, entre otros tantos. Un daguerrotipo de semblanzas que avanza como una detallista exploración de esa matemática sin resolver que es el alma humana. «Es un ensayo, una reflexión, sobre cómo el amor, el desamor y la pérdida afecta a los artistas. Para hacerlo me he detenido en determinados episodios. Es una investigación. Yo ya sabía que el amor y su final es lo que más mueve a la creación. Algunos artistas incluso se han inventado historias de amor para poder crear».

Comienza por el mito de Don Juan. ¿Cómo aguanta en la época del #MeToo?

Ojalá estuvieran mal visto, pero, ¿a cuántas amigas hemos escuchado decir que les gustan los canallas? En el siglo XXI y con #MeToo. Aquí lo abordo desde Tirso, Zorrilla, Byron, Mozart y Molière. Son puntos de vista distintos, pero ellos moldearon este personaje. Todavía tenemos esa especie de mirada rancia de que cuanto más conquistador es un hombre, más «Sex Appeal» tiene. Hay un elemento que no ha desaparecido: la redención. Eso de que una mujer puede redimir a un canalla. Siempre creemos que es posible, pero eso es algo que no puedes. Pero hay otro punto...

¿Cuál?

Creo que las mujeres fatales son como el hombre del saco para los donjuanes. Ellas son libres y esa libertad siempre les ha dado pavor a los hombres. Ellos tenían las normas dispuestas para que no se pudieran saltar y ellas hacían lo que querían o se ligaban a quienes deseaban. Se convirtieron en su obsesión. Pero hasta que llegue el momento de la verdadera igualdad, existen muchas mujeres que, en lugar de usar su potencial femenino en el trabajo, recurren a elementos que son masculinos. Los reproducen.

Marta Robles, pantalón de cuero, camisa negra, ha concertado la entrevista en la Casa de Lope de Vega y, frente al escritorio del dramaturgo, reconoce que «el artista tiene un plus a la hora de enamorar. La creación aporta algo más, porque las relaciones descansan en muchas ocasiones en la admiración. Cuando nos enamoramos todo lo vemos bien y es extraordinario, Si a eso ofreces además palabras, o pinturas, esto se multiplica». El envés es cuando el creador se distancia, se aparta y se va. «La infidelidad es una constante entre los artistas. Ellos quieren vivir muchas vidas y alimentan la creación a veces con experiencias egoístas, fuertes, y no hay mayor experiencia que el amor y la pasión, y por eso cometen infidelidades. En épocas anteriores, a muchas mujeres no les quedaba otra que ser permisivas. Pero algunas, a pesar de eso, enloquecen cuando llega la traición, como sucedió con la primera mujer de Zorrilla, que no puede soportar esa infidelidad».

Aborda a Lope de Vega.

Lope es enamorado de las mujeres, un enamorado del amor. Tiene una vida emocional intensa. Mientras permanece escribiendo, necesita estar enamorado, incluso cuando es clérigo y al final de su vida, con alguien más joven... Ser mujeriego es un término machista para mí, porque no existe su equivalente, «hombreriega», por ejemplo, y mientras no exista, el término es machista. Pero haber estado con muchas mujeres no es machismo, porque también existen mujeres que han tenido muchos hombres en sus vidas. En Lope hay muchas mujeres, en ocasiones se alternan, en otras se dan a la vez, porque se vincula con alguien que tiene influencia, mientras sostiene la relación con la mujer que le gusta. Pero eso es otro asunto. Yo creo que no tiene que ver con el machismo tener una sucesión de relaciones, porque también hay mujeres de que han tenido muchas parejas.

¿Y Quevedo?

Le tiene mucha manía a las mujeres, pero es un enamorado del amor. Creo que es porque nunca le hicieron caso. Al pobre le obligaron a casarse y el matrimonio le dura tres meses. En sus versos suenan muchas mujeres, pero no sé si llegaron a ser amores de verdad y en realidad fueron más bien virtuales. Lope chasqueaba los dedos y no le costaba encontrar una mujer, pero a Quevedo no le sucede eso. El amor está muy presente en sus versos, pero luego también es muy misógino, y creo que es porque las mujeres que ama nunca terminan por ser amores carnales. Se mantienen en el plano de lo platónico.

Marta Robles rehúye de la política de la cancelación y sostiene que «no se puede mirar el pasado con el presente», pero también sostiene que «el arte, bajo ninguna circunstancia, debe ser una coartada o excusa para perdonar una maldad. Hay muchos artistas que son geniales, extraordinarios y unos hijos de su mala madre, que han sido muy mala gente. A lo largo del libro está. Caravaggio era un pendenciero y un asesino. Zorrilla se dedicaba en Cuba al tráfico de esclavos. ¿Dejamos de leer a Zorrilla? Si hacemos eso, se acabaron todos los artistas del pasado. Lo que tenemos que hacer es ubicarlos en su tiempo. Saber qué sucedía, explicar el contexto y aclarar que eso no estaba bien. Si ocurre en nuestro tiempo y un artista comete una fechoría, pues que lo pague con la cárcel».

¿Picasso?

Es el ejemplo de un monólogo sucesivo. Solo está con una, la estruja, le quita todo y pasa a la siguiente. Algunas hasta se quedaban sin ganas de vivir, y dos se suicidaron. Picasso era un devorador de sus almas y lo curioso es que las necesitaba. Cada una de ellas corresponde con una etapa distinta de su evolución. Ellas sirven para su inspiración, pero las exprime. Era un machista y un maltratador psicológico. Era egoísta y ese es el primer rasgo que existe en un maltratador. Solo le importaba lo que le pasaba a él.

Otro escritor: Neruda.

Cuanto más estudias a personalidades relevantes, a grandes genios de la literatura, el cine y la música, te das cuenta de que el hecho de ser genios no quiere decir que sean geniales amigos. André Gide aseguraba que con buenos sentimientos no se hace buena literatura. Dentro de los creadores hay muchos malvados, muchos agujeros negros. Aunque son creadores también son monstruos, pero yo nunca cancelaría jamás sus obras. Neruda es uno de los más grandes poetas, pero es un tipo que confiesa una violación en sus memorias, que, por cierto, nunca hubieran visto la luz si una mujer no las hubiera publicado. Pero es que Neruda también tuvo una hija con minusvalía y la abandonó. A la vez era un poeta maravilloso. ¿Qué hacemos ahora? ¿Quemamos sus poesías porque era una mala persona y un violador?

Marta repasa con la mirada la biblioteca de Lope de Vega. Un conjunto de libros del siglo XVI y XVII, pero que nadie tiene la certeza de si le pertenecieron o no. La pregunta, a esta altura, es inevitable. «¿El amor? Me fascina, pero también me aterra. Entiendo perfectamente que haya muchos seres humanos que se resistan a enamorarse, porque todo pasa a ser zozobra, pero el amor es lo que dijo Lope de Vega, estar en el infierno y en el cielo. Saca lo mejor de ti, pero un amor tóxico te puede machacar. Hay temporadas en que el amor te machaca y otros instantes en los que te hacen vivir. En la relación de Dashiell Hammett y Lillian Hellman había muchos celos profesionales, mucha violencia. Hay amores que son terribles, como la mayoría de los que mantuvo Philip K. Dick. Hay más amores tóxicos de los que podemos suponer. Es el caso de Lucian Freud y de Francis Bacon, que eran amigos. Bacon, con Capelo, fue generoso, pero tiene momentos anteriores a él de amores tremendos y terroríficos».