cultura
María Reig: “El presente está cargado de incertidumbre hacia el futuro”
La autora publica "Sonó un violín en París" un homenaje a la Europa del siglo XIX, cuando podía atravesarse en ferrocarril
La autora de "Sonó un violín en París" nos transporta a la Europa de finales del siglo XIX en una historia que mezcla el arte, el periodismo y el viaje como herramienta de transformación personal. María Reig nos habla sobre el proceso de documentación, la conexión entre pasado y presente y el papel de la literatura histórica en la actualidad.
¿Cómo fue el proceso de documentación para recrear la Europa de finales del siglo XIX en "Sonó un violín en París"?
El primer paso fueron los manuales de historia. Siempre me gusta ir de lo general a lo particular. Después me fui documentando sobre diferentes países, consulté artículos académicos de los distintos temas que incluyo en la novela, además, de la parte social y cultural, que está muy presente.
¿Luego?
Para recrear el modo en que se viajaba en tren a partir de otras fuentes, he contado con el asesoramiento del Museo del Ferrocarril de Madrid. Y para la parte de la música, que también es protagonista, me he leído libros de historia de la música y he contado con el asesoramiento de un pianista, Diego Hena, y una violinista, Alicia Tortuero, que me han ayudado a pulir las escenas musicales. Sobre todo en el caso de uno de los personajes, que es una violinista, quería que todo estuviera muy bien documentado. También a través de las colecciones digitalizadas de museos como el MET o el Victoria Albert Museum, he podido descubrir cómo se vestían en esa época. Además tenemos fotografías de las ciudades, que también han sido de gran ayuda, de este periodo.
¿Qué desafíos enfrentó al entrelazar las historias personales de los personajes con eventos históricos reales?
Que los personajes sean hijos de su tiempo. Tienes que quitarte la venda del presentismo y la tendencia que vas a tener como autor contemporáneo a hacer que permeen una serie de ideas preconcebidas. Esto lo intento subsanar con la documentación. Es decir, que los personajes y sus historias nazcan del proceso de investigación para que los mismos personajes sirvan para contar una época. Muchas veces nos vamos quizá a los grandes acontecimientos políticos, económicos o militares. Pero hay determinadas problemáticas que pueden ser de la propia diversidad del ser humano en todos sus aspectos y prismas.
La novela aborda la confrontación de miedos y la toma de decisiones. ¿Qué mensaje espera que los lectores extraigan de estas temáticas?
Quería plasmar esa idea del viaje como algo más allá de una experiencia recreativa. Y esto es algo que creo que podemos trasladar al presente. Es verdad que los viajes nos ayudan a sustraernos de nuestra rutina, porque vamos todos en modo automático, repitiendo patrones y con poco tiempo para reflexionar. En los viajes, si conseguimos dejar esa velocidad, nos pueden servir para contactar con otras realidades y como un ejercicio de introspección.
En la novela, los personajes deben decidir su propio destino en un mundo cambiante. ¿Cree que las generaciones actuales se enfrentan a una presión similar respecto a su futuro?
El presente está cargado de incertidumbre hacia el futuro Es algo con lo que el ser humano siempre ha tenido que lidiar. Por ejemplo, quien vivió el cambio del siglo XX al XXI experimentó una sensación de vértigo. Parece que, con los cambios de siglo, tomamos mayor conciencia de las incógnitas que nos presenta el paso del tiempo. Las generaciones actuales viven en un mundo con muchas incógnitas y, sobre todo, con una velocidad de cambios impresionante. Es algo que ya empezaba a ocurrir a finales del siglo XIX.
Ese momento fue determinante.
Vemos que hay gente que nació en un mundo sin conexiones globales y, en cuestión de décadas, vivió la llegada del ferrocarril, la unificación horaria y la aparición del teléfono. En cierto modo, creo que esto se puede trasladar a la actualidad: la rapidez con la que evoluciona la tecnología nos abruma. Nos ofrece muchas oportunidades, pero también nos puede generar una gran ansiedad.
El periodismo tenía un papel central en el siglo XIX, pero hoy vivimos en una era de desinformación y fake news. ¿Cómo cree que influye esto en nuestra forma de entender la historia?
Es algo sobre lo que reflexioné mucho en mi primera novela, "Papel y tinta", el periodismo tenía un papel muy protagonista. En "Sonó un violín en París" vuelvo a retomar el tema de los periódicos, porque es verdad que a finales del siglo XIX hay un "boom" de la prensa, con tasas de alfabetización en aumento. Esto permitió que más gente tuviera acceso a la información, aunque aún era algo limitado. Hoy ocurre algo curioso: antes había desinformación por falta de acceso, pero ahora estamos saturados de información y eso también nos lleva a la desinformación. Nos encanta rellenar los huecos con información rápida, muchas veces sin contrastar. Y eso puede afectar a nuestra forma de ver el pasado y el presente. Por eso, creo que lo más importante es acceder a múltiples fuentes y no dejarnos llevar por discursos que ofrecen soluciones fáciles a problemas complejos.
