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La zarzuela se quita los complejos

Cristina Otero Roth acude a la gran pantalla para poner en valor al teatro lírico español
Imagen de "Luna de miel en el Cairo", con dirección escénica de Emilio Sagi
Imagen de "Luna de miel en el Cairo", con dirección escénica de Emilio Sagi López-Li Films

Madrid Creada:

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De todos los artefactos que ha inventado la humanidad para despertar la felicidad, «la zarzuela es probablemente la más difícil de describir», comienza la cinta de Cristina Otero Roth. Entonces, aparecen tres jóvenes cantantes en pantalla –José Luis Fernández, Antonio Buendía y Nuria Pérez–. Hablando entre ellos, dice uno, llegan a la conclusión que ninguno ha hecho una zarzuela. «No sé qué es», explica a la cámara. Aunque, «sin saberlo, muchas veces conocemos las canciones», explica el segundo. «Son expresiones, son lugares, son cosas que tenía en mi mente y, por fin, puedo trazar su origen», termina Pérez. Ahí es donde toma todavía más valor este Tiempo de zarzuela que hoy llega a las salas de cine, una revisión concentrada de siglos de tradición que bien vale un brindis con el que Daniel Bianco (director del Teatro de la Zarzuela hasta final de mes) celebre «una mañana buenísima [por ayer]. Estoy contento de ver y escuchar zarzuela en un cine».
Otero Roth se remonta a una historia «que comenzó hace mucho tiempo». En tiempos de Felipe IV, en un paraje lleno de zarzas a pocas leguas de Madrid, se levantó un pabellón de caza para Fernando, hermano del rey. En su interior se construyó un pequeño teatro para el infante y los nobles que allí se reunían. Aquel pabellón, «ya desaparecido» –puntualiza el documental–, se llamó Palacio de la Zarzuela. Y de esta forma nació el teatro lírico español, «entre frutos y espinas, como la vida misma», y en pleno Siglo de Oro. Fue Calderón el responsable de bautizar a la criatura y, por primera vez, en El golfo de las sirenas se habló de «la fiesta de la zarzuela».
Dos siglos después llegaría Barbieri como uno de los defensores a ultranza del término propio de «zarzuela» basado en una tradición teatral potente como la hispana. Si en Francia tenían la ópera-comique, desde la Península se debía apostar por la recuperación de esta palabra concreta; porque, como dice María Luz González Peña –de la SGAE–, «igual que la “ñ”, la zarzuela nos identifica».
También Ainhoa Arteta, presente en las entrevistas del filme y en el preestreno de ayer, levanta la voz con ímpetu: «La zarzuela ni debe morir ni va a morir. Y el Teatro no debe ser adquirido por otros porque es nuestro. Es el único bastión que nos queda a los cantantes hispanos para hacer cosas importantes», justificaba la soprano, que también aboga por consolidar el género como Patrimonio de la Humanidad, «igual que el flamenco». La de ayer en los Cines Paz fue una cita para celebrar no solo este «Tiempo de zarzuela», sino también de poner en valor a la propia familia que rodea el mundillo. Muchos aficionados, artistas o gestores se reunieron ante la pantalla para, primero, visionar la película y, segundo, sacar músculo.
«Si Barbieri levantara la cabeza... te daría un gran abrazo, Cristina», aseguraba el maestro Emilio Casares ante una directora que reconoció sin complejos «lo poco» que conocía de la zarzuela antes de embarcarse en este proyecto. Ahora ya no hay quien la saque de un mundo «infinito»: «Esta cinta es solo un aperitivo para despertar el apetito del público», invitaba.