El libro de la semana

En la mente del maníaco de Waco: armas, pedofilia y fanatismo

Un libro narra, en su 30 aniversario, un suceso que anticipó el mundo de hoy: 76 seguidores de una secta murieron después de vivir un horror. Iluminados, conspiranoicos y enemigos del estado

El rancho de Waco en llamas
El rancho de Waco en llamas La Razón

El 19 de abril de 1993, después de 51 días de asedio retransmitidos por televisión en directo, cuerpos especiales del FBI accedían al búnker de la secta religiosa de la Rama Davidiana en un asalto donde murieron 76 personas, incluido su líder, David Koresh, un siniestro personaje sobre el que pesaban las acusaciones de pedofilia, poligamia, tenencia de armas y todo un historial de conductas que le colocaban ante la obvia percepción de que estaba como una maldita cabra. De acuerdo, esto último es opinativo y no es delictivo, pero es que Vernon Howell, el verdadero nombre del protagonista de esta historia, apenas hacía pie en la realidad, como relataron los hechos de la investigación policial y como los cuenta en profundidad un volumen («Koresh. La verdadera historia de David Koresh y la tragedia de Waco», Stephan Talty) que, con algo más de licencias literarias acaba de publicarse en España y aborda esta terrorífica historia. Una que pone de verdad los pelos de punta.

Y es que el tema no puede estar más de actualidad. Las teorías de la conspiración florecen en el vergel de Facebook mientras el fanatismo religioso persigue la eliminación del infiel a cañonazos o cuchillo incluso en 2023. Las historias de iluminados que creen conocer la verdad que los demás ignoran están tan de moda como los predicadores de diverso pelaje en internet o en la vieja televisión. Incluso la ficción (acaba de estrenarse «La mesías», serie de moda que toca tangencialmente los asuntos de la fe y los delirios) explota el llamado «true crime» (otro caso de éxito muy reciente es «El cuerpo en llamas») siguiendo las pistas del mal cotidiano hasta llegar a las grandes sagas de psicópatas, en este caso, de pedigrí estadounidense: una que va de Charles Mansona Jim Jones pasando por John Wayne Gacy como modelos de la ficción para Hannibal Lecter o «El Joker». En el caso de Koresh, de quien se traza un perfil psicológico no exento de licencias, las causas del mal siguen el silogismo –quizá barato– de que si uno solo conoce el abuso se convertirá en un depredador. Hasta que, claro, es imposible tratar de entender a semejante monstruo.

Vernon Howell se cambió el nombre a David Koresh
Vernon Howell se cambió el nombre a David KoreshAgencia EFE

Así es al menos como se presenta la vida de Vernon Howell, nacido en Texas de una madre menor de edad que fue vejado, maltratado físicamente y violado en su infancia, que recibió el desprecio de su familia como «hijo bastardo» y nunca recibió el menor cariño. Leía la Biblia, por si ayudaba y porque lo hacían los demás. Un día escuchó una voz, la de Dios. «No había nada de qué avergonzarse –escribe Talty–. En el norte de Texas, decir que Dios te había hablado era tan habitual como que el cartero llamara a tu puerta por la mañana». En su infancia, el joven Vernon halla cierta redención: primero cuando aprende a tocar la guitarra, y consigue su primer público –como a Charles Manson– y después con el atletismo. Sin embargo, es en el Libro del Apocalipsis y en la Iglesia Adventista del Séptimo Día donde encuentra su sitio. Le fascinan las palabras de los pastores, su elocuencia. Estudia tanto que es capaz de reconocer y recitar cualquier versículo de las Sagradas Escrituras. Para los adventistas, Satanás es real y un día, en el cuarto de baño, siente cómo el demonio mismo le inmoviliza contra el suelo. Otra cosa corriente en Texas, aparentemente.

El apocalipsis va a llegar

Sin embargo, el sexo y un ramalazo maníaco empiezan a dominar su conducta. Termina expulsado de la congregación y encuentra cobijo en otra que vive en un rancho, el Mount Carmel, llamada de la Rama Davidiana o los Davidianos, una comunidad que cree ser el pueblo elegido por Dios para fundar su reino en la tierra después de que la humanidad sea arrasada por una guerra mundial, terremotos y plagas que dejen, después de pasar por el fuego purificador, a 144.000 seres humanos para refundar la especie. En sus profecías, el gobierno de Estados Unidos se aliaría con el demonio y se convertiría en Babilonia. Imposible no ver en estas teorías ecos del «trumpismo» resonando: algunas de las ideas de Koresh influyeron en buena parte de la extrema derecha estadounidense más conspiranoica y nacionalista. La obsesión de Vernon será hacerse con el control de la secta a medida que sus delirios y visiones aumentan. La otra de sus obsesiones, el sexo, se exacerba. Convence a dos menores para que se «casen» con él –en realidad, les dice que el sexo es el sello de compromiso– y cada vez desea niñas más jóvenes. Sin embargo, enloquecido en la creencia de que es el elegido por Dios, piensa que es él quien así lo quiere. Cuando logra hacerse con el control de la comunidad, decidirá que solo él puede tener sexo con las mujeres, con cualquiera de ellas. Decide cambiarse el nombre por el de David Koresh y su mesianismo se desata. Empeza a ver al diablo en todas partes, empezando por las autoridades. Crea un arsenal para proteger a su pueblo elegido y la paranoia persecutoria estalla un día que el FBI acude a una llamada anónima que alerta de los desvaríos de ese grupo de iluminados. Cuatro agentes mueren por los disparos de los davidianos y se presenta en el rancho de Waco un batallón de cuerpos especiales. Al cabo de 51 días, irrumpieron en una operación desastrosa. Koresh dio la orden de quemarlo todo, incluidos 20 niños. El apocalipsis que había anunciado fue una profecía autocumplida.