¿Considera que estamos repitiendo errores del pasado en nuestra sociedad actual?
Sí que creo que hay una serie de problemáticas, temas que sí se observan cuando te asomas a otras épocas.... El siglo XIX, algunos momentos fueron muy complejos y muy diversos. Yo solo me asomo a determinadas ventanitas, pero es cierto que te das cuenta de que hay algunos problemas que son estables y otros que van y vienen. A lo mejor, en alguna época han dejado de tener tanta importancia, parece que están como latentes, pero no son tan evidentes, y luego se recuperan. Y es cierto que una de las cosas que más me impresiona y me impacta es observar eso, ver que hay temas y problemáticas que, sobre todo, tienen un hilo conductor en muchos períodos de la historia. Y es esa intolerancia que muchas veces tenemos entre los seres humanos y que da como consecuencia algunos de los periodos más oscuros de la historia.
Y hay más cosas.
Sí, ver que ciertas proclamas y mensajes se repiten una y otra vez es algo que te hace reflexionar. Y que, además, me sirve porque yo muchas veces creo que mi interés por el pasado también viene de mis ganas de entender el presente. Y es cierto que, incluso en una época que podemos pensar que es ajena, como finales del siglo XIX, se ven muchos elementos en común con la sociedad actual. O, al menos, elementos que explican todos esos grandes eventos que ocurren en el siglo XX y que, a su vez, han dado como resultado la sociedad de hoy en día.
¿Siente que todavía existe una tendencia a encasillar los personajes femeninos en ciertos roles dentro del género histórico?
Es una buena pregunta porque es cierto que yo creo que es algo con lo que se está batallando en los últimos años. Pero es cierto que, si vamos no tanto a la novela histórica actual, sino a la tradición del personaje femenino, muchas veces, en obras de otras épocas, incluso en clásicos maravillosos, nos encontramos con que han sido producidos en un contexto muy diferente. Muchas veces, la mujer es presentada como un sujeto pasivo dentro de las tramas. También hay una tendencia general a infantilizar a la mujer del pasado. Es decir, porque no hubiera información de ellas en esa época parece que no tenía ni idea de nada, que no podía tener su propia lucha.
¿Qué hacer?
Plantear mujeres que tienen sus historias. Aunque en el ámbito público estuvieran mucho más limitadas de lo que estamos hoy, son capaces de protagonizar historias interesantes. No se trata de que sus historias estén supeditadas a las de un hombre protagonista, al que de alguna manera asisten. Creo que hay que contar las historias de esas mujeres del pasado. Pero ojo, también hay que evitar plagarlas con una mentalidad del presente, porque si no, en realidad, las invisibilizamos. Creo que esa es la manera en la que podemos realmente rescatar a las mujeres del pasado y darles el espacio que merecen, ese espacio que, durante siglos, ha sido borrado.
En un mundo hiperconectado, ¿aún viajamos con la misma curiosidad y transformación personal que antes?
Es que depende mucho de la persona. Es cierto que, quizá, muchas veces no… Si nos dejamos llevar, esto puede pasar. Por ejemplo, me reconozco a mí misma cuando empecé a viajar por mi cuenta, cuando salí un poco de los viajes familiares. Me reconozco como una persona que iba viajando un poco acelerada, que a veces tomaba fotos sin ser realmente consciente de lo que estaba viendo. Esto es algo que pasa mucho hoy. Igual que con la lectura, porque también hay un proceso en la lectura: para que calen los libros, tiene que haber reflexión, entender lo que estamos leyendo, dejar que nos llegue. Pues con los viajes ocurre algo similar. Si trasladamos la velocidad vertiginosa de nuestra rutina a los viajes, muchas veces lo que estamos haciendo no es un viaje en sí, sino un consumo compulsivo de lugares, con el único objetivo de hacer una foto y decir: he estado aquí. Y creo que esa es la trampa en la que caemos en la actualidad.
Todavía es posible viajar como antes
Aun así, pienso que todavía hoy es posible viajar con curiosidad. Si realmente hacemos ese ejercicio personal, si somos capaces de hacer esa pausa y esa reflexión, de ir a lugares que nos interesan genuinamente y están conectados con temas que nos mueven, entonces sí podemos mantener esa capacidad de asombro. Cada uno, además, viaja de forma distinta. Se ve mucho, por ejemplo, en los museos: hay quien devora las pinacotecas y quien prefiere un museo más de ciencia cuando visita una ciudad. Y creo que esa curiosidad podemos mantenerla intacta, si no dejamos de sorprendernos y seguimos teniendo esa inocencia de dejarnos maravillar por los lugares. No solo porque sean bonitos, sino porque son interesantes.