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Mapplethorpe: ¿puede un repollo ser sensual?

La galería Elvira González de Madrid muestra un conjunto de naturalezas muertas fotografiadas por el artista y realizadas entre 1978 y 1984.
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La galería Elvira González de Madrid muestra un conjunto de naturalezas muertas fotografiadas por el artista y realizadas entre 1978 y 1984.
Las naturalezas muertas de Robert Mapplethorpe siguen teniendo vida. Nacieron con ella. Las parió así. Hace treinta años que el sida se lo llevó en la plenitud de su creación, después de haber retratado cuerpos sugerentes, miembros viriles que levantaron olas de escándalo, flores cuyos pistilos trasladaba a unos genitales de mujer. Él, que fue tan contestado como admirado en su tiempo, se convirtió en un mito. Ya lo era en vida pero lo superó con su muerte, tan dura, tan suya. No podía irse de otra manera. «Es una pena que en España no haya tenido aún una retrospectiva en ninguna gran institución. Quizá sea una cuestión de cautela o de prevención, pues estamos inmersos en una ola de lo políticamente correcto y él es todo lo contrario», asegura Isabel Mignoni, de la galería Elvira González, donde, con motivo de Photoespaña 2019 exponen una selección de 25 de sus naturalezas muertas, vivas.
Piezas intemporales que exudan un latido interno. ¿Cómo es posible que un repollo sea sensual? En sus manos y con su cámara se transforma en erótico. Lo vemos colgado de la pared, lo sentimos así con las hojas humedecidas. Esta es una de las obras que ahora cuelgan en la galería madrileña, que exhibe un conjunto de más de veinte realizadas desde finales de los años setenta a 1984, organizada en colaboración con The Robert Mapplethorpe Foundation. Un pan que muestra las marcas tras haber sido partido con las manos, sobre una mesa que escupe su propio reflejo y que deja ver algunas migas, casi minúsculas, sobre la superficie. Sombras en la pared, un haz de trigo que se ensimisma al verse proyectado. Los reflejos de nuevo, un yo y el otro, Mapplethorpe multiplicado.
Tenebrismo y Barroco
Los fondos son fundamentales en estas obras, las paredes, los negros. Las líneas rectas, tan bien trazadas, que definen y separan los espacios. Por donde penetra la luz. Una de las más chocantes congela un faisán muerto, colgado de una delgada cuerda. ¿No están presentes las huellas de la pintura flamenca en esta fotografía? Tieso, boca abajo, en una cuasi perfecta ejecución que tiene algo también de sadomasoquista. «Para mí es una de las obras más interesantes. Me gusta muchísimo, sobre todo, por esa vinculación que mantiene con el tenebrismo, con el Barroco, podría estar perfectamente sacado de un bodegón de un pintor español de la época. Son muy interesantes sus contrastes de claroscuros, aunque también nos lleva a mirar ese objeto atado boca debajo de resonancias sadomasoquistas», explica la galerista.
Se exhiben en esta ocasión (es la tercera muestra del artista en la sala) muy pocos cuerpos humanos. Mignoni lo define como un artista «elegante y misterioso. Y sus obras resultan entretenidas, es necesario tiempo para ver las piezas, no basta con mirarlas, porque cada una te puede remitir a una segunda interpretación, a una tercera, quizá», comenta. Como la que muestra un tubo delgado de cristal con flores en cuyo reflejo se atisba la propia imagen del artista. Un autorretrato dentro de una fotografía.
La galerista afirma con seguridad que «gana con el paso del tiempo. Siempre tuvo la libertad de hacer lo que quiso a su manera, con independencia de si después, a los ojos de los demás, podía resultar o no escandaloso». ¿Hubiera podido trabajar hoy como lo hizo en su momento? «Él es un artista salvaje en el sentido de saltarse las normas. Hoy no hubiera podido hacer otra cosa que su propio trabajo, lo que había realizado siempre. Estoy segura de que habría retratado lo mismo que en su momento», señala Mignoni.
Las imágenes que se pueden ver en la galería son 24 en blanco y negro y una en color. No está Lisa Lyon, tan vinculada a la vida artística del creador. Él fue, ahonda Mignoni, un afamado retratista. Esta muestra pone de manifiesto que Mapplethorpe es bastante más que retratos, aunque su erotismo trasciende y empapa casi cada trabajo. Sus trabajos llevan su marca, su huella, el sello Mapplethorpe. «Somos capaces de reconocer una de sus obras. Y en esta exposición también sucede. Sus iluminaciones son únicas, los fondos de las obras están apurados y afinados. En cada una está su mano», apunta.