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La Resistencia: la última gran revolución armada europea

El profesor e historiador José M. Faraldo publica un ensayo sobre ese «ejército en la sombra» que se opuso a los totalitarismos

Un oficial estadounidense y un partisano galo durante una pelea callejera en el verano de 1944, en Francia
Un oficial estadounidense y un partisano galo durante una pelea callejera en el verano de 1944, en FranciaAdministración Nacional de Archivos y Registros de EE. UU.

¿Cuándo empezó la Resistencia en Europa? En el mismo momento en que la Alemania nazi por un lado y la Unión Soviética por otro invadieron Polonia. Inmediatamente se formaron movimientos de reacción internos y externos. Las sucesivas invasiones nacionalsocialistas y de la URSS sobre países europeos condujeron a que miles de personas se lanzasen a una lucha oculta por defender sus patrias, sus vidas y su dignidad contra estos totalitarismos impuestos. El profesor de Historia moderna y contemporánea José M. Faraldo publica Contra Hitler y Stalin. La resistencia en Europa (1936-1956), un ensayo que «intenta comprender el fenómeno de la resistencia de unos sectores de la población europea a la ocupación militar de un Estado invasor, un análisis de cómo y por qué unas personas, generalmente congregadas en organizaciones o grupos se negaron a aceptar un poder político que consideraban ajeno», explica Faraldo, que hace balance de los hechos de resistencia más relevantes en Europa durante dos intensas décadas, pero lo que más le interesa es «hallar un denominador común que explique por qué la Resistencia tomó aquellas formas en aquel momento concreto».

Para Faraldo, la Resistencia es un fenómeno político-social y no solo militar o patriótico, «tiene aspectos sociales, culturales y políticos, sin los que no es posible entenderla. El impulso patriótico y la decisión militar no son suficientes para explicar su complejidad. Por Resistencia se pueden entender muchas cosas –prosigue–. Yo la entiendo como un acto consciente que busca objetivos políticos, incluso aunque estos no sean explícitos o concretos. Una resistencia organizada y armada que enfoco en la lucha contra las ocupaciones militares, aunque también contra los regímenes totalitarios propios». En opinión del profesor, «podría ser considerada como la última gran revolución armada europea», aunque ésta pueda «adoptar distintas formas, incluso estando en contra del mismo régimen o del invasor. Hay una resistencia armada que tiene que ver con los ejércitos de países ocupados que resisten en clandestinidad. Otras veces son civiles quienes toman las armas encuadrados en distintos movimientos. Pero también existe una resistencia civil no violenta, muy diversa, que va desde cantar canciones prohibidas a realizar pintadas en las paredes, difundir Prensa y propaganda clandestina o a la desobediencia civil».

Es una lucha contra los grandes totalitarismos invasores, pero también por el respeto de la dignidad humana. Como explica el autor, «la lucha en la II Guerra Mundial y sus aledaños es muy ambigua: nos encontramos con ultraderechistas y nacionalistas que combaten el totalitarismo nazi o comunista, con comunistas que dan la vida luchando contra los nazis, con cristianos combatiendo al lado de ateos por la liberación de su país. De forma muy emotiva, lo que las unía era un sentimiento de orgullo y dignidad». A la Resistencia se le llamó la «cuarta fuerza» o «ejército en la sombra» con la idea, sobre todo británica, de impulsar los movimientos clandestinos en los países ocupados para crearle problemas a los nazis. En algunos lugares –Polonia, Yugoslavia, Italia– sí puede considerarse una fuerza militar más, aunque, en general, su valor efectivo fue pequeño», aclara.

«Su acción provocó represalias y generalmente empeoró la situación de los ocupados. La desesperada y rabiosa lucha contra el invasor condujo a la muerte y la tragedia, no siempre de quienes la ejercían, sino a menudo de la población civil. La contribución de la Resistencia a una liberación real solo tuvo lugar en algunos momentos y algunos países», afirma el historiador. Por otro lado, «el capital de estas experiencias resistentes sigue siendo esencial para la construcción de sociedades civiles democráticas en Europa. Quizá haya que mencionar la excepción de España, que ha dilapidado el acervo simbólico de las resistencias y solo recientemente parece intentar recuperarlo. La resistencia armada antifranquista en nuestra posguerra ha sido uno de los fenómenos resistenciales más ignorados y poco valorados del continente. Sin embargo, los que luchaban en general por el restablecimiento de la democracia –con todas las contradicciones posibles– formaron parte claramente de la resistencia europea de posguerra. Surgieron en la misma ola posibilista que los combatientes antiestalinistas en Polonia o Ucrania, creyendo que el final de la guerra les permitiría avanzar en la liberación de su patria».

Con todo, la Resistencia se ha mitificado a veces en la literatura, el cine o los cómics. «En general, todas ellas se idealizan porque cuadraban con el ideal romántico y nacionalista de los héroes que rescatan a la nación y la liberan. El mito de David contra Goliat seguía vivo. El mismo halo romántico de las resistencias antifascistas en la posguerra (como el caso francés) se produce hoy con las anticomunistas (en Polonia o Rumania). ¿Y hasta cuándo duró la Resistencia en Europa? «La parte más importante, en la posguerra (Ucrania, Polonia, España, Rumania), se hundió hacia 1948. Sin embargo, en todos estos países hubo grupos que aguantaron mucho más tiempo, incluso casos aislados de individuos que fueron abatidos en los años setenta en la URSS», concluye.

  • Contra Hitler y Stalin (Alianza), de José M. Faraldo, 352 páginas, 22,50 euros